Los de Abajo

Xavier González Fisher

Muy pertinente aclaración

Una de las obras mas grandes de la narrativa mexicana es la que lleva el título de este artículo y se debe a la autoría del médico jalisciense Mariano Azuela, de quien sospecho, es inclusive personaje de su propia novela, encarnado en el personaje del dotor Luis Cervantes que de ser prisionero del General Demetrio Macías, personaje central de la obra, se convierte primero en su médico de cabecera y después en su principal consejero dentro de una guerra no convencional, desarrollada en una región cercana a Aguascalientes: El cañón de Juchipila.

No pretendo plagiar el título de tan notable obra, pero creo que como en su momento lo interpretara Don Mariano, el título que tomo prestado, describe a plenitud el ser y la circunstancia de aquellos a quienes me voy a referir. Ojalá que mi trabajo no falte a lo que Azuela nos legara con su magnífica obra.

La torería actual

Hoy en día, en México al menos, los hombres principales de la torería son los mismos que la han dominado durante los últimos cinco lustros. En España se producen constantemente asaltos a la cumbre, pues en cada año surgen los nombres de toreros jóvenes y otros no tanto, que se levantan como triunfadores en las principales ferias y que con el valor de esos triunfos, reclaman paso y sitio junto a quienes son considerados como consagrados por la afición y por las empresas.

La problemática mexicana es achacada a múltiples causas. Una de las que con mas frecuencia se invocan, es aquella referida al paso por los ruedos de Manolo Martínez, a quién se acusa de haber tapado a una buena parte de los toreros que en su tiempo, pudieron destacar. Cierta o falsa la afirmación, la realidad nos demuestra que desde hace mas o menos un cuarto de siglo, pocos toreros interesantes han surgido en México y eso se viene reflejando en los carteles de las principales plazas, que en ese lapso de tiempo, siguen anunciando los mismos nombres.

Esta situación ha adquirido perfiles de gravedad en los últimos cinco años. Los resultados han demostrado que la parte central de la temporada mexicana, que es la que se desarrolla en la Plaza México, está condenada al fracaso sí no se cuenta con la comparecencia de los diestros triunfadores de las principales plazas españolas. Así las cosas, hoy en día, una temporada grande en la Capital es impensable sin el concurso de Ponce, Tomás o El Juli, porque los coletudos nacionales no llevan gente a las plazas, lo que lleva a concluir en que el pretender fundar un serial de esa naturaleza en ellos, sería condenarlo al fracaso económico.

Agradables sorpresas

Las últimas dos temporadas españolas han producido una serie de sorpresas que no pueden ser calificadas mas que de agradables. Han saltado a la palestra los nombres de toreros como Pepín Liria, Manuel Caballero, José Luis Moreno, Vicente Bejarano, José Luis Bote, Uceda Leal, Luis Miguel Encabo y José Pacheco El Califa, que han triunfado principalmente en Madrid y en Sevilla ante encierros de los considerados como duros y en el caso de José Luis Moreno, no solo contaba en el caso la dureza del encierro, sino el diluvio entre el cual se jugó la vida el rubio diestro cordobés.

En la recién concluida Feria Nacional de San Marcos, se observó un fenómeno similar. En alguna otra oportunidad he afirmado que el toro que en este 1999 vimos en nuestra feria, teníamos mucho tiempo de no tenerlo por aquí. No me refiero al juego o a la presencia de los lidiados, sino al hecho de que la mayoría de las corridas vinieron con edad, hecho que dio un valor diferente a lo que los diestros lograron al enfrentarse a ellos. No estará de más el señalar que como generalmente sucede, a menor cotización de los toreros actuantes, mayores eran la edad y la presencia de los toros a lidiarse y menores los blasones de las ganaderías de las que éstos provenían.

Pues bien, en ese estado de cosas, se continuó con una tendencia que se inició desde la temporada capitalina, en la que salieron del ostracismo varios toreros que fueron programados inicialmente en tardes difíciles para los que se visten de luces, pues lo fueron en fechas que se prestan más para la convivencia y el regocijo familiares que para ir a los toros. Sí a esto se le suma el hecho de que los toros a los que tendrían que salirle, son de los que nadie quiere, por su origen y por su catadura, nos daremos cuenta que los triunfos que obtuvieron en la temporada de la Capital esos toreros de mucha ilusión y de pocos contratos, tienen un valor incuestionable, pues hoy en día con los valores taurinos tan de cabeza, nos encontraremos con que para torear por fuera, hay que llevar las orejas de la México, cuando tradicionalmente, las cosas funcionaban exactamente al revés.

