El muralismo continúa siendo el arte social por excelencia

Entrevista al pintor *Osvaldo Barra Cunningham

Carlos Reyes Sahagún

Nota introductoria:

El pasado 19 de mayo murió el maestro Osvaldo Barra Cunningham, autor de los murales de Palacio de Gobierno. Por ese motivo publicamos esta entrevista realizada en 1989, cuando el artista regresó a Aguascalientes para realizar los últimos dos murales en la excasona de los Rincón Gallardo.

Entre 1961-62, el artista chileno Osvaldo Barra Cunningham pintó en el Palacio de Gobierno de Aguascalientes dos murales. El primero, que él llama “el mural social”, está ubicado en la pared sur del segundo patio, en la planta baja. El otro, cuyo tema es la Feria Nacional de San Marcos, fue realizado en la planta alta del primer patio, en el lado norte del edificio. En el caso del primero, Barra lo realizó luego de ganar un concurso convocado por el Gobierno del Estado. En relación al mural sobre la feria, éste le fue encargado por el entonces gobernador del estado, ingeniero Luis Ortega Douglas.

En 1989, el gobernador Miguel Angel Barberena Vega lo invitó a pintar un nuevo mural en la planta alta del segundo patio del Palacio de Gobierno, justo en las paredes que limitan las oficinas del ejecutivo estatal.

A partir de un viejo proyecto, el maestro Barra comenzó a trabajar en el nuevo mural en octubre de 1989 y lo terminó a mediados de 1990. Actualmente el pintor trabaja en un nuevo mural que cubrirá las paredes de la planta baja en el primer patio, justo en el área de cajas de la Tesorería General del Estado, en la parte norte del edificio, y la puerta que desemboca en la Plaza de la Patria.

Entrevisté al muralista en palacio, el 22 de diciembre de 1989. Me recibió en su estudio, un cuartito improvisado con paredes de tablarroca ubicado debajo de la escalera que divide ambos patios del inmueble. El espacio es reducido. Apenas si cabe una mesa, también improvisada con una hoja de madera y un par de tambos para aceite en la que descansan, desordenados, varios ejemplares de los periódicos locales, algunos botes de pintura y una serie de cuadros de una exposición recién montada. En el suelo yacen varios esbozos en papel mantequilla esperando ser plasmados en el muro. En una de las paredes del estudio, que también cumple funciones de bodega, cuelga un calendario cuya propaganda me llama la atención: Perder 100 pesos, 1000 pesos, o más, pero un cliente jamás”.

Me ofrece un café y un banco alto mientras que él se sienta en otro más bajo. De entrada me dice que la grabadora lo inhibe y que en realidad no le gusta hablar. “Soy pintor”, afirma, “no me escuche, mejor véame pintar, ya que la pintura debe hablar por sí misma y si uno la describe ya se está recurriendo a otro arte para auxiliar a aquello que no se expresó bien”. Sin embargo hablamos sin prisas. Mientras me contesta, el maestro sonríe a veces, y a veces parece buscar las respuestas en la nada.

Hablamos de política, de la situación actual del muralismo en particular y la plástica en general y, por supuesto, de sus murales. Su realización desató en el seno de algunos sectores de la sociedad aguascalentense una polémica de regulares proporciones debido al tratamiento que el artista dio a ciertos temas. La controversia tuvo como escenario la prensa local, El Sol del Centro y El Heraldo de Aguascalientes, que miembros prominentes de la sociedad utilizaron para, en general, reprobar la obra. El hecho de que el autor regresara a Aguascalientes constituía una oportunidad inmejorable para que aportara su propia versión de los hechos.

Platicamos en la bodega y después de una hora, más o menos, el albañil vino a avisarle que había terminado la preparación del trozo de muro sobre que trabajaría ese día. Entonces subimos al segundo piso y al andamio y ahí proseguimos conversando mientras de su pincel brotaban uvas, hojas de parra y duraznos, justo debajo de un charro montado a caballo.

En aquel momento la obra estaba en sus inicios. Para esa fecha Barra había terminado cuando mucho un par de metros cuadrados. Lo demás estaba dibujado ó esbozado. Sólo una parte de pared estaba cubierta con el firme.

El maestro trabaja apoyando la mano derecha en un pedazo de caña, “para conservar el pulso, que se me ha descompuesto últimamente”, se queja. Mientras pinta la mano de una mujer que sostiene un racimo de uvas y un niño que toma un durazno de un árbol, una mujer con un niño de brazos se detiene y observa el trabajo. Está un momento y se va. Momentos después se acerca un hombre que le pregunta al artista sobre el tema del nuevo mural. Este le contesta y se entabla una breve conversación. El hombre agradece la explicación y se retira. Barra me señala al ranchero que pintó arriba y recuerda algo que le dijeron en ocasión de la ejecución del mural “social”, que entrelaza la historia de México con la de Aguascalientes: “lo que va a conseguir con ese mural es que los rancheros se crezcan”.

