Los escritos de Luz Spaïn MÉTODO PRÁCTICO PARA LIDIAR CON PREGUNTAS-PARAGUA O PAVO-REÁLICOS Estimados amigas y amigos. ¿Que por qué qué? Porquéque! ¿Quién no se ha encontrado a menudo o a grande con esos seres malignos? Minutamente, a barlovento y sotavento, están ahí, amenazando nuestros cerebros-transatlánticos. Para que nadie termine como el Titanic, es que comparto hoy con uds el método de las respuestas-botellita. Paso a explicarme: Las respuestas-botellita son como las galletitas-frase o enigma, o como los bombones que vienen con un adagio, ¿o será hadagio? Sí, más bien creo que es así, hada de hada, pero gio, ¿de qué es gio? Bueno, para eso justamente están las respuestas-botellita! Este es un ejemplo muy claro, porque las respuestas-botellita son casi siempre de vidrio y por tanto tienen una claridad ventricular. Entonces, sólo hay que poner la pregunta dentro de la respuesta-botellita adecuada y...... param! alli crece. Planto gio (hada no es necesario), y espero a ver qué crece. Tarda un mucho, sí, pero paciencia, que este método es infalible, siempre y cuando se coloque la pregunta adecuada en la botellita adecuada. Hasta luego, amigos, y a ser felices cruzando el Atlantico! LA VERDAD SOBRE MI NACIMIENTO Cuando estaba por nacer, se me presentó una disyuntiva: nacer cuándo o dónde. Y yo elegir nacer dónde, porque en la vida anterior no había podido viajar mucho y quería aprovechar la ocasión para conocerme unos lugares. Pero luego resultó que no había más lugar en dónde, que todos preferían los dóndes antes que los cuándos por las mismas razones que yo, o por otras. Entonces, me dijeron: cuándo, di rápido. Y yo lo hice, y por haber nacido rápido es que nací mal. Evidentemente no estaba preparada, porque era muy bebé y no podía pre-pararme, ni siquiera podía sentarme. Cuando digo que nací mal, no digo que no nací bien, noooooo, todo lo contrario. Porque, veréis, nací con toda la corrección y la elegancia que puedan esperarse. Porque eramos trillizos en un principio (después, ay de mí!, resultó que nada más éramos cuatrillizos). Nacimos la corrección, la elegancia y yo, en ese orden. Yo última, para que ni por un momento pensaran que carecíamos de corrección o elegancia. Porque la primera impresión es la que cuenta. Pero justamente por eso, por la primera impresión, es que digo que nací mal. Esto ocurrió así: mientras íbamos saliendo, la impresión contó: 1, qué elegancia!, 2, qué corrección, y 3, qué... y ahí nomás se quedó sin palabras por lo hermosa que yo era, y luego, al continuar se confundió y dijo 4, qué hermoso bebé! Pero nosotros no éramos cuatro, no, no! Esto, que en principio parece un hecho sin importancia, la tiene, y en grado ac-soluto. Porque dado este error inicial, que fue arrastrándose a lo largo del procedimiento, los balances fueron dando mal, y mal, lo cual tuvo consecuencias indescriptibles en mi vida, indescriptibles pero intentaré describirlas igual, porque, seamos sinceros, si para algo decimos que algo es indescriptible es para echar un poco de interés a lo que vendrá después, que generalmente carece de interés intrínseco o innato. Pero yo desde el momento en que nací, ya no era innata, si bien todo lo que yo era, era innato, que no había tenido tiempo de aprender nada todavía. Pero vamos al grano: lo que pasó entonces es que me des-sincronicé de la coreografía. Claro que no fue mi culpa, que me des-sincronizaron, pero yo fui la que me des-sincronicé, aunque no fui yo. Así es que todo el rumbo que tomó mi vida lo debo a la primera impresión, que es la que cuenta. Fue inútil que reclamara: eh! eh!, que soy la tercera, y no la cuarta! Todo fue para nada. Porque yo ya había nacido temprano para cuarta y tarde para tercera, y cuarta para tercera y para cuarta y viceversa. Y esto es muy grave, sobre todo si la elección prenatal de uno fue un cuándo. Es grave y sobre todo es irreversible. Por eso, amigos, estáos