5 Agosto 2000 Realización: La Princesa de las Alimanias ALIMENTACIÒN NATURISTA **LA CARNE** Aunque desde tiempo inmemorial el hombre mata otras criaturas para nutrirse con su carne, es cierto que en su origen los individuos de su especie eran frugívoros, como demuestran los estudios de anatomía comparada. Por lo demás, la propensión del hombre hacia la carne es, también, una consecuencia del descubrimiento del fuego. La carne y el pescado serían mucho menos apreciados si se tuvieran que comer crudos, como hacen los verdaderos carnívoros. El lejano origen vegetariano del hombre se demuestra también por el hecho de que la tendencia a la alimentación cárnica aparece solamente después de una cierta edad y, en general, tras solicitaciones ambientales debidas a las costumbres: en efecto, los niños no se nutren espontáneamente con carne, sino que prefieren la fruta, lo que es una prueba evidente de una atávica predisposición de este sentido. Sabemos que los pájaros derivan de los reptiles y, entre otras cosas, tenemos una prueba de que en las nidades de algunas especies de aves permanecen en las estructuras alares los vestigios de las que fueron patas anteriores, transformadas después en alas, o sea, los miembros destinados a desaparecer con el crecimiento. Así como estas jóvenes aves conservan trazas de su antiguo origen reptiliano, del mismo modo en los "cachorros" de hombre permanece la tendencia a una alimentación vegetariana destinada a desaparecer bajo las presiones ambientales, casi siempre movidas por un malentendido sentido de higiene alimentaria. Malentendido, ya que la alimentación cárnica no favorece la salud humana, sino que resulta ser una fuente de numerosos trastornos y estados patológicos. El doctor Andrés Schlemmer afirma que "el régimen vegetariano es el más normal, el más armonioso y en consecuencia el más sano, con la condición de que constituya la expresión de una convicción serena". En consecuencia, es necesrio que los hombres no se lo impongan como dieta curativa sino que lo acepten como convicción, porque ello beneficia su salud. El mismo autor describe en su libro "El método natural en medicina", los motivos que desaconsejan el uso de la carne como alimento para nuestra especie: "Ante todo, la carne tiene el inconveniente de ser un óptimo medio de cultivo, que favorece el desarrollo de los gérmenes patógenos, mientras que otros alimentos, como por ejemplo los constituidos a base de leche fermentada, favorecen únicamente la flora útil. Desde hace más de sesenta años serias investigaciones han demostrado que un régimen fuertemente cárnico aumenta el número de gérmenes presentes en un milímetro cúbico de contenido intestinal, pasando de dos mil a sesenta y siete mil. La carne , más que todos los otros alimentos proteicos, es una fuente de ácido úrico, por lo que es necesario limitar al máximo su uso en la diátesis úrica, en especial en los enfermos afectados de gota, cálculos urinarios, asma o dermatosis, acompañados de uricemia. La carne es rica en ácidos grasos saturados que favorecen la dispepsia, la arteriosclerosis y el aumento del colesterol en sangre. La carne tiene propiedades estimulantes, de modo que, contrariamente a la moda vigente, es necesario tener presente que ella es causa en su texto de "Fisiología humana": la decarboxilación de metabolismo. La carne es fuente de una insidiosa intoxicación que anticipa la vejez y la muerte (añadamos al respecto que las cotas más altas de longevidad se alcanzan habitualmente solo en las poblaciones que se nutren esencialmente de sustancias vegetales o lácteas). En especial, la carne produce una toxiinfección lenta, debida a la transformación bacteriana del exceso de prótidos , como así describe Labrit en su texto de "Fisiología humana": "la decarboxilación de numerosos aminoácidos conduce a la de las aminas tóxicas o ptomaínas". De la lisina se llega a la cadaverina; de la arginina a la argmatina.; de la tiamina a la tirosina; de la histidina a la histamina, etc. Estas sustancias son hipertensivas. El triptófano general indol y escatol. Los aminoácidos sulfurados, como la cisteína, producen etilmercaptanos y los metilmercaptanos. Pero el intestino es también una fuente importante de amoníaco producido por la actividad de las bacterias intestinales sobre ls escorias nitrogenadas. Este amoníco es absorbido por la vena porta y, extraido de la sangre por medio del hígado normal, es introducida en el ciclo de la urogénesis; en las insuficiencias hepáticas, el amoníaco de la sangre puede alcanzar un nivel tóxico y tomar parte en la aparición del coma hepático. A este propósito el médico vegetariano Fernando Delor precisa que no debe olvidarse que en la carne y en la sangre de los animales existen también las toxinas de la fatiga y otras sustancias tóxicas -tipo histamina- que se forman como consecuencia del terror provocado en el matadero, toxina a cuya eliminación debe proceder el organismo humano, sin contar con las drogas y las hormonas usadas en la llamada cría intensiva. Si