05 Mayo 2000 Luz Experimentos Desde siempre he sido una persona muy cuidadoseada por mí misma. Creo que ya en el vientre de mi madre comencé a cuidarme, pero no fue sino hasta la edad adulta cuando comencé a hacerlo con método. Por ello es que he dispuesto en cuadernos mis tareas diarias a tal fin dirigidas, para no olvidar ninguna y también para ir recogiendo nuevas experiencias e incorporarlas a mi régimen de vida. Soy lectora de todas las revistas sobre salud que puedo cazar, y tengo buen cuidado de comparar, por ejemplo, las tablas de composición normal de la sangre que salen en estas publicaciones. Una vez cada quince días me analizo la sangre a ver si coincide con la última tabla publicada (porque los estándares, al igual que yo, van cambiando). Si no coinciden aunque sea mínimamente, me someto a todo tipo de tratamientos y ejercicios hasta lograr la exactitud. A algunas personas puede parecerle que esto es excesivo, pero yo creo que es lo correcto. Porque, a pesar de mis cuidados, he sufrido desarreglos que podrían haber sido fatales. Cierta vez, por ejemplo, me ocurrió que mientras dormía, se me quemó un fusible. Una vez que el médico me hubo reparado, le pregunté qué podía hacer para evitar de aquí en más un suceso como aquel. Él me respondió que era inevitable, que se podían dar golpes de electricidad durante el sueño, que no podían controlarse. Pero yo, por supuesto que no me quedé con su palabra. No era suficiente. Porque, ¿cómo aceptar tan panchamente que cada vez que me entregaba al sueño, estaba yo en peligro, sin que nada pudiera hacerse? No, eso me resultaba inaceptable. Por lo tanto, aquella misma noche tuve buen cuidado de desconectar una por una todas las conexiones sinápticas: estaba segura de que así el peligro de una sobrecarga de tensión era demasiado remoto como para ser tenido en cuenta. Debo decir que desconectar la última sinapsis fue una tarea titánica: mi fuerza de pensamiento (por no hablar de la del cuerpo) era solamente un hilo, justamente ese hilo que unía a las dos últimas neuronas conectadas. Pero el espíritu todo lo puede, en cuanto encuentra un punto de apoyo (realmente, ahora que lo pienso, no puedo decir qué punto de apoyo encontró, y es que de alguna manera yo no estaba allí). Finalmente, quedé totalmente desconectada y a salvo. Sí, sí, claro, qué cómo hice para volverme a conectar si estaba toooda desconectada. Buena pregunta, lástima que yo olvidé hacérmela en el momento oportuno. Resulta que yo tengo una amable vecina que cada mañana me despierta para que no llegue tarde al trabajo. Me toca el timbre, yo le digo: ya está, muchas gracias, y así todos los días, excepto los fines de semana, claro. Era miércoles por la mañana, la vecina va y toca el timbre, y yo nada. Nuevo timbre, y yo nada. Y así varias veces, hasta que le pareció que: A) yo no estaba o B) yo estaba pero muerta, o inconsciente al menos. Así que llamó a mi familia para que entraran a mi casa. Al llegar, me encontraron así como dormida, pero luego de no poderme despertar, decidieron que estaba muerta. Pero, como siempre, discutían, que no, que sí, hasta hubo una tía que dijo que yo tenía catalepsia. ¿Catalepsia?, exclamó mi tío. Qué ridículo! Eso es para el siglo XIX, ¿pero hoy en día catalepsia? ¿Qué te has creído, que esto es un cuento de Poe? Y se reía a carcajadas, hasta que mi madre le pidió que se comportara, que estaban en presencia de una muerta. Así estuvieron varias horas, entrando y saliendo de mi casa, toqueteando mis cosas, mientras yo miraba, impasible. Que si está muerta pues habrá que enterrarla. Si tiene catalepsia, la matamos nosotros por anacrónica y si no... Pero no se decidían. Hasta que mi madre, hurgando entre mis papeles, como era su costumbre, encontró mi cuaderno de notas. Entonces, lanzó una enorme carcajada. Todos la miraban diciéndose "pobre, el dolor la ha enloquecido, sabíamos que terminaría así algún día", frases todas que habían venido ensayando desde tiempos inmemoriales, con la esperanza de aplicarlas en algún momento. Y les pareció que les había llegado el momento, pero no. Mi madre dijo: está desconectada! jajajaj, la muy