Los escritos de Luz Spaïn UN-GÜENTITO Todo empezó una noche, durante la hora de la cena. Desde luego, algunas cosas ya habían empezado antes que eso, y aun esto mismo puede haber empezado mucho antes incluso de nuestros nacimientos, en un juego de causas y efectos inescrutable para el ser humano común. Pero dado que es necesario fijar un comienzo, a riesgo de tener que relatar la historia de Eva y Adán, creo acertado fijarlo esa noche a la hora de la cena, cuando Roberto, sin ningún motivo aparente, se subió a la mesa y se quedó ahí parado, con los pies llenos de tuco. Roberto al mismo tiempo que se quedaba parado, gritaba, y eso ya debiera haberme advertido, ya que la simultaneidad no era una de sus virtudes. En seguida sonó el teléfono: era la vecina que se quejaba del ruido. Le dije que era sólo Roberto, parado sobre la mesa. Un segundo y timbre: la vecina otra vez, que quería ver. Le dije que pasara. Os transcribo este diálogo y los que siguen tal cual los recuerdo, pues tal vez éstos contengan la clave para comprender lo que pasó a continuación. - Le ha dado la glucemiosis otra vez, pero ya he llamado al médico. - Ah, entonces vendrá - ¿Quién? - Pues el médico. - Ah, no, no vendrá. Pero Roberto no está muerto. Estoy segura de que Roberto no morirá. - ¿Es inmortal? - Bueno, no estoy segura. Para algunos sí. Para Cleta, por ejemplo, que murió el año pasado, sí lo es, porque durante la vida de ella, él no morirá, y fuera de su vida, a ella qué le importa. - ¿Desde cuándo está así? - Y, ella está muerta hace casi un año. - Mi sentido pésame. - Sí, sí gracias. - Pero ¿y Roberto? - Sí, Roberto también te lo agradece, cuando se le pase la glucemiosis me lo dirá, estoy segura. Luego ella preguntó que si la necesitaba para algo, y yo le dije que no. Acto seguido se fue. Después creí que venía el médico, pero, equivocada como siempre, luego hube de ver que era sólo Jergónimo Jergónimez, el Jergogligólifo. Roberto a gritos me preguntó quién era, que el no quería ver a nadie. Yo le contesté: No te preocupes, querido, es sólo Jergónimo Jergónimez, el Jergogligólifo. Él: Que no entre, no lo conozco, yo sólo conocí un Jergónimo Jergónimez, que le decíamos Jota-Jota, y era nuestro hijo. Yo le dije: Ese mismo es, pero me ha estudiado en la universidá y ahora además de Jergónimo y de Jergónimez, lo llaman el Jergogligólifo. Podemos llamarlo Jota-Jota el Jota, si te parece. Pero Roberto, tan tozudo, dijo: Da igual, es un total extraño para mí, que no entre. Y se puso a recitar: "Apenas llegado a Roncesvalles, Jergónimo Jergónimez, famoso jerogligólifo, despeinó de su cavailo. Lo que vió, lo dejó recóndito e imantado, y allí mismo se puso a permonizar versos en el castelano más de no creer". Jergónimo, luego de examinar atentamente a su padre, notó seguramente algo extraño en él, por lo cuál me preguntó qué le pasaba. Yo le conté lo que sabéis, del médico, la vecina, y lo de Cleta, por si no se había enterado. Jergónimo se encogió de orejas y dictaminó que lo que Roberto tenía era una agerlia provocada por un menendezpidalillo que lo había picado. Yo miré azorada a mi filo, mientras él me seguía explicando: "Un menéndezpidalillo es como un insepto, Madre, pero nada parecido. Solo que pica y deja roncha". Roberto, luego de unos instantes de silencio, recomenzó: "Se le crebava el coraçone, se derieba. Y aqueste es uno de los comienços de la literatura española. Y si así comenzamos, era inebitavile que terminaronemos en la asurdidá de las más asolutas. Si no me creéis, ustedes, escuchad, escuchad: El rey quando lo vido, oít lo que faze: alçó las manos por las barbas tirare; por las barbas floridas, bermeja sayllía la sangre. Exa ora el buen rey oít lo que dirare. Y si non, y si non: Merçed, ya Çid, barba tan complida! Fem´ante vos yo & vuestras ffijas iffantes son & de día chicas con aquestas mis duennas de quien so yo servida." En cuanto Roberto húbose callado, preguntéle a Jota Jota el Jota qué habíamos de hacer con Roberto. Él, sacudiendo la cabeza, dijo que sólo había un remedio, pero que él no