queremos medir el valor energético de la carne encontramos que 100 gramos del llamado bistec equivalen a 132 calorías, 100 gramos de pan a 260 calorías, 100 gramos de queso a 340 calorías y 100 gramos de ceite a 980 calorías. Es cierto que la carne da fuerza, pero todos los alimentos dan fuerza y algunos dan más. Por lo tanto, este aserto no responde a ninguna realidad científica; es preciso sustituirlo por este otro: la carne da la sensación de fortalecer. Es preciso recordar que muchas personas se sienten lentas, somnolientes y pesadas, después de la comida del mediodía, pero, cuando se les quita la carne, tienen un mejor rendimiento energético; como sucede a los vegetarianos, en los cuales al comienzo de la abstención de la carne se traduce en una sensación de vivacidad, en una impresión de ligereza, una infatigabilidad general, una resistencia al esfuerzo físico, que al mismo tiempo sorprende, maravilla y confirma en sus convicciones. Esta no es una simple sensación, sino una realidad subjetiva. La carne es un estimulante para muchas personas que si se les priva de ella tienen una sensación de debilidad. Pero, por el contrario, para otras se presenta como un tóxico ligero cuya supresión da una sensación de fuerza y, sobre todo, de resistencia. Esto aproxima la carne a otras sustancias estimulantes, como el vino (o el alcohol en general) que para algunos es el estímulo indispensable para cualquier actividad y para su vivacidad, mientras que para otros es lo contrario. Otro tanto puede decirse del tabaco, o del opio en los paises donde se hace uso corriente de él. ¿También es una realidad objetiva el valor de la carne como estímulo? ¿O se trata, sobre todo, de una realidad psicológica? Al parecer, debemos responder afirmativamente a estas dos preguntas; pero, si en principio, como la mayor parte de los autores, hemos atribuido el efecto estimulante de la carne especialmente al primer factor, actualmente creemos que el segundo nos explica la mayor parte de esta realidad. Se afirma que la carne hace sangre, que su falta produce anemia.Esa convicción induce a buscar las carnes rojas como contenedoras de más sangre, y a comerlas sangrantes, o sea, mal cocidas. Ello no tiene ningún fundamento científico. Una gran cantidad de individuos vegetarianos, con un régimen dietético bien equilibrado, no han presentado nunca signos de anemia, mientras que muchas personas que presentan estos síntomas son grandes comedores de carne. En sí, la carne no sirve para curar la anemia, más que cuando el origen de ésta se deba a un régimen demasiado pobre en proteínas, como en la anorexia mental; pero con cualquier otra dieta puede recobrarse la carga proteica. La clorosis, una forma de anemia de la que actualmente ya casi no se oye hablar, era una enfermedad frecuente en los medios burgueses durante el período en que se consumía habitualmente carne dos veces al día. La carne no es especialmente rica en hierro, en compración con los huevos y algunas legumbres, ni en vitaminas antianémicas. Por otra parte, el animal del que se quieren asimilar los elementos sanguíneos, los ha tomado de un alimentación vegetal. En general, el hombre tiene el mismo poder de síntesis de los elementos necesarios para todos sus tejidos, incluida la sangre. Al respecto, el doctor Fernando Delor añade que el ácido fólico, tan ampliamente contenido en la levadura y en las hojas verdes de las plantas, interviene en la maduración de los glóbulos rojos y de los glóbulos blancos, de forma que, según científicos americanos, en las personas que no comen productos animales no aparece la anemia perniciosa por la gran cantidad de ácido fólico contenida en la dieta vegetal. Suele afirmarse que la carne es necesaria para el trabajo intelectual, que estimula el cerebro. Esto queda desmentido por el hecho de que numerosos y notables trabajadores intelectuales (Tolstoi, Gandhi, Einstein y otros), eran vegetarianos. Indudablemente algunas personas piensan así; sin embargo, otras creen lo contrario, lo que también es incontestable. Sobre este punto, lo que se dice de la carne vale también para el tabaco y el opio. El tema reclama una impresión subjetiva. El hecho de que existe algo mítico sobre la carne que, generalmente, está muy arraigado en el fondo del ser humano de nuestra sociedad, y es tanto más poderoso por cuanto su naturaleza está enmascarada por argumentaciones racionales que no tienen necesidad de tener valor para ser creidas, incluso por los médicos y los fisiólogos. Ciertamente, si el que come carne la identifica con la fuerza y la vida del animal, los vegetarianos la identifican con sus padecimientos y su muerte. Lo que parece cierto es que la lección de una nutrición cárnica no obedece tanto a motivos de orden psicológico y social, como de orden místico, de esencia irracional, lo que los hace portadores de un intensísimo dinamismo. Llevan la marca del pensamiento salvaje o mágico. La carne, es, por tanto, un alimento tóxico, ya que es productora de escorias: uratos, ptomanías, ácido