tontita se desconectó y ahora no puede conectarse sola, jajaja. Yo, si hubiera podido poner alguna cara, ya pueden imaginarse cuál hubiera sido. Pero no podía, y tuve que soportar todo pacientemente. Entonces vino el técnico y comenzó a reconectarme, y luego ya pude continuar sola. El técnico, moviendo el índice, mientras todos asentían, me dijo: Niña, la próxima vez pon más atención en lo que haces. No puedes desconectarte sin ton ni son. Yo ya podía hablar, pero no lo hice, mi odio era demasiado grande. Cuando la comitiva se fue, me quedé reflexionando, y pensé que lo que se podía hacer entonces era dejar una conexión piloto como la del calefón. Y es lo que hice esa noche, y las que siguieron. Parecía que había encontrado yo una solución imperecedera. Pero fíjense que no. Cierta mañana desperté habiendo decidido algo sin mi consentimiento. Dije: que no! Yo eso no podría haberlo decidido jamás, pero jamás en la vida. ¿Qué había ocurrido? Que, mientras dormía, esa parte piloto se había dedicado a pensar lo que se le ocurría, y allí estaba yo ahora, autocondenada. Ya sé, yo no lo había decidido, pero de hecho la decisión estaba allí, y yo no era persona que pudiera echarme atras: una vez que estaba decidido, eso se hacía y listo, no había vuelta. Así fue como me casé, entregando de mala gana mi sí en el Registro Civil. Lo entregaba pero intentaba quedarme con él: un movimiento análogo a aquél que hacíamos de niños cuando ofrecíamos (por educación, jamás por íntima convicción) un trozo de chocolatín a un compañero de la escuela: no quieres, ¿verdad? Lo malo es que el niño generalmente quería, y, bueno, pues a compartir. Esa misma tarde me senté a pensar: "esto no vuelve a suceder, me decía. Jamás volveré a decidir nada sin estar presente! ¿Se entiende bien? Dije que si estaba claro!!", le decía a las células culpables. "Yo las dejo a cargo de todo y miren lo que hacen". Mi indignación no tenía límite, y las hubiera aplastado así, plafggg!!, pero eran evidentemente necesarias para mí: eran nada menos que mi sistema neuro-vegetativo. Y no podía culparlas del todo: ellas, generalmente relegadas a pensamientos del tipo: "inspira! expira!" o "es necesario más jugo gástrico en su estómago, luego de lo que se ha comido esta bestia" o "mídeme la presión sanguínea, ¿crees que vamos bien? ¿llega sangre al corazón?" Si, muy aburrido, y rutinario, sobre todo por ese capricho del cuerpo de hacer siempre lo mismo. "Alerta, alerta, esta chica ha subido las escaleras corriendo. Necesitamos más glucosa pa´ quemar". "Oh!, hay mucho ácido láctico, pronto, que se nos acalambra la chica" Por eso, la noche de la catástrofe, no pudieron resistir la tentación de pensar algo un poco más creativo. Cierto que no es muy creativo lo que pensaron, pero, para ser la primera vez, les pareció bien. Las perdoné, entonces, pero esto no quita que me abocara el resto de la vida a evitar que volviera a ocurrir tal cosa. ¿Qué hacer? ¿Aceptar que debía quedarme totalmente conectada, expuesta al peligro de subidas y bajadas de tensión y en consecuencia a daños irreversibles a mi sistema? No, de ninguna manera: debía existir una forma. Así es como comencé a estudiar ingeniería electrónica, luego física, sistemas, química y aeromodelismo, por las dudas. Después de años de estudio, llegué a un invento genial: es una especie de reloj despertador que, pasado un tiempo determinado, inicia la conexión de mis neuronas, hasta que yo misma puedo continuar. Esto permite que yo me desconecte completamente por la noche, con la tranquilidad de que el mecanismo volverá a conectarme por la mañana. Y con esto, además, me ahorro el despertador y el timbre de la vecina. Estoy tan satisfecha con mi descubrimiento, que haré que lo comercialicen para bien de la humanidad una vez que esté suficientemente probado. Suficientemente... bueno, en realidad como probarlo, no lo he probado nunca. Esta noche me dispongo a hacerlo por primera vez, estoy muy ansiosa. Una sola cosa: en el remotísimamente improbable caso de que el mecanismo fallara, ¿alguien me haría el favor de avisarle al técnico, así viene a reconectarme él? Gracias. Luz