sabía cuál era. "Pero -continuó- antes de que digas nada, y pa´ que te sientas orgullosa de mí, te digo que nadie lo sabe, es decir, no soy el único ignorante". Yo: "Ah, hijo, me dejas más tranquila, porque eso de enviarte a la universidá y que luego a la primera de cambio hayas de confesar que no sabes..." Claro que ahora yo estaba más tranquila, pero a pesar de todo, eso no resolvía la situación de Roberto, y por tal motivo pregunté a Jota Jota el Jota: "Qué recomiendas?" - No recomiendo nada, que aún no he comido. - Oh!, te comprendo, yo tampoco he comido desde hace 19 días y 3 más, pero con tu padre arriba de la mesa, no se puede. Tu padre siempre el mismo, eh? El perro del hortelano, comed y dejad comer!, oh, Can! Y al mismo tiempo, él tampoco ha comido como ya te digo, y para peor está parado allí desde hace 19 días y tres más... temo por su salú. - Calma, madre, si no baja de la mesa iremos a un restorán, y una vez que esté comiendo por segunda vez, te diré lo que estoy recomiendo, o sea, mi recomendación del caso. Así lo hicimos, dejando a Roberto sólo durante cuatro días, que fue el tiempo que tardamos en comer y recomer, tanta hambre teníamos. Al regresar, realmente estaba aterrada con la idea de que Roberto estuviera embalsamado o agonizante, pero la somnolencia provocada por la ingesta me hizo saltear el comedor y dirigirme directamente al dormitorio, donde tras un sueño agitado de 12 hs., desperté muy cansada debido a la agitación y volví a dormirme. En esta segunda dormición, tuve sueños muy reveladores: Soñé con tres grullas sincopadas (o con cinco patas, no estoy segura, la banda de sonido del sueño estaba muy dañada). Las tales grullas estaban muy pegoteadas porque eran de miki-moko. Luego vino un águila calva y se comió a las tres grullas, incendiándose luego como la zarza de la Biblia interactiva. Desperté con la certeza de que debía liberar a Roberto de su enfermedad, y con la firme decisión de hacerlo, costara lo que costara. Me dirigí al comedor, y ahí seguía Roberto, dando la lata con el libro del Caballero Zifar y la gesta romanorum, los tradicionalistas y los individualistas. A gritos, llamé a Jota Jota el Jota, que estaba en Egipto persiguiendo a la Rosita de Champoñón, sin saber el pobre que la muchacha se había ido seguramente para el Britiy Miusium hace tiempo. Cuando llegó Jergónimo, le dije: "Jergónimo, tengo algo muy importante para decirte. Este hombre está poseído y debemos exorcisarlo. Trae tus apuntes de clase". Pero, para mi sorpresa, Jergónimo se quedó duro en su sitio, y comenzó a sollozar, y luego a llorar, salpicándome con sus lágrimas. Y dijo: "Oh, madre, debo confesarlo. No soy Jota Jota el Jota sino Jota Jota el un poco Jota". Yo, con los brazos en jarra, exclamé: "Qué significa esto!", mientras señalaba las palabras que el había vertido en el pasado. Él contestóme: "Pues que no he rendido los exámenes de exorcismo I, II y II, ni los de algunas otras materias. Verás, es que la Piedra Rosetta me deslumbró, pero luego ella me dijo que era la Rosita de Champoñón y quedé destrozado. Desde entonces, la busco por todos lados, y leo los diarios esperando que por fin aparezca la noticia de la muerte de Chamoñón, y entonces... Por eso te he mentido". Yo: "Oh, hijo, acaricio tu cabeza. Más bien imagínatelo, porque tu cabeza está muy lejos, quién sabe dónde, y yo estoy demasiado lejos para viajar. Te comprendo tanto! Pero olvídalo, no te preocupes, que cualquiera sabe hacer un exorcismo sin necesidad de ir a la universidá. Trae lo necesario." Probablemente porque no le especifiqué bien qué era lo necesario, o en su defecto, lo necesario para qué, lo cierto es que Jota Jota el un poco Jota tardó 25 días y 2 años en reunir lo necesario. Mientras tanto, debimos mudarnos, porque nuestra casa no era suficientemente grande para albergar lo necesario. La mudanza de la mesa se hizo por supuesto con Roberto arriba de ella, cuidando de que él no perdiera su microclima homeostático, cosa que efectivamente se logró ya que él siguió hablando como si nada. Como