siempre bien bañaditos y perfumaditos, que la primera impresión es la que cuenta. LAS AVENTURAS DE YOUNS Y NO INDIANA Muy entrada en años..., ehhhhhh porque hay una entrada que es un poquito entrada, luego otra que es más, y más, hasta ser muy. Es cierto que yo vengo entrando y entrando en los años como todos, pero eso no es lo que quiero decir. Lo que estaba muy entrada esa noche era la noche, o yo habia entrado en la noche pero la noche había salido justo entonces. Bueno, no sé. Pero como sea, no importa cuántas entradas hubiera en ese momento porque lo que yo quería era entrar a mí misma, o sea enmimismarme un poco, pero como yo estaba adentro, no podía entrar. Presa de la mayor desesperación, no, ésa no era la mayor, había visto una más grande en otra ocasión que no puedo recordar, pero quizás era mayor en tamaño pero no en edad. Bueno, esta era una desesperación bastante grande, en relación a otra menor. Grité entonces: Dónde está la entrada! El señor de la entrada me contestó que ése era su guión, o sea que eso lo preguntaba él, que para algo tenía estudios de psicómoro etecé etecé. Pero luego, más suave, me dijo que yo no necesitaba entrada para entrar a mí misma. Ah, porque soy VIP. Pero así y todo, la instrospección se me estaba poniendo difícil. No es que yo quisiera instrospectar por puro placer estético, no, no. Lo hacía por necesidá, para buscarme las cosas de adentro e inventariarlas si es que llegaba a encontrar alguna. Y esto del inventario era de suma importancia, ya que hace un tiempo había sufrido un robo de lo más ultrajante. Por eso, finalmente y no se cómo, entré munida de un mapa hidrográfico de Eurasia, dispuesta a sorprender al ladrón con las manos en la masa (marca no registrada). Tomé el partido correspondiente, aunque eso estaba funcionando mal esos días y no correspondía del todo. Siguiendo los consejos de un baqueano del lugar, comencé por preguntarme dónde estaban mis deseos y disponibilidades. Preguntando por las desearías es que me tropecé con la primera dificultad que quedó disuelta bajo mi peso ontológico, que era considerable. Sin embargo, mis rodillas sangraban, y por eso me quedé sentada junto al lago del corazón para no desperdiciar nada. Y ahí comencé a llorar de nostalgia. Exclamé: Nada se pierde! Nada te roban! Vengo a que me re-emitan la nada, robo o extravío? Pues robo, por supuesto, eso es lo que me han robado: mi nada! Eso significa que , eso significa qué? Si siempre les resulta difícil imaginar la nada, ni siquiera intenten hacer el cálculo bruto de lo que puede significar que a uno le roben la nada. A dónde recurrir! Cómo acusar a alguien de haberme robado una nada! Quién iba a inquietarse por nada! Pero yo sí, porque si bien no sabía para qué servía, me hacía a veces de contrapeso cuando me agarraba la existencitis. Hinchada y pletòrica de ser, intoxicada, necesitaba hacerme lugar, y creo que para eso estaba mi nada. Yo puedo inventar todo, pero no nada, y por eso es que tenía que encontrar al ladrón (el plan B era hacerme yo ladrón y robar la nada de otro, la necesidá, que le dicen, Hereje!) Entonces me incorporé de un salto o me anexé. Estaba decidida a todo, y no me quedaba otra pues carecía de nada. Fue justamente entonces que me hallé en una posición sospechosa. Me dije: qué haces? Porque el psicómoro me había dicho que el diálogo con el sí-sismo es muy bueno, no se puede negar. Ah. Entonces me repetí, Ni sí, ni no, ni blanco ni negro: Qué haces. Y me contesté: estoy empollando una idea. Pero me lo contesté de un modo culpable, que me hizo sospechar que estaba escondiendo algo. Qué es esa idea? Bueno, no lo sé, no ha nacido todavía, es un huevito solamente. Peorrr!!!. Mis sospechas iban en aumento, que era el único medio de transporte que todavía no había aumentado. Y de dónde sacaste esa idea? Temblaba, yo, de miedo, yo, de furia. Bueno, digamos que la encontré y me encariñé con ella. Pero