láctico, etc., que se eliminan, cuando ello es posible, a través del hígado y de los riñones, sometiendo así estos órganos a un esfuerzo notable. Además, la carne deja escasos residuos en el intestino, favoreciendo así el estreñimiento y las putrefacciones intestinales. Sin embargo, para la gran mayoría de los pueblos occidentales, la carne se ha convertido actualmente en el alimento fundamental indispensable, un verdadero mito de la buena alimentación. El hecho es que la historia de la humanidad es toda una sucesión de falsos mitos, de evaluaciones erróneas, de supersticiones, de atribución de importancia a calificaciones y hechos exentos de toda validez real; es una sucesión de dioses falsos y embustes, y de sacrificios de vidas humanas y de animales a las grandes religiones en nombre de las cuales se han cometido crueldades y genocidios , desde los principios jurídicos que considderaban lícitas y loables a los fines de la justicia las mas crueles torturas, hasta el racismo y las persecuciones políticas que frecuentemente son juzgadas por probos ciudadanos con una apreciación basada en sus convencimientos particulares. El hombre civilizado miraba y mira con sonriente conmiseración al salvaje supersticioso que profesa cultos animalísticos y se adornan con plumas y huesecillos, pero no se avergüenza de creer extravagantes ideas, consultar los horóscopos, seguir los dictámenes de una moda con frecuencia mucho más ridícula y cada vez más costosa que la de los salvajes, perder el sueño y el buen sentido a la salida de un encuentro de fútbol, etc. Pensándolo bien, el hombre que se define "civilizado" con toda su sabiduría y sus conquistas científicas es mucho más ridículo y absurdo que sus prehistóricos progenitores, que sólo daban importancia a las capacidades necesarias para superar las dificultades en su continua lucha por la supervivencia. En realidad, la naturaleza del hombre no ha cambiado sustancialmente en el curso de los siglos. En el pasado, se creía beneficiar la salud del cuerpo con encantamientos, prácticas mágicas, conjuros, o recurriendo a extrañas pociones compuestas con los más absurdos ingredientes; actualmente, en nombre del progreso y con el aval de científicos exentos de sabiduría real,se ha hecho un mito social de la alimentación a base de carne, en la cual se quiere absurdamente reconocer una conquista del hombre moderno. Por lo demás, el hombre no es nuevo en sus erróneas evaluaciones en materia de alimentos. Recordemos, por ejemplo, el juicio negativo sobre la patata, que introducida en Europa dos siglos después del descubrimiento de América, fue considerada durante largo tiempo como planta "inmoral" y nociva hasta el punto de que, si se comía, se contraía la lepra. La prevención hacia este saludable alimento llegó al punto de que en el siglo XVII la patata fue procesada por éstas, sus presuntas culpas, y condenada y quemada en la hoguera. Poríamos reirnos si tales ejemplos de estupidez no hubieran dado lugar a atrocidades de todo tipo. Es cierto que en el curso de la evolución humana -que, prácticamente, es una involución en ciertos aspectos- , los intereses y las preferencias de los hombres han ido desplazándose de los valores reales hacia otros de menor o ninguna importancia. Por ejemplo, la estima que en la antigüedad se tenía al que sabía cultivar bien la tierra o usaba con habilidad sus manos en trabajos artesanales, fue desplazándose hacia los que sabían sobresalir en el manejo de las armas, para después orientarse decididamente hacia categorías de personas todavía más inútiles y nocivas. En la actualidad, los trabajadores de la tierra, a los cuales se debe el alimento que nos permite sobrevivir a todos nosotros, constituye la categoría más olvidada y desconocida, mientras que en el vértice de la consideración social se hallan los vendedores de palabrerías y vanas promesas. Además, los genuinos alimentos proporcionados por el suelo, son desconocidos a favor de los sangrientos frutos de los mataderos, que intoxican lentamente el organismo y abrevian la existencia. Es cierto que las argumentaciones de este tipo no pueden encontrar una acogida favorable en una época enferma de exasperado tecnicismo, cuando el grado de civilización y de progreso de un pueblo es valorado tomando como base el consumo anual de carne per cápita. Por lo demás, las masas populares han estado siempre cerradas a cualquier proporción que salga de los más o menos angostos cánones establecidos por la costumbre. Sentado que el vegetarismo tiene sus óptimas razones científicas y éticas para ser considerado como el régimen alimentario más adecuado para la especie humana, es preciso tener en cuenta el hecho de que una brusca variación alimentaria que comporte la eliminación de alimentos cuyo uso está establecido desde hace mucho tiempo, presenta serias dificultades. Sobre este tema, el médico naturista Oudinot se expresa de la siguiente forma: "Una larga y ancestral costumbre hace que, en general, resulte dificultoso suprimir de golpe y