Finalmente cabría mencionar, porque Barra lo relaciona con las ideas que maneja en la entrevista, que en los momentos en que platiqué con él, los Estados Unidos estaban interviniendo en Panamá. Este es el texto.

El Hombre

Nací en 1922 en Concepción, ciudad sureña de Chile ubicada en plena Araucanía, a orillas de un gran río, el Bio Bio, de cuatro kilómetros de ancho en mi ciudad natal.

La revolución mexicana fue un movimiento muy sonado en el mundo entero y en especial en la América del Sur. Mi madre me platicaba mucho de ella. Además llegaban libros sobre arte popular, y en especial sobre el muralismo mexicano. Eso fue creando en mí un sueño, y no paré hasta realizarlo.

Un día supe que el gobierno mexicano ofrecía becas para venir a hacer estudios de pintura mural. Me presenté como candidato y la obtuve. Esto fue en 1953.

Mi anhelo era poder trabajar con Diego Rivera, al que conocía a través de un libro de Beltran Wolf, en el que cuenta su historia y reproduce algunos de sus murales. Este sueño también se hizo realidad, ya que trabajé con el maestro los últimos siete años de su vida, en plena madurez del genial pintor.

Hace nueve años regresé a Chile. La experiencia significó, en gran parte, volver a reconocer el país. El tratamiento que recibí fue magnífico. Yo iba con un poco de miedo a la dictadura, ya que en México estaba asociado con gente considerada como de extrema izquierda como lo fueron Rivera, Siqueiros y otros valores de la cultura mexicana. Sin embargo no ocurrió nada, el trato fue magnífico, tanto de las autoridades como de los familiares. Por cierto que la dictadura tapó uno de mis murales. Nunca hubiera pensado que se tratara de un mural agresivo el haber pintado a unos mineros en la zona más agresivamente marxista; comunista, aunque ahora ya no es el peor calificativo que se le da a un individuo, sino el de narcotraficante. Vea usted lo que ocurrió con Panamá y el general Manuel Antonio Noriega. Los Estados Unidos se lanzaron sobre él esgrimiendo la acusación de que se trataba de un narcotraficante, aunque se les olvidó que durante muchos años fue agente de la CIA.

Me gustaría regresar a Chile, y sin embargo tengo intereses en México, estoy casado y tengo hijos. Hay un refrán español que dice “no es de donde nace, sino de donde las pace. Estoy casado con una mexicana, que no es chilera ni chilena... es chilanga.

El Artista

Comencé a pintar cuando era pequeño, incluso antes de aprender a leer. Primero hice pintura de caballete y escultura. Si mal no recuerdo, mi primer mural lo pinté a los 20 años. Fue en Lota, un pueblo muy interesante cerca de Concepción, en donde hay algunas minas de hulla cuyas entradas están a la orilla del mar. Lota está situada en una región de serranías que se van cortando como con cuchillo hacia el mar. Esas tierras, en donde el mar está ganando terreno, fueron campo de las batallas del pueblo araucano.

Ahí me fui a vivir a los 18 años porque conseguí un trabajo como modelista de una gran fábrica de porcelanas enclavada en estas serranías. Esto significó para mí una gran escuela dentro de las artes plásticas y particularmente en la cerámica. Ahí trabajaba cuando me presenté de candidato para la beca en México.

Me he desempeñado como muralista porque es el arte plástico en el que me encuentro más completo. En el mural estoy cumpliendo un anhelo, tanto como pintor, como por mi inquietud social.

Inicialmente yo no tuve maestros. Yo vivía en un lugar muy aislado, a la orilla del mar y mi único contacto con el arte fue por medio de los libros. Sin embargo, un día llegó a Concepción, para realizar unos murales, el pintor chileno Gregorio De La Fuente, y yo tuve la suerte de ayudarle.

Primero estudié escultura. Mi maestro fue el alemán Luis Sembler, aunque pintor fui siempre. En esa época ya se pintaban murales, posiblemente como reflejo de lo que se estaba haciendo en México, solo que a través de una escuela de arte en donde sí se enseñaba la técnica al fresco, que era diferente a la usada en México. Allá no se usaba la paleta, sino colores disueltos en bastante agua, para formar una gama de tres o cuatro colores.

Estos fueron mis antecedentes: el escultor alemán, el pintor chileno y en grabado tuve como maestro a Carlos Hermosilla, en la escuela de Viña del Mar, que por lo general realizaba obras con tema de tipo social. Otras escuelas a las que asistí fueron la Universidad Popular en Concepción y la Escuela de Bellas Artes en Santiago.