no me acusen de deshonestidad intelectual, que los dueños la habían tirado. Yo, en voz profunda y filosa (??): esa idea no será una nada? Nooo, esta idea es muy importante, trascendentallll. La nada a veces es una idea, pero ahora mismo no lo es. Esa idea no es la nada, la nada es la nada. Si, me he convencido, sofista. Entonces sigo camino, entro a la desearía. Hola, tengo un deseo. Y para qué viene aquí, si ya tiene. No, no, pido un deseo. Bueno, póngame de acuerdo, lo tengo o lo pido? Bueno, está bien, lo pido. Quiero una nada. Pero, no me tomemos el pelo, si quiero nada, vuélvase por donde se entró, no perdamos tiempo. Ah, que dificil que es dialogar así. En la disponibilería lo mismo. Dispone de dinero? Dispone de tiempo? Aquí traiga cosas, para pedir pida en la desearía, trae el ticket y luego dispone. Ah, soy una burocracia de nunca acabar, y hubiera muerto si no fuera porque mi vida continuaba. La única solución era convertirme en supermercado. Una vez que fuera supermercado, sólo tenía que ir a la góndola de las nadas y elegir la que más me gustara, y de paso agarrar cerebros de colores y todo lo que yo quisiera. Y lo más lindo es que no tenía que pagar nada (ajjjj), porque yo era el supermercado. El único problema es que no sabía cómo. Pero luego, el soporte técnico me dio la fórmula y lo hice. Ni bien me convertí en supermercado, me recorrí hasta que encontré lo que buscaba. También encontré cosas que no buscaba, pero por las dudas me las llevé igual. Así quedé un poco consumida, pero no se puede ir contra la caminante y mucho menos contra la corriente. 31 DE DICIEMBRE DE 1856 Pocos recuerdan que en 1856 pasó algo muy curioso. Más exactamente, fue el 31 de diciembre, pero justamente lo que no hizo es pasar. Es que todos suponíamos inductivamente que, luego del 31 de diciembre 1856, vendría un año nuevo. Y esto es lo que sucedió finalmente, pero no sin antes mantener en vilo a la población durante un tiempo que preferimos no medir. Nada de desidia en esto, sino todo lo contrario: se decidió con ce no medir para hacer más fácil su olvido y por lo tanto su desaparición como hecho del pasado. Pero, ahora que estamos revivalistas y revisionistas, lamentamos no haber medido el tiempo para así obtener una crónica que sea crónica, crónica con tiempo, que otra cosa vá sé. Esto ya no es posible y por eso mi escrito caerá con suerte en la literatura antes que en la historia, lo cual, por otro lado, no es tan malo. Sucedió que estando todos anacrónicamente preparados con nuestras cañitas voladoras y estrellitas de Bengala, y con las copas preparadas para alzarse, esperando la certeza de que el año era otro, algunos nos dimos cuenta de que estábamos esperando demasiado. Este demasiado se convirtió en una enormidad cuando vimos el sol salir y el sol entrar sin que pudiéramos decir que estábamos en enero. Los que pudieron sobrevivir a la comilona de Año Nuevo que había que continuar hasta que se pudiera alzar las copas, contábamos con rayas los soles que pasaban, y los relojes seguían con su sorda mecánica hasta que se comenzó a olvidar el darles cuerda a la hora acostumbrada, porque en esa emergencia, la frase hora acostumbrada, provocaba estertores de risa, en los que no estaban muertos o atados por el miedo. Cuando fue obvio que el nuevo año no venía, y esto no puedo decir después de cuántos soles fue, ya que las colecciones de rayas de cada uno diferían de una manera asombrosa (para exemplo, yo junté 25 rayas, el Gran Tamerlán juntó 108, y Wolfgang sólo junto 6, y eso que estábamos uno al lado del otro, en solución de contigüidá). Pero de cualquier manera y sobre todo de cualquier tiempo, en algun momento se hizo obvio que la humanidá estaba en peligro, y se reunió la Correspondiente Comisión Correctoria del Correccional, para discutir acerca de lo que debía hacerse frente a la contingencia. Uno dijo: "El problema no es del año este que se va, o