definitivamente la carne. Muchas veces hemos oido ensalzar la facilidad con que es posible convertirse en vegetarino, así como la ausencia de peligro implícito con el paso brutal de un régimen a otro". Haciéndonos fuertes en nuestra larga experiencia, nos declaramos en contra de esta opinión y nos permitimos poner en guardia a todos los aspirantes a un vegetarismo integral, si bien los animamos en su empeño. La verdad es que solamente unos pocos privilegiados son capces de privarse total y definitivamente de la carne, de un día para otro, sin experimentar dificultades , mientras que la mayoría debe, por el contrrio, proceder en pequeñas etapas. La abolición de un alimento o de un excitante tónico no tiene nunca lugar sin reacciones orgánicas con frecuencia desagradables, algunas veces desastrosas, y no se trata solamente de inconvenientes de orden psíquico, como algunos han recalcado. Desde este punto de vista, el razonamiento es válido tanto para la carne como para los otros estupefacientes. Es necesaria una adecuación orgánica a una vida mejor. El modo adecuado de comportarse sería el siguiente: 1- Supresión total de carne bajo todas sus formas,( comprendido, quede bien claro, el jamón y los embutidos, tan populres como responsables de tantos daños ), en la comida de la noche.Esta costumbre resulta siempre tolerarse bien, a pesar de la aguda sensación de hambre advertida por algunos inividuos grandes comedores de carne. 2- Después de una o dos semanas, se empezará reduciendo la ración de carne del mediodía. Para aclarar las ideas, se calculará un gramo de carne por cada kilogramo de peso corporal. Por ejemplo, 75 g de carne para un adulto de 75 kg de peso, etc., con una tolerancia de 50 g como mínimo y 50 como máximo. 3- Después de dos o tres semanas, se suprimirá completamente la carne un día a la semana, y se sustituirá , durante la comida del mediodía, por un huevo -salvo contraindicación especial- o por una generosa ración de queso o, mejor todavía, por setas o lentejas, o bien por fruta nitrogenada como las nueces secas, o por cereales. 4- Finalmente, semana tras semna, se aumentará el número de días sin carne , que serán dos al cabo de la segunda semana, tres a la tercera, etc., manteniendo bajo vigilancia el estado de salud psicofísico. 5- Incluso cuando todo parece que va por buen camino, debe saberse que pueden manifestarse también a distancia diversos trastornos orgánicos, generalmente de carácter benigno, al cabo de varias semanas e incluso de meses después de la supresión de la carne, haciéndose necesaria una administración esporádica de ella de vez en cuando. El método de desintoxicación de un alimentación a base de carne que hemos expuesto sucintamente, podrá tal vez parecer inspirado en una prudencia excesiva, pero somos de la opinión de que debe procederse con pie de plomo si queremos evitar fracasos y desilusiones. El sistema podrá aconsejarse sin ningún riesgo a todas las personas que gocen de un satisfactorio estado de salud, por lo menos aparentemente, y a la gran mayoría de enfermos, del cual obtendrán un inmenso beneficio. La mayor parte de las veces, su resultado es evidente, incluso en el caso de enfermos graves, pero, en tales circunstancias, es preciso ser sumamente cautos y recurrir a una atenta vigilancia médica. Hemos visto presentarse verdaderos milagros gracias a una dieta apropiada, pero también hemos asistido a auténticos desastres provocados por algunas exageraciones, aunque dictadas por una gran voluntad. En consecuencia, los aspirantes a naturistas deben, por lo que respecta a las reglas alimentarias, procurar orientarse hacia el vegetarismo, pero con la debida prudencia, teniendo también en cuenta la edad; en efecto, generalmente, los niños se adaptan con más facilidad que los adolescentes, los adolescentes más que los adultos y estos a su vez más que los viejos. A partir de una determinada edad, que podemos situar después de superar los sesenta años, es muy peligroso cambiar de régimen alimentario, por muy malo que éste sea. Diversos motivos de carácter social, fisiológico y psicológico, no permiten que todos se conviertan en vegetarianos; sin embargo, entre el régimen vegetariano absoluto y el de la mayoría de los hombres actuales, hay un lugar para una dieta mixta que comprende un mínimo de alimentos proporcionados por los cadáveres de animales. Si bien ello no constituye la perfección, puede contribuir a mantener el organismo en un estado de salud relativamente buena. El que sepa perfeccionarse convenientemente siguiendo los principios de la vida naturista logrará, casi siempre, pasar sin sacrificios el régimen vegetariano integral. Establecido el régimen alimentrio, importa sobre todo seguirlo sin que sea causa de inquietud y descontento: es preferible comer cualquier cosa fuera del régimen establecido y no tener preocupaciones por la comida que seguir una dieta especial de manera obsesiva y paranoica. V.Menassé ************************ con mis mejores deseos para todos **Princesa de las Alimanias**