hacía unos 50 días y 2 años que Roberto no comía, estaba muy desmejorado, aunque como él nunca habia mejorado en nada, le resultaba difícil desmejorar, y esto lo desgastaba aún más. El día en que por fin Jota Jota el Jota completó lo necesario, apenas podía yo divisar a Roberto. Le dije a Jergónimo que se anduviera con cuidado, ya que su padre estaba muy débil, y corría el riesgo de resquebrajarse. Así comenzamos el exorcismo: mezclé todo lo necesario en cantidad necesaria, traje a colación unas palabras que tenía guardadas, y luego de que estuvieron bien coladas, mezclélas con el resto. Dado que Roberto no tenía actitud para darle de beber nada, lo sumergí a él en la olla, y la puse a fuego lento hasta el primer hervor. Examinamos luego a Roberto, y vimos que estaba curado, ya que había dejado de hablar de cavailleros y Roldanes. "De poco sirvió -pensé pesimísticamente en un principio- porque Roberto está muerto, quién sabe desde cuándo". Pero esa noche, me dormí con la certeza de que habíamos hecho un bien a esa pobre alma liberándola del demoño medieval. Por si acaso le había dado la catalepsia, guardé a Roberto en un alhajero, junto con un epitafio, por si estaba muerto. "Plogo a Mío Çid porque creçió en la yantar, plogo a los otros omnes todos, quantos con él están" SEGUNDO MOTOR INMÓVIL El señor, no, ese no, el otro, se había indigestado finalmente. Nosotros estábamos esperando que ocurriera eso desde hace tiempo y ya nos mirábamos con una interrogancia que no podía ser de tanta. Pero cuando el señor, no, ese no, el otro logró su indigestión, eso no nos hizo sentir más felices, ni tampoco menos. Porque la felicidad pasaba por otro lado, el lado sí, sí ese, que no tenía nada que ver con el señor, no, ese no, el otro. Aunque, si nuestra felicidad hubiera sido mayor, no por eso él se hubiera indigestado o hubiera dejado de indigestarse. Él se indigestó y se dejó de indigestar cuando fue el momento apropiado, aunque nosotros le veníamos pidiendo que se indigestara o que se dejara de indigestar de una vez. Pero para nada concluimos en que no existía relación entre nuestra felicidad, su indigestión, y nuestras súplicas. La causalidad era obvia, y no ha dejado de serlo por eso. Porque la felicidad pasaba por otro lado, que era el mismo lado que nos obligaba a suplicar, aunque nuestras súplicas no tuvieran que ver con nuestra felicidad. Y, la indigestión en perspectiva confluía con las súplicas y las felicidades, porque el género tiene esas correspondencias. Claro que lo que al señor, no, ese no, el otro, lo había indigestado parecía (para un profano) la cantidad de propileno y betún de judea que había en su dieta diaria. Es decir, esa es la causa aparente, efectiva, pero no efectora. Lo efector era lo que hacía que nosotros abriéramos los ojos cual muñecos. Y la causa primera de esto y del universo es el aburrimiento, el primer motor inmóvil que para seguir siendo inmóvil y por no poder dejar de serlo, proyecta el movimiento sobre los seres y las palabras. Cuando nos dimos cuenta de eso, dejamos de movernos, sólo para molestar, y preferimos la telepatía de allí en adelante. Aunque, un análisis un poco más profundo nos llevó a la conclusión de que la telepatía era una forma del movimiento. Así que, solicitamos amablemente a todos los señores indigestados que se retiraran a indigestarse a otro lado: a ese no, al otro, a no, ese no el otro, a no, a aquél no, a ese, y al único que nos quedaba, hasta que no quedó ninguno. Entonces mayestáticamente (ah, porque era yo sola) hicimos nuestro manifiesto: todos los movimientos que hiciéramos de ahí en más estarían dirigidos a encontrar la fórmula de la inmovilidad, por dos razones: una, pa molestar nomás al primer motor inmóvil, y la segunda, para hacerle competencia, o sea, también pa molestar nomás. Nos convertiríamos entonces en el segundo motor inmóvil y nos situaríamos más allá del universo aristotélico, fuera del éter y de la esfera de estrellas fijas. Y, último pero no último, negaríamos cualquier relación de causalidad con el primer motor