que no se va, sino del que tendría que venir. Creo que no hay año 1957, y como el el 56 es un número de la responsabilidá, no se irá dejándonos sin año". Algunas cabezas asintieron. Pero algunas orejas negaron. "Esto es absurdo! -dijo otro- que el año es una convención". Se escucharon algunos "oh" repartidos en la sala del Consejo. "No, no, que esto sí es una convención, pero el año es algo que tiene existencia per se. Yo creo que se nos están devolviendo los 15 días que se borraron del calendario gregoriano porque sobraban. Aquí tenemos las consecuencias de semejante liviandad! Miren que decir que algo no existió porque no supimos acomodarlo!" Una voz indignada gritó: "Tú cállate, anacrónico, vete a otro siglo a hablar!" El anacrónico volvió a su asiento, rojo de rabia. Otro dijo: "Bueno, bueno, no es ocasión para pelearnos, que el tiempo apremia. ¿Qué decide el Consejo?" Alguien levantó la mano, pidiendo la palabra: "Yo digo que debemos convencer al año 1858 de que es el 1957 y que venga igual, y, si es el caso, que obligue al 1856 a irse presto". Griteríos y aplausos siguieron a la propuesta. Entonces se puso manos a la obra. Se delegó a Domingo F. Domingo, esperto orador y político ingente, para que hiciera las tratativas con el año. El Sr. Domingo se dirigió hacia la morada de los años sin usar y hablo así: "Ey, tú, Oh! ingenioso 1958!". Salió el año, y pregunto qué había. El esperto continuó: "¿Te has mirado bien? Eres el año más hermoso que hayamos visto nunca. Es una pena que no puedas salir todavía. Ah! ya me imagino, el 31 de diciembre de 1957, toda la humanidá oteando el horizonte y por fin diciendo, mirenló, mirenló, ahí viene, es hermoso como la estrella de la mañana y como cómo". El año, un poco ruborizado, contestó que no sería para tanto. A lo que el esperto contestó: "¿Que no? ¿Que no? Ya lo verás, cuando llegue el momento. Lo malo es que el momento no llegará, porque parece que no hay año 1957, y lógicamente tampoco un diciembre de 1957, y lógicamente menos un 31 de diciembre de 1957. Tenemos muchos diciembres y muchos 31 de diciembre, pero ningún 1957. Es lástima. Bueno, me despido de ti, año del perpetuo futuro". El tal 1958, que se había regodeado de antemano con la idea de la humanidá aclamándolo, le dijo: "Deténte! Por favor, por favor, ¿no hay algo que podamos hacer?" El esperto, que por algo era esperto, dijo: "No, no, lamentablemente. Espera, sí, HAY algo, pero tiene que ser un secreto entre nosotros". "Está bien, está bien, qué es?" Esperto: "Pues es esto: tienes que hacerte pasar por 1957 y te vienes ahora-ya, no tienes que esperar, que la humanidá toda aguarda por ti". Luego de pensárselo un rato, el 1958 dijo: "No, eso de ninguna manera puede ser, que soy bonito pero honesto, yo soy 1958 y a mucha honra. Además, luego la historia dirá: qué hermoso año que era el 1957, y jamás me nombrará a mí. El 1957 se quedará con todos los honores y yo nada". El esperto se impacientó y la diplomacia se le voló: "Vamos, que eres una convención. No eres nada, na-da, ¿lo entiendes?, no esistes sino adentro de un calendario! Si yo te digo que eres el 1957, lo eres y me sigues calladito y sin chistar!". Pero el 1958 era muy testarudo, y la vanidad le había dado realidad, por lo cual siguió negando. El esperto se fue bufando, no sin antes decir socarronamente: "sabes?, no me resultas tan bonito, ahora que te miro bien. Te digo más, eres más feo que pegarle a la madre en el dia del cumpleaños y es una suerte que no vengas nunca!" Entonces estábamos como al principio. No teníamos año y por eso estábamos usando y reusando uno viejo (y rehusando también, que ya nos tenía hartos, pero de mucho no nos servía eso). También el 1956 se veía cansado, como con ganas de irse a la morada de los años usados. Mientras, las fiestas de año nuevo continuaban, no podía hacerse otra cosa que comer, beber y estar con esos amados familiares que jamás