Luz 19 Mayo 2000 Nosotros y los árboles Creo que todos conocen el cuentito de Pinocho y Gepetto. No es por azar que un cuento como este tenga tal difusión, ya que según los últimos estudios de Youns, Procter y And Gambel, esto más que un cuento, es un mito antiguo que de manera poética y quizás un tanto confusa se está refiriendo a un hecho real. Versiones más antiguas de esos mitos se encuentran en todas las culturas antiguas, despojadas para su bien de ese didactismo tan caro al Iluminismo y tan bien ejercido por Woltdísney, en donde por mentir y no estudiar, al muñeco le crece la nariz, y sólo entonces es capaz de arrepentimiento, la verdadera nota distintiva de la humanidad. Youns, Procter y And Gambel se han basado en estas y otras fuentes para concluir que así como los mitos de origen de muchas culturas hablan de la existencia de un océano primordial, caótico, desde donde surgió la vida terrestre, idea a la que lentamente ha llegado la Ciencia, también en el caso del mito de Pinochio hay esto: restos de un saber olvidado al que poco a poco están llegando los científicos antropolofágicos. Así es como se llega a la reconstrucción de ese hecho en el pasado que arroja una luz casi cegadora sobre el presente, hecho que ocurrió antes del Diluvio Universal. En alguna parte de la esfera terrestre, que por entonces era muy parecida a una mesa, de la cual uno por supuesto se podía caer al menor descuido, había un ser que estaba solo y esperaba la posible aparición de otros seres con quienes hablar. Su espera se hacía enorme, dolorosa, ya que por ninguno de los 6 puntos cardinales parecía asomarse nadie, nadie con que se pudiera hablar. Al cabo de 600 años, y sintiendo que la esperanza lo abandonaba, decidió que era tiempo de construir lo que no podía encontrar. Según se sabe, fue más un deseo de entretenimiento que una creencia en que eso serviría para algo lo que lo llevó a construir seres de madera, de cartón y de barro. En un espejo de agua copió su forma, pero lo que no pudo copiar es su mirada, que como saben es lo único que no puede verse en el espejo. Sí los ojos, pero no la mirada, el centro de la mirada. Por esto es que los ojos de las criaturas quedaron siempre como vacíos, irreales. Tanto aburrimiento amoroso puso en la construcción, que los seres de madera adquirieron una especie de vida, un simulacro de interioridad. Luego no es que los pinochos se portaran mal, ni se ratearan de la escuela, sino que simplemente el Gepeto se aburrió de ellos y pensó en destruirlos. Pero justo ahí empezó el Diluvio Universal, y los seres de madera se fueron flotando hasta los límites de la mesa-Tierra. Incluso algunos fueron inertemente más allá, y se descubrió así que la tierra se había redondeado, a consecuencia quizás de la acción erosionadora de las aguas del Diluvio. Ya nunca más pudo encontrar el creador a sus muñecos, y por tanto éstos quedaron, no así los de cartón y los de barro, que se despedazaron. Con la muerte del creador, único testigo de este hecho, ya nunca pudo saberse cuál era muñeco y cuál no (una hipótesis que está manejando el equipo de antrolofágicos es que fueron los muñecos mismos los que causaron la muerte de su artífice, quizás para evitar que éste revelara su irrealidad). Los seres de madera aprendieron muchas cosas: sobre todo a reproducirse. La humedad hacía crecer brotes en la madera, los rayos rompían ramas que luego adquirían una especie de autonomía y así subsistieron hasta nuestros días, como subsistió el mito. Según los científicos, estos seres son tan difíciles de distinguir de la gente verdadera, que ni aun uno mismo puede estar seguro de no ser de madera. Así, Youns dijo que él durante años había creído ser real o verdadero, pero ahora, luego de ciertos sucesos en su vida, no podía afirmarlo y más bien se estaba convenciendo de lo contrario. También dijo que a alguna gente le ocurría lo opuesto, es decir, que creía durante toda su vida que era de madera, pero finalmente no lo era. Y había otra gente que no creía ni una cosa, ni la otra. "Simplemente no quieren que un pensamiento les interrumpa su alta tarea de absorber agua y alimentos", dijo Youns. "Lo que importa no es una verdad objetiva indefinidamente huidiza, sino la propia percepción que tienen los seres de sí mismos. Algunos hay que fijan sus raíces en la tierra y se pasan todo el día haciendo la fotosíntesis, mientras que otros, posiblemente hermanos carnales (maderales sería más correcto), negarían hasta el fin del tiempo que tienen algo que ver con esas cosas varadas en plazas y parques. Y entre los dos extremos, toda la variedad de grados", continúa Youns. "Gracias (o des-gracias) a que la mirada propia no puede ser captada en el espejo, es que nadie puede saber si tiene o no mirada (esto es lo que nos daría la certeza de si somos o no muñecos de madera). Y si no es la propia mirada, ¿cuál? Pues lógicamente la de un otro, que tampoco puede estar seguro de su propia mirada, y tampoco de si ha visto alguna vez una mirada verdadera, como para comparar", agregó Procter. Parece que esta rama (ajajaj) de la antropolofagia ha llegado a un punto muerto. No puede con los medios actualmente a su alcance, encontrar pruebas para distinguir seres verdaderos de simples maderas. "Pero -dice And Gambel- no descartamos que en los próximos años pueda desarrollarse un instrumental adecuado a esos fines". "Mientras tanto -digo yo- habrá que conformarse con la intuición". Alfred Ñ. Jarry