inmóvil, excepto si el primer motor quería negociar y decir que él era un efecto de nuestra causación. Ahí se podía llegar a conversar. Llamamos a voces y a los señores indigestados para que se presentaran ante el Segundo Motor Inmóvil, y para promocionar nuestro producto causalicio de próximo lanzamiento les ofrecimos una rebaja en la tarifa, que incluía la inmediata desindigestación y la no-indigestación vitalicia, aunque comieran betún o hamburguesas de MacDonald´s. Ellos aceptaron, y se quedaron satisfechos porque nosotros tenemos la satisfacción garantizada, y se convirtieron en nuestros primeros clientes. ESA NO ERA TU CONSCIENCIA. USA LA QUE TE CORRESPONDE! A: -Algo ha salido mal: uno de nosotros se ha equivocado, pero no sabemos cuál. B: -Yo por supuesto estoy muy seguro acerca de mí mismo, y por eso respiro, y porque debo estar vivo para poder morir. C: -Pero no pasó largo rato sin que descubiera con asombro que todos los están, es decir, todos están seguros acerca de sí mismos. D: -Entonces si esta certeza no sirve como prueba, hay que encontrar otra, y no sólo por el hecho de encontrar pruebas, afición al que todos adscribimos fervorosamente, sino porque la situación exige eso. E: -Es evidente que alguien se equivocó, porque aquí hay algo que antes no estaba, pero no de la misma manera en que el resto no estaba. Ahora somos un poco más y también un poco menos, porque lo que sobra tiene que faltar en otro lado. F: -Eso ya lo sabemos, pero no nos ayuda demasiado. Tú mejor no hables, que no tienes nombre. G: -Bueno, eso está por verse, quién dice que soy yo el que no lo tiene, y no eres tú, por ejemplo? H: -Bueno, bueno, calma, que así no llegamos a ninguna parte. Revisaremos punto por punto el procedimiento: A ver, quién se suicidó primero? I: -Yo creo que fue X, porque si bien empezó después de Y, terminó antes que Ñ pero después que R. Pero R a su vez empezó después de X y terminó antes que Ñ. Pero M no. J: -¿M no terminó todavía? K: -Eso es justamente lo que no sabemos. L: -¿Tú que opinas, M? ¿Terminaste de suicidarte ya? M: -A mí me parece que sí, pero no le encuentro la diferencia realmente. Ñ: -¿Cómo que no? La diferencia es que antes éramos un poco menos y ahora un poco más pero alguien es un poco menos. O: -Claro, sí, pero lo que no sabemos es quién se ha desdoblado, si es eso, y tampoco si ya todos habíamos terminado de suicidarnos cuando ahora. ¿Tú cuantas veces lo hiciste últimamente, P? P: No lo sé, lo vengo haciendo hace tanto, ya se me hace costumbre. Q: No, R, ahora no. Esperate un poco que tenemos errores. R: No, tiene que ser ahora, es que hace mucho que me suicidé por última vez y me está dando la abstinencia. S: Esperate un poco, por favor. Mira si tú también te desdoblas esta próxima vez y luego ya tenemos otro desdoble y no sabremos cuál es el desdoble de antes y cuál el nuevo. Complicas todo! T: Y si nos ponemos etiquetas? Yo me dibujaré una B, tú una C, él una D, nosotros una E, vosotros una F, emsétera emsétera. Y luego vemos, ¿qué les parece? C: Pues yo te digo que no nos alcanzan las letras del alfa-beto D: Pero si recién nos conté y éramos sólo 5 o 7. Alguien se está desdoblando! Que pare, basta! ¿Quién es? E: Yo no, soy nuevo en esto y no me sale bien. F: Todos aquí somos nuevos, estamos recién suicidados. Eso no es excusa G: Bueno, pero sin embargo, habemos algunos más nuevos que otros, pero si no nos rotulamos no podremos saber quiénes somos. H: Yo tengo una idea. Aya! No, ya no la tengo, creo, la tiene él. I: Sí, sí, te has desdoblado, muy gracioso! así no se puede. Dejen ya por un momento de hacerlo, todos! J: ¿Y qué hay de tí? Eres muy rápido en la crítica, pero mientras no dejas de suicidarte ni por un instante. K: Sí, pero no me desdoblo. Yo no me equivoco. L: No es cierto, te equivocas todo el tiempo. Te suicidas de una manera horrible! Eres un asco, no, no, dos, cuatro, 28 ascos, porque te desdoblas y dejas consciencias por todas partes! M: Basta de pelear. Llamemos a un terapista de vidas pasadas, él nos dirá todo, quienes éramos y