Las que dan y las que quitan

Ya decíamos que en México los triunfos de la Capital son los que trascienden. En España, las cosas funcionan algo diferente, porque el valor de los triunfos no es referido a una sola plaza. Así, tenemos que Madrid, Sevilla, Bilbao o Valencia, permiten que sus triunfadores sumen fechas en otras de importancia. Es cierto también que Madrid y Sevilla dan más sitio, pero lo que es indudable, es que las plazas que dan y quitan, son mas allá y eso repercute en bien de la fiesta. Aquí debo hacer una precisión. No menciono a la plaza de Barcelona como una de las que dan y quitan, porque por un absurdo celo europeizante, muchos catalanes pretenden la proscripción de la fiesta dentro de los confines de la Generalitat y la extinción de la afición, con medidas ridículas, como la que conlleva el prohibir a los menores de catorce años el asistir a los festejos taurinos. Todo esto ha provocado que los festejos allí sean cada vez más escasos y con reducidas entradas, tanto así, que ni El Juli logró llenar la “Monumental” de la Ciudad Condal en su presentación como matador de toros. En resumen, esta es una situación que incide siempre en el avance de la carrera de un torero, porque dependiendo del o los lugares en los que triunfe, se proyectará o no su carrera.

El problema fundamental para la gran mayoría de los toreros es el colocarse en los carteles que ofrecen esas plazas. Cuando se es de los de abajo, hay que estar cerca de la empresa, casi casi mendigando la oportunidad y cuando esta llega, será fuera de las ferias rumbosas, alternando con dos o más toreros igual de desesperados y enfrentando un encierro catalogado como duro, integrado por seis galafates de pitones pavorosos, generalmente obtenido por la empresa a precio de saldo en alguna ganadería que vivió hace muchos años sus mejores días, o que aún está en veremos sí los ha de vivir.

Ante ese panorama, el torero de abajo se juega todo a una sola carta, sabiendo que los ases de la baraja no están en sus manos. También sabe que en esas plazas, las medias tintas sirven de poco y que todo lo que no es un triunfo, es en el fondo, un fracaso. Hoy tenemos frescos en la memoria varios ejemplos de esa naturaleza, que confirman lo hasta aquí expuesto.

Dejándose matar

No haré referencia más que a los sucesos de las últimas ferias de tronío, por ser los que más evidencias dejan de todo esto.

En Sevilla abrió la feria de abril un torero de la tierra, torero de dinastía de modestos que encamina sus pasos toreros por las veredas del arte. Me refiero a Vicente Bejarano, diestro que ha promediado quizás una media docena de actuaciones en los últimos años y que por el cartel en el que inicialmente se le colocó, da la impresión de que se le dio la oportunidad para cubrir el expediente de dar sitio a los toreros de casa. La tarde del 10 de abril, la afición congregada en la Maestranza tuvo la oportunidad de ver a un Vicente Bejarano transformado, convertido en un guerrero de los ruedos, aunque sin claudicar en su forma de hacer el toreo. Así nos lo contó Carlos Crivell:

Se esperaba que Bejarano saliera a por todas, como le corresponde a quien tiene pocos años y lleva muchos días alimentando sueños en La Puebla del Río. Aquí se cumplió la esperanza del aficionado. Vicente Bejarano salió a buscar el triunfo y se entregó de lleno. No perdonó un quite, a pesar de su intercambio de palabras con Durán en el quinto. Le dijo el de Utrera: “Ten cuidadito con el quite”. Bejarano se limitó a mirarlo. Se fue al toro y quitó por gaoneras. Aunque Durán juró en hebreo, seguro que por dentro entendía que el joven torero había cumplido con su obligación . . . Lo del tercero fue un ejemplo de cómo se arranca la oreja a un toro . . . Fue el argumento fundamental de la corrida. El resto son detalles. (“Bejarano le ganó la partida a los veteranos”, El Mundo, edición de Andalucía, 11 de abril de 1999)

El testimonio de Joaquín Vidal es también importante en el caso:

Era otra tauromaquia . . . La que se trajo Vicente Bejarano, queremos decir. Se le paraba el toro y no andaba por allí dándole coba, según es moda, sino que intentaba alegrarle la embestida. Y lo hacía a la usanza antigua. No es que lo antiguo tenga un valor por sí mismo, pero en tauromaquia hay reglas y técnicas muy experimentadas que han caído en el olvido. Los jóvenes aficionados no las han visto nunca; muchos de los actuales toreros las desconocen o acaso no les interese utilizarlas.

