08 Mayo 2000 Luz Principio de tercero excluido Me encontraba yo un lluvioso domingo por la tarde reflexionando acerca del espíritu posmodernista preñado de la idea de reivindicación de minorías, de la otredad, y de otras palabras tan hermosas, y a su vez tan vacías como esa especie de tolerancia a ultranza que viene a ser el fisique du rol de la época. Entonces una luz vino a anidar en mi cabeza: más bien era la sombra de esa luz, pero en el momento no supe ver qué negra era esa sombra. Pensé: Cómo era posible que aún los grupos más reivindicalistas de cualquier cosa/persona/ser que se les ponga delante, eso sí, siempre y cuando lo haga temblando como lo hacen los pollitos Minoría, digo, cómo era posible que ni las feministas se hubieran acordado del más excluido de todos los excluidos, el excluido por ley: el tercero excluido. Quizás arrastrada yo por la veleidad de pensar cosas sobre las cuales nunca nadie hubiera reflexionado antes (hasta donde fuera posible saberlo, por supuesto), importándome como siempre menos la utilidad que la originalidad, es que ya no pude dejar de pensar en eso hasta que llegué a una conclusión sino verídica, al menos verosímil, que es lo único que nos importa generalmente. Ojalá hubiera podido detenerme aquella vez. Lo primero que pensé es que debía existir una conspiración o una buena razón para dejar al pobre excluido, excluido también de reivindicación posmodernista. Pero no parecía posible demostrarlo por el momento, por lo tanto pensé que sería esclarecedor transportarse al tiempo en que el tercero no estaba aún excluido, es decir antes de la formulación de los axiomas del Ser. Esto me llevaba sin dudas a los griegos. Por unas crónicas de Armagedon de Elea (siglo VI A.A.O.S.*) me enteré de que antiguamente, cuando no existía Pokemon ni Mortal Kombat ni nada, los niños griegos se entretenían en juegos parecidos a silogismos lógicos. Lo que más les divertía, según parece, era que los resultados de estos juegos eran totalmente impredecibles. El ejemplo que nombra Armagedón es el siguiente: a su turno, uno de los niños dice: "Los hombres son mortales, Proto-socrates es hombre, entonces?" Nuestros niños contestarían sin dudar que "Proto-sócrates es mortal", sino totalmente convencidos, al menos seguros de que es mejor eso a un reglazo en la punta de los dedos. Pero en aquella época, esa conclusión no era necesariamente válida. Porque podía predicarse de Proto-sócrates (y de cualquiera, en realidad) que era hombre, no lo era y lo era y no lo era. Eso dependía de cómo estuviera dando el sol en el momento de responder, o de la presión atmosférica, o vaya a saber de qué, pero lo cierto es que la respuesta era impredecible, y esto causaba mucha risa entre los niños. Según esto, entonces, en la época de la que habla Armagedón de Elea, al tercero no lo habían excluido: una cosa era o no era, y existía la tercera posibilidad, que incluia la posibilidad de que fuera y no fuera. Tiempo más tarde, este juego de niños se trasladó a los juegos de azar de los mayores. Se decía por ejemplo: te apuesto 200 talentos a que no aciertas la conclusión del próximo silogismo. Luego se extendió a las casas de juegos o lasvegus (esa es la palabra romana, la forma griega se ha perdido), y fue necesaria una complicada legislación, porque la respuesta correcta no sólo variaba con el tiempo, sino también con la distancia desde la cual se profería la aserción; y es que por aquel entonces el sonido viajaba a la velocidad que se le daba la gana, porque nadie lo había podido medir todavía, y por lo tanto al sonido le parecía ético variar desde velocidades mayores a la de la luz hasta velocidades de tortuga trotando. En realidad el sonido ni se daba cuenta de su variación, porque, como digo, nadie lo había medido. Ocurría entonces que a veces las respuestas llegaban tan tarde, que ya eran incorrectas; incluso algunas veces llegaban antes de ser dichas, lo que ocasionaba discusiones muy acaloradas acerca de a qué silogismo correspondía esa respuesta. Si este juego hubiera seguido siendo un reinado de niños, no hubieran pasado las consecuencias de ojos compota y cuerpitos llenos de moretones. Pero como había dinero de por medio, esto no tardó en convertirse en un baño de sangre. Como las autoridades no pudieron terminar con este juego, decidieron entonces acabar con ese comportamiento anárquico del Ser. Llamaron así al Simposio de Filósofos Pre-Socráticos y entre todos legislaron sobre el Ser. Así es como se llegó a los Axiomas del Ser: identidad, no contradicción, y tercero excluido. Eso es en resumen lo que cuenta Armagedon de Elea. He aquí el principio del Principio del Tercero Excluido. No tardó una pregunta en presentarse ante mí: ¿qué se había hecho del tercero excluido? ¿Desde dónde sufría su ostracismo? Ah! Más me hubiera valido ser ciega o sorda! Esa pregunta fue mi perdición, pero ahora es tarde para lamentos. Ocurrió que seguidamente a la pregunta, ensayé una pequeña respuesta: alguien tenía que saber dónde estaba, alguien vigilaba al tercero excluido para evitar que se escapara, para ir a pudrir la lógica conseguida. Entonces, era evidente que debía haber una especie de conspiración. No acabé de pensar esto cuando una fuerza extraña me obligó a apoyar la cabeza en la almohada sumida en una especie de sopor que sin embargo no me impedía ver ni escuchar. Luego me vi en medio de una reunión de la Secta de los Almohadones. Sí, dije almohadones, no veo el motivo de risa. Por lo que pude comprender, era una reunión de Almohadas y Almohadones de la más alta jerarquía de la secta. En una especie de trono, estaba sentado la idea-Almohadón (Idea en Sentido Platónico, decía un letrero) Pude ver algunos Almohadones de gente que conocía y temblé pensando en el peligro en que se encontraban mis amigos sin siquiera sospecharlo. Como en sueños, escuchaba que discutían acerca de qué hacer conmigo. De pronto, mi Almohada dijo que se había encariñado conmigo, tantas noches juntas, y que por favor la dejaran intentar hacerme dormir hasta que olvidara mis propósitos. Un murmullo recorrió la sala. Enseguida vi que dos guardianes Almohados la apresaron, y acto seguido la decapitaron, luego de que el idea-Almohadón diera su veredicto de alta traición. Quedé sola entonces. De los almohadones de mi sillón no podía esperar nada, eran de lo más antipáticos. Finalmente, el Sumo Almohadoncífice dijo: "si tanto quiere conocer al tercero excluido, mandémosla a donde él se encuentra". Y aquí estoy. He conocido al tercero excluido, finalmente. Es un tipo simpático, pero no se puede hablar con él mucho rato, a riesgo de volverse loco. Desde nuestro ostracismo compartido, escribo este testimonio que la almohadilla de sellos que casualmente llevaba en mi bolsillo, una traidora a su causa, espero pueda hacer llegar a Ustedes. Lo que quiero decirles es que desconfíen de sus almohadas y almohadones, que escuchan todos nuestros pensamientos y nuestros sueños, y forman parte de una poderosísima secta que maneja los destinos del mundo. Su poder no tiene límites, según lo que he visto yo misma y lo que he podido entender de lo que dice el tercero excluido. Mi única esperanza es que mi experiencia no sea en vano, y que pueda servir para evitar que alguien más pase por ella. Luz * A.A.O.S.: Antes de Algún Otro Siglo