quiénes eran el mismo y hace cuántos suicidios. Ñ: -Sí, es una buena idea, lástima que algunos no dejan pasar un rato sin suicidarse 2 o 3 veces, y por lo tanto el terapista no podrá hacer nada, siempre estará tan alejado del principio como al principio. O: -Sí, en eso tienes razón. Pero no debes juzgar, porque algunos no se dan cuenta, no lo hacen de malos. Es involuntario. Yo mismo no estoy seguro de no haberlo hecho recién. P: -Entonces? Q: -Entonces nada. Continuemos. SEMÁNTICA La polisemia del hombre lo obliga a permanecer largas horas en reposo. Por eso la semántica, retoño pujante de la medicina, retoño que de tanto pujar ya va siendo rama (?), no podrá jamás dejar de ser un campo importante de estudio. Ocurre con frecuencia que la inflamación de la semia da origen a toda suerte de desarreglos, y serán poli desarreglos ya que, como dije, el hombre posee más de una hasta llegar a poli-glándulas sémicas. Bueno, como poli son poli, eso nadie lo discute, pero cuántas son, eh? ¿Poli es para cuando uno se cansa de contar? ¿Como un canto-peli-bicho-bolita-manco o un pido gancho el que me toca es un chancho? Bueno, no, no exactamente, un poli es como un nano o como un giga, pero es más misterioso. Sin darnos cuenta, de repente éramos poli, pero hace sólo un instante, ¿cuántos éramos? Ajá! He ahí la cuestión: ser o no ser, y por ley transitiva, poli o no poli. Si uno interroga una palabra, así como quien no quiere la cosa, es seguro que ésta no nos responderá (bien, no es seguro, pero en todo caso es conveniente que no lo haga). Pero en este silencio, mímicamente, la palabra nos hablará de su origen y de sus avatares, aunque esto no nos dará ninguna garantía de que no mienta. Estas son las famosísimas trampas del lenguaje, a las que ni siquiera un cazador avezado es inmune. Sin embargo, como siempre, hay maneras y maneras de caer en la trampa: la elegancia es algo que jamás debe dejarse, ni aún en las peores crisis semánticas. Esto es lo primero y quizás lo único que debe tener en cuenta quien se aboque a la medicina. Y, aunque algo segundo y único pueda parecer un absurdo (esta también es una trampa del lenguaje), lo segundo y único que debe tenerse en cuenta es que las glándulas sémicas están en constante reproducción, y por lo tanto debe evitarse el esfuerzo de inventariarlas. Debe evitarse y es un derecho evitarlo. Un derecho y un deber que están en la misma cara, es decir que uno no es la contracara del otro. Pero como todo lo que tiene cara ha de tener contracara, lo tercero y único que ha de recordarse es que no debe buscarse esta contracara de ningún modo, ya que ésta existe y con eso es suficiente. Con estas premisas básicas ya puede un semántico novel acudir a ayudar a su enfermo. Deberá primero interrogarlo cuidadosamente acerca de sus síntomas: contexto de aparición de la palabra (es decir, qué se encontraba haciendo el paciente cuando le apareció), usos más frecuentes, primera documentación, frecuencia, etc, etc. Si el paciente está impedido de hablar, deberá intentar la comunicación gestual y si ésta es imposible, se deberá recurrir a la adivinación o a la asociación libre. Una vez que se ha completado el cuestionario, el médico semántico procederá a la curación: para esto se valdrá de todo lo que su imaginación le dicte: electroshock, psicoanálisis, tarot, baños de inmersión, terapias de comida, televisión, salidas al shopping, o cualquier tratamiento que considere apropiado. Si el paciente se pone filosófico, habrá que internarlo en terapia intensiva sin perder un momento. Si se pone existencialista, lo mejor para él será la eutanasia. Una vez que el facultativo considera completo el tratamiento, someterá al paciente a controles periódicos, repitiendo el cuestionario de diagnóstico y comparando las respuestas. Debe tenerse en cuenta que la inflamación de las glándulas sémicas es incurable, y lo único que puede hacer la ciencia por el momento, es desinflamar momentáneamente las glándulas y evitar con los métodos descriptos que el paciente se intoxique con los significados.