Se para el toro por inválido o por descastado los de Gavira padecían ambas patologías, el torero se pone a darle coba cerquita de los pitones, con lo cual le ahoga la embestida, y a lo mejor de eso se trata: De que el toro no embista de ninguna de las maneras.

Los toreros auténticos y Vicente Bejarano es uno de ellos – lo que hacen es dar distancia, irse lejos si es preciso, dejarse ver andándole ligero al toro para que acuda de largo y se encele. Cuando el manso Gavira se paraba, que era casi siempre, Vicente Bejarano lo hacía así y resolvía la arrancada final con medio muletazo cambiando el viaje, o uno de la firma, o un kikirikí. Luego venía el toreo hondo. (El País Digital, 11 de abril de 1999, “El Torero Bejarano”)

Así pues, se llevó la primera oreja de la feria de su tierra y se ganó él volver a aparecer en ella, aunque fuera por el aleatorio camino de la sustitución. Pero como dijera César al cruzar el Rubicón, la suerte estaba echada y Jesulín de Ubrique anunció su retiro de los ruedos. Con esa retirada estratégica a mi juicio, queda libre un puesto en el llamado lunes de resaca para enfrentar a los Guardiolas y en un acto de justicia, el puesto se le otorgó a Vicente, quien hecho un león de nueva cuenta, cortó otra oreja, la que le llevaría a Madrid, a San Isidro, donde dejó constancia, como lo afirmara Villán, de que pide paso.

Cronológicamente, en Aguascalientes fue la siguiente parada taurina de importancia. La Feria de San Marcos de este 1999 se distinguió básicamente porque el toro estuvo presente. No me refiero a que se hayan traído encierros parejos y rematados, porque fue todo lo contrario, pero dentro de lo disparejo de la hechura de los toros adquiridos seguramente a precio de liquidación por la empresa, predominó la seriedad, porque el toro que salió, en su gran mayoría, tenía edad. Varios medios lo destacaron y fue el tono de la feria; en la “Monumental” se respiró tarde a tarde el aire de tragedia que inspira la presencia del toro en el ruedo y eso, eso es la esencia de la fiesta.

Pues bien, la feria de Aguascalientes nos prodigó con actuaciones en las que toreros postergados por razones que son o inexplicables, o inconfesables, salieron a demostrar a los públicos que quieren torear y que están dispuestos a morir en el intento de lograr que quienes tienen casi en exclusiva el manejo de las plazas importantes de este país, se fijen en ellos y les concedan el sitio que están dispuestos a ganarse delante de los toros.

Luis Fernando Sánchez, Oscar San Román, Alfredo Gutiérrez, Luis de Triana y Jerónimo, cada uno dentro de su manera de interpretar el toreo y con las limitaciones que deja el torear poco o nada, salieron a confirmar que la de los toros es una fiesta de vida y de muerte, que es una fiesta en la que no solo el folklore y la luminosidad constituyen las bases de su atractivo, sino que es una fiesta en la que, para sobresalir, se requiere ser muy hombre y muy torero y que al contrario de la forma en la que se manejan aquí y ahora las cosas, el sitio de los toreros, debe de ganarse delante de los toros.

Estos cuatro toreros mexicanos, jugándose la vida con autenticidad, han reclamado lo que en las oficinas de las empresas les han negado: La oportunidad de demostrar en las plazas su verdadera valía.

Aquí quiero detenerme un poco. Decía hace unas líneas que las empresas exigen las orejas para poner a un torero. Es decir, calibran la posibilidad de un diestro en su habilidad para obtener apéndices, sin reparar la mayoría de las veces, en la manera en la que estos fueron obtenidos. Hoy a nuestros empresarios no les importa ver que un torero demuestre su capacidad delante de los toros, no les importa que se vea torero, si no sale de la plaza con los trofeos en las manos, no se detienen a pensar en las causas por las cuales las orejas no fueron cortadas. En tanto esa miope casta empresarial siga rigiendo los destinos de la fiesta en México, será muy difícil el que los de abajo dejen de tener esa condición.