veíamos y que ahora estábamos viendo demasiado (ustedes saben que eso no puede nunca ser bueno). Los soles seguían cruzando el cielo, pero ya no los contábamos, preferíamos pensar que nada de eso existía y que nada pasaba, que habíamos estado por siempre así, en la fiesta de año nuevo. Esta situación parecía no tener fin, y sin embargo lo tuvo, ya ven que de alguna manera ahora estamos en otro año y otro siglo (por razones que ya se entenderán, prefiero no especificar más). Lo cierto es que en algún momento, parece que la humanidá toda coincidió en dormir (y digo parece porque nadie lo sabe ciertamente, por eso de la dormición general que cundió). Cuando, indiferentes a si era la hora de dormir o no, o si había sol o no, tanto en la China como en las antípodas de la China, y en las antípodas de todas las antípodas, se durmieron todos, parece que el tiempo aprovechó para acomodarse, y, como los niños en la mañana de Reyes, uno a uno fuimos todos descubriendo el gran regalo del nuevo año en nuestros zapatos. La Correspondiente Comisión Investigadora no logró jamás saber qué había ocurrido, y por supuesto y como correponde a las comisiones investigadoras, jamás encontró un culpable (encontró, sí, a un viejo que tenía 28 relojes en su casa, y lo mandó a la época de la Santa Inquisición para que lo quemaran por brujo, pero el viejo era el famoso chivo expiatorio para conformar a la opinión pública, y por eso luego de quemado, se lo comieron allá por los siglos del Oscurantismo). Nunca pudo saberse si era el año 1956 el que no se quería ir, o el 1957 que no quería venir, y ni siquiera se supo si el que había venido era realmente 1957, y por eso se evitó cualquier mención directa a 1957 mientras este estaba transcurriendo, y se recurrió a toda clase de eufemismos: este año, el año presente, etc. De este suceso viene la costumbre de decir "el corriente año", porque, debido a este accidente temporal y a otros, realmente no podemos estar seguros de en qué año estamos. SOCIEDAD DE INACCIONISTAS ANÓNIMOS Sé de una pobre alma que está impedida de disolverse hace siglos. Cada vez que está por hacerlo, un recuerdo lo reclama. Es que fue un hombre muy importante, un benefactor de la humanidás, y miren cómo tiene que pagarlo. No pasa un momento sin que alguien lo recuerde en una escuela o en un libro de historia, sin que alguien intente meterlo en un cuento. Yo mismo, ahora, trato de hablar de él sin nombrarlo y sobre todo sin recordarlo, para que, si se diera el caso de que justo nadie lo esté recordando, se pueda disolver por fin, y a otra cosa. Porque una vez que uno se ha disuelto, ya está, no hay recuerdo que pueda a uno rejuntarlo otra vez. Pero para algunas almas lograr eso es difícil, y para esta en especial (no, no voy a decir de quién se trata) simplemente parece imposible. Cada vez que está por lograrlo, ay!, alguien lo reclama, y, pues, que ya empieza a cansarse, luego de 2000 años. Por eso, no hay como el anonimato y la inacción absoluta. No hacer nada, y menos que menos hijos, no decir nada, no pensar nada, no figurar en los registros bancarios, eso es lo mejor. Si es quimérico el intento de no hacer nada, entonces, hay que elegir bien lo que se hace: hay que intentar hacer sólo cosas medias, ni buenas, ni malas. Porque las cosas medias son más plásticas a la hora de anonadarse. Le siguen en plasticidad las maldades y por último están la bondad y la genialidad. Ah! eso es imperdonable, se paga muy caro, con siglos y siglos de errancia almática si uno tiene mala suerte como el espíritu del que os hablaba al principio. Desde esta asociación intentamos una reducción máxima del peligro de que nos recuerden. La estadística nos ha ayudado mucho a comprender qué aspectos son más pasibles de recuerdo que otros, y nos enseñamos mutuamente a evitarlos. Nuestros días transcurren entre el ejercicio del anonimato (6 horas al día), la reflexión (10 horas), y el resto los dedicamos a comer y dormir, actividades totalmente inocuas. Las grandes mentes que trabajan en esto, no hacen sino pensar rodeos, perífrasis, para que, de ser una acción inevitable, se haga de manera que nadie la recuerde; es decir, nunca hacemos nada directamente. Estas grandes mentes son, por supuesto, "testigos de identidad protegida", porque por ser grandes son muy vulnerables a la adoración y a convertirse en Maestros, con lo cual su condena postmortem estaría firmada. Una de las pruebas mayores a que estamos sometidos es la trampa de la piedad, o filantropía. Es fácil caer en las garras de un niño que necesita nuestra ayuda. Pero no debe olvidarse que el agradecimiento es uno de los venenos más efectivos. Provocar agradecimiento es posponer indefinidamente nuestra disolución. Otras situaciones de riesgo son: el amor, la simpatía, el arte, y en general todas, dada la manía humana de coleccionar nombres. Si bien no todos los asociados son totalmente pasivos y hay quienes tienen diversas actividades, ningún asociado puede seguir siéndolo si se dedica a una de las ciencias diabólicas: la fotografía, la historia y la biografía, entre otras. Automáticamente queda expulsado y nos dedicamos a queremos matarlo. No lo matamos porque esto puede significar una indeseada notoriedad. Por eso nos conformamos con querer matarlo toda nuestra vida, y esto es suficiente. DE CÓMO ME CONVERTÍ EN CUIDADOR DE ÑANDÚES ñandusesñandusesñandusesñandusesñandusesñandusesñanduses Los ñanduses galopaban de una manera desenfrenada aquella tarde. Yo había salido varias veces a pedirles un poco de decencia. Pero los ñanduses se limitaban a detener momentáneamente su zapateo, y mirarse entre sí, azorados. Finalmente entraron todos en la casa y se quedaron tan quietos como los ñanduses embalsamados. Luego ocurrió que entró el comisario en busca de los cabecillas, pero los ñanduses vivos estaban tan quietos que no se los distinguía de los embalsamados. Esto duró hasta que duró, y luego ya no, pero ese luego todavía no llegó. Pero mientras duró, el comisario se quedó tan duro como el comisario embalsamado, con el fin de que, al no poder distinguirlo, los ñanduses vivos creyeran que ya no los buscaban y se movieran. Pero los ñanduses no eran nada tontos, o mejor, eran muy miedosos y no querían dar el brazo a torcer, porque no tenían brazo, pero tampoco querían que les torcieran las alas, porque luego ya no podrían volar, y si bien nunca habían podido volar, no perdían las esperanzas. Así que se quedaron todos quietos, el comisario también. Yo tenía una angustia que no podía ser de tanta, por eso miraba a la pared, por eso y porque pensaba que sería bueno pintarla en ese mismo momento. Pero eso no podía ser, porque estaba lleno de ñanduses y de comisarios y no se podía pintar así, a menos que los llevara uno a uno afuera, pero eran más de cien, y para cuando hubiera terminado, ya habría olvidado para qué los había sacado, y entonces los volvería a entrar, como ya me había ocurrido una vez. Es que esa es una de mis características, defecto le dicen algunos: pierdo con facilidad de vista mis fines, y me parece que mis medios son mis fines, y mis fines mis medios, y luego ya no sé qué venía antes y qué quería hacer para qué. Pero no es tan grave, se vive igual. Entonces pensé que lo mejor que podía hacer es esperar a que dejaran de jugar a policías y ladrones, o a las estatuas para hablar con propiedad. Entonces todos se irían. Bueno, los embalsamados seguramente se quedarían, pero ésos eran sólo 10 y podía perfectamente sacarlos sin olvidar mi fin. Como el tiempo pasaba y todo seguía quieto, decidí irme a dormir, para ver si la situación cambiaba por la mañana. Pero ocurrió que ninguno había comido y los ruidos de las tripas de todos los ñanduses vivos y del comisario, el vivo, por supuesto, no me dejaban dormir. Quiero que se me entienda bien: A mí nunca me gustó colaborar