El último ejemplo que voy a tomar será el de un conocido nuestro. Todos conocemos el calvario padecido por el madrileño José Luis Bote. Después de tantas desgracias, parece que el sol ha vuelto a salir para él. La crónica de Javier Villán sobre su actuación el 9 de mayo, así lo resume:

Tras una parsimoniosa vuelta al ruedo, con muchas paradas, José Luis Bote se fue al platillo, flexionó la pierna y cogió un puñado de arena. Exultante, de nuevo había triunfado en Madrid.

José Luis Bote se ganó al público porque, con un lote malo, fue fiel a su estilo y entresacó lances y muletazos con mucho ritmo y sentimiento.

Ritmo y sentimiento, dos cualidades que alumbraron una actuación sin faenas redondas – no hubo toro para ellas pero en la que Bote reveló una fe en sí mismo muy elocuente. Por eso, cuando le entregaron la oreja, la agarró fuerte y movió la mano varias veces con estremecimiento. Para un torero que ha sufrido tanto físicamente, volver a dar una vuelta al ruedo en triunfo en su plaza de Las Ventas, debe ser una satisfacción íntima muy profunda, más allá de que coja una sustitución para la inminente Feria de San Isidro. (“José Luis Bote besó la arena, El Mundo en Internet, 10 de mayo de 1999)

José Luis Bote se impuso a su propia adversidad, poniéndole la barriga a los pitones de los toros y así consiguió colarse en el cartel del 17 de mayo en los inicios de la Feria de San Isidro. Volvió a triunfar, volvió a demostrar que quiere y que puede ser torero, como nos lo narra Joaquín Vidal:

Ser toreros del corazón no da por sentado que les lata un corazón torero. Son cosas distintas. Se hizo presente José Luis Bote y el fuego y la grandeza de su corazón torero se advirtieron de inmediato. Se advirtieron en unas verónicas, en unos naturales y derechazos a su descastado primer toro, en la emotiva faena que le aplicó al cuarto, único de noble condición.

A ese cuarto toro le ligó Bote unos redondos que pusieron el toreo en la cumbre. Arte y torería se aunaron en aquellos redondos que llevaban el sello de marca de este diestro singular. Los dio junto a las rayas donde el toro embistió estupendamente y no se explica por qué, de repente, se lo llevó a los medios, pues allí planteaba problemas. Algún achuchón hubo de sortear entonces Bote; más recuperaba enseguida su sitio, cuajó derechazos impecables, naturales extraordinarios y mató al toro por el hoyo de las agujas. Y obtuvo un bien ganado triunfo.

He aquí a un torero de una pieza que está demostrando su categoría con creces. Contra viento y marea también. (“Contra viento y marea”, El País Digital, Sección Cultura, 18 de mayo de 1999)

Ahora entiendo por qué Carmelita Madrazo me dijo acerca de este asunto: “Están dejándose matar”. Quieren ser toreros y se han dado cuenta de que solo la paradoja de jugarse la vida para salvarla, los puede sacar adelante.

El porvenir

En México el estancamiento de la fiesta es evidente. Los carteles y las ferias desde hace años, son mas de lo mismo. Los toreros que ha dominado los últimos cinco lustros están tirados en la poltrona y como no quieren abandonarla, hacen lo indecible para evitar que se les incomode en ella. Por eso procuran evitar que surjan aquellos que pudieran quitarles el sitio. Esto nos explica el por qué de lo relativo que es ser figura del toreo en México.

En España al parecer las cosas pintan distinto. El que quiera conservar su sitio tendrá que defenderlo, pues al margen de la tauromaquia de escritorio que hace imposibles algunas combinaciones, los de arriba tendrán que aguantar el embate de las antípodas de su escalafón, las que muy temprano en la temporada, han reclamado para ellos una tajada del pastel que hasta antes de la primera feria del año, parecía estar ya repartido. Entonces, para mantener el sitio, habrá que poder con los que estaban y además, con los que vienen empujando y fuerte. Las heridas sufridas recientemente por toreros como El Juli, Juan Mora, Miguel Abellán y Vicente Barrera, así parecen confirmarlo.

El futuro, no obstante, se muestra próspero. Todos los días nos llegan nuevas de que los de abajo en alguna plaza importante, han sacado la casta, buscando salir del anonimato. Ojalá que quienes hacen empresa entiendan que solo dándoles toros y más toros, podrán convertirse en los toreros que corten muchas orejas y que lleven a las gentes a las plazas.

Quiera Dios.