con la ley, tampoco es que no me gustara, simplemente me daba lo mismo. Y los ñanduses eran bastante simpáticos a pesar de todo. Por eso no quería denunciarlos. Era una cuestión de consciencia, y si bien a mí me parecía que yo no tenía "eso", era una cuestión igual, y las cuestiones son cuestiones, eso no puede discutirse. Entonces me pareció que lo más práctico para el caso era proveerme de un centenar de sondas y alimentar a ñanduses y comisarios mediante ellas, para que sus panzas dejaran de ahuyentarme el sueño. Si hubiera tenido un papel, todo hubiera sido diferente. Porque entonces hubiera anotado, como estoy haciendo ahora: quiero sondas para alimentarlos para que me dejen dormir hasta que se cansen de estar ridículamente quietos y entonces yo pintaré la pared, luego de haber sacado los seres embalsamados. Pero el caso es que no tenía. Podría haberlo ido a buscar, a pesar de todo, pero temí que me pasara como cierta vez, que fui a buscar papel para hacer una lista de medios y fines, pero cuando volví me confundí y pensé que el papel era medio para escribirle una carta a Rosa, mi fin. Si, que mi fin era escribirle a Rosa y que Rosa fue mi fin, y que escribirle a Rosa fue mi fin con Rosa, las tres cosas. Porque todo había comenzado y terminado con Rosa. Yo antes era un hombre distinto, y después también. Pero antes no olvidaba mis fines, esa es la diferencia. Los tenía todo el tiempo en la cabeza, me obsesionaban hasta el punto en que no podía respirar porque no me acordaba de hacerlo. En esa época lo que me costaba era recordar los medios: y me repetía, "respira, es un medio para lograr tus fines, si no respiras no se puede". Pero no servía de mucho, cada tanto me tenían que internar por asfixia autoprovocada involuntariamente. Probé de todo: hasta cintas en los dedos, pero como perdía todo el tiempo las cintas, probé anudarme los dedos, para lo cual debí hacer un curso de yoga para que no doliera tanto, los dedos se resistían un poco al principio, pero luego se fueron acostumbrando, hasta poderlos anudar todos. Pero en eso también había problemas: un día me di cuenta de que tenía todos los dedos anudados y que no había tomado la precaución de dejar algún dedo libre para desanudar al resto. Entonces, de alguna manera llegué a la puerta y la abrí (por suerte no tenía llave, porque si no... ah, con la boca? no lo había pensado), toqué el timbre de la vecina con la nariz y ahí estaba Rosa. Extendí hacia ella mi cúmulo de dedos anudados y ella sin decir palabra, los desanudó. Así comenzó nuestra historia de amor, y a partir de allí fui un hombre distinto. Nuestra historia de amor terminó a partir de otro momento, y a partir de ese otro momento fui un hombre distinto de distinto, más parecido al que soy ahora pero menos parecido al que era antes y al que seré después, que no son nada parecidos: son otro. Pero y esto? Ah, el papel! Ya ven que sin papel, la vida no tiene sentido. Y entonces la vida no tenía sentido esa noche de los ñanduses y daba lo mismo buscar 100 sondas que una. Lo pensé, eh? Qué tal si me anestesio por sonda, así podré dormir. Pero luego me pareció que autoanestesiarse no era legal, y con un comisario vivo en el living... porque al otro no creo que le importara, digo, al embalsamado. Al fin y al cabo, estar embalsamado tampoco es legal, así que, una mano lava a la otra... De modo que salí a por las sondas, pero al salir nomás me di cuenta de que era medianoche, bueno, para ser sinceros, sólo me di cuenta de que era de noche, pero no podría precisar qué fracción de noche era. Entonces me dije: dónde conseguirás un centenar de sondas en alguna parte de la noche. Y me respondí: juro que no lo sé. No era momento de discutir a ver si me creía o no me creía, y si se debía jurar o no se debía, a mí me parecía que no, pero decidí pasar esto por alto y continuar hacia mi meta, que era saber qué hora era para ver en qué parte de la noche estaba, si comenzando o terminando, para tomar una decisión. Pero luego pensé que eso no servía de nada, porque fuera la hora que fuera, esa hora sería, más allá de mi ignorancia. Y por tanto, más me valía buscar una farmacia que estuviera abierta durante la noche, y si mientras buscaba, encontraba una farmacia que no estuviera abierta de noche, y estaba abierta, es que ya no era de noche, y si estaba cerrada, es que todavía era de noche y debía seguir buscando una farmacia que estuviera abierta durante la noche o una farmacia que no estuviera abierta durante la noche, cuando ya no fuera más de noche, etcétera, etcétera. Sí, la cuestión de la hora no tenía ninguna importancia. Finalmente, encontré una farmacia abierta, pero ahora que lo pienso, no me fijé si era de las nocturnas o no, porque no parecía importante una vez que ya la había encontrado. Por supuesto que si lo hubiera sabido antes, hubiera ido o no, según cuál fuera la respuesta, pero ahora ya había ido y difícilmente pudiera des-ir. Luego de larga reflexión, frente a la mirada inquisitiva del dependiente, recordé lo de las sondas y le dije lo que quería. Él vaciló entre la responsabilidad profesional y mi billete, y luego se ve que prefirió no preguntarme para qué podía querer yo semejante cantidad de sondas, así, con los pelos parados y la cara crispada por las ganas de dormir insatisfechas. Sólo dijo: "semejante cantidad no tengo, ni siquiera un poco parecida. Sólo puedo ofrecerle cuatro". Las tomé sin decir palabra, y continué caminando hasta al amanecer, de farmacia en farmacia hasta reunir 15 sondas. Luego me pareció que ya no tenía sentido buscar farmacias abiertas, porque todas estaban abiertas ahora, y como dedicarme a buscar farmacias parecía ya una cuestión de juego, decidí que con 15 sondas era suficiente: haríamos turnos de sondas, y problema solucionado. Cuando regresé a mi casa, mi alegría fue enorme al descubrir que todo seguía igual: porque yo había querido dormir para ver si la situación cambiaba por la mañana. Bien, era la mañana, y nada había cambiado, por lo tanto no había necesidad de haber dormido. Y como no había dormido, eso estaba muy bien. Luego ya no necesitaba las sondas, ya que no quería dormir, y por lo tanto bien podían esperar hasta la noche, cuando sí quisiera dormir y sus estómagos me lo impidieran. Esa noche no quise dormir, y la siguiente tampoco. Pero unos días después me decidí a pintar la pared, y por ello intenté que se movieran todos, para no tener que cargarlos. No se movían, y creí que era porque se encontraban demasiado débiles para moverse. Entonces planifiqué el turno de sondas. 15 por vez hacían unos 7 turnos, calculé, de dos horas cada uno, eso eran unas 14 horas y luego sería de noche nuevamente y no podría pintar la pared. Otra solución era esperar a que se movieran o se murieran, pero eran muchos y eso olería muy mal. Y luego debería deshacerme de los cadáveres. Lo mejor que podía hacer era sacarlos uno a uno, pero no podía hacerlo a plena luz del día, era demasiado sospechoso, sobre todo en el caso de los comisarios. Debía esperar hasta la noche, pero entonces tampoco podría pintar, porque debía esperar a la mañana para eso, y por la mañana debía hacerlos entrar a todos otra vez, se imaginarán que no podía dejarlos en la calle. Entonces tanto daba que estuvieran dentro o fuera durante la noche, de todas maneras no era posible pintar. Por lo tanto, decidí aprovechar el tiempo dándole a las sondas, ya que no había nada mejor que hacer. Tardé varios días en darme cuenta de que era inútil, porque los embalsamados eran indiferentes al alimento, los que se habían muerto entretanto también, y el resto se acostumbró enseguida a esa nueva forma de existencia, y ya jamás quiso moverse. Ahora debo alimentarlos para evitar que se pudran. Y no, no he podido pintar la pared aún. ñandusesñandusesñandusesñandusesñandusesñandusesñanduses