Al llegar a México, el gobierno me asignó a La Esmeralda, pero yo solicité que se me permitiera estar al lado de Diego Rivera, con quien ya había hablado previamente. Como el maestro aceptara, dejé la Esmeralda y estuve con él durante siete años. Fue la época en que Rivera viajó a la Unión Soviética y yo al cercano oriente, a Israel, para pintar un mural en la ciudad sureña de Ashqelon, a la orilla del mar.

Yo llegué con Diego Rivera consciente de que me ponía a la sombra de un genio, con todas las consecuencias que esto podría traer. Para mí Rivera es la máxima figura del arte mexicano, tanto por su calidad, sus texturas en la técnica, como por el alcance social de su obra. El influyó en la mía, aunque Rivera incorporó mucho de la pintura antigua, del arte precolombino. El, como hacen los que verdaderamente son geniales, tomó de todo y no de una sola persona.

Recuerdo que en una ocasión, estando precisamente en Israel, me mostraron una fotografía. De inmediato pensé que se trataba de una obra de mi maestro. Cuál sería mi sorpresa que al verla de cerca me dí cuenta de que se trataba de una pintura hindú.

Muchas veces, cuando vemos cerámicas mayas decoradas, inmediatamente las asociamos a Diego Rivera. Entonces, cada vez que bebamos de la misma fuente no podemos evitar parecernos a él.

Para mí sería muy difícil definir mi trabajo. A mí me interesa el aspecto social. Más bien son otras personas las que lo definen. Por ejemplo, cuando llegué a Israel para pintar el mural, alguien dijo que mi pintura era socialista. Yo no lo había pensado antes, pero así me definieron ellos. Incluso hubo un poco de polémica con un grupo de pintores abstractos que me criticaron. Dijeron que cómo podía yo atreverme a pintar un mural en Israel en circunstancias que desconocía. Yo les contesté que tenía un conocimiento aceptable de lo judío. En cuanto al judío oriental, entre más al oriente voy, más cerca de México me siento. Ahora, “si yo fuera pintor abstracto como ustedes no tendría ningún problema”, les dije, “pero como soy realista, pues sí lo tengo, pero eso lo arreglo documentándome”. Y sí, dediqué tres meses a recorrer el país y a convivir con la gente en los kibuts.

Como usted sabe, aquí en Aguascalientes también hubo distintas opiniones sobre mi trabajo, algunas de ellas encontradas.

La pintura mural

En México existe una tradición muralista muy antigua. Prueba de ello son, por citar un solo ejemplo, esos maravillosos frescos de Bonampak, que están a la altura de las mejores hechos en otros lugares, e incluso superiores a muchos que se hacían en Europa, que para aquella época ya había caído en decadencia por lo que toca al arte, ya que con el medioevo se perdieron muchos elementos relativos a la técnica: se olvidaron el claroscuro y la perspectiva, y la pintura se hizo plana.

Luego, en la colonia la pintura mural cambió de temática y se trasladó a los templos. Todas las iglesias de la época inmediata posterior a la conquista estuvieron ricamente decoradas porque había que difundir la idea de Cristo. Esta experiencia fue una continuación de lo que se hacía en Europa aunque con muchas carencias, por ejemplo de pigmentos y colores, porque en la gran mayoría los que dominan son las grisallas, ya que todavía no existía la técnica de la policromía; se trataba de grabados.

Después, al terminar la revolución mexicana, el muralismo cobra un nuevo auge. Su objetivo fue, por lo menos como lo enfocaron los tres grandes, Orozco, Rivera y Siqueiros, llevar el arte a las masas populares. Para ello eligieron lugares públicos como lo son los edificios de gobierno. Su lema fue “un arte al servicio del pueblo”. Este tiene una gran sensibilidad plástica pero no las posibilidades económicas para adquirir obras de arte. Una solución fue decorar los muros de los edificios públicos.

Política y muralismo van muy unidos. Esto se debe al grupo de pintores con conciencia social que decidió hacer una revolución cultural. Diego Rivera decía que para ser muralista primero había que inscribirse en el Partido Comunista. Yo no fui miembro del partido, pero considero que sus ideales eran los más justos. La riqueza está mal repartida. Unos se llevan la del león y los otros están a medio morir.

El arte es una necesidad social. Con el arte nace toda la cultura, que empieza cuando el hombre primitivo hace su primera hacha de mano. Su desarrollo es muy lento. Para que el hombre llegara a hacer un hacha de mano bien hechecita pasó un millón de años. Simultáneamente a esto comienza a pintar sus primeros murales en los techos de sus cuevas.

Dentro de la plástica, el muralismo es una de las manifestaciones artísticas más antiguas. Conocemos pintura mural con una antigüedad de 30,000 años, como es el caso de las cuevas de Altamira, en España. Por lo que toca a América Latina la tradición muralista contemporánea no es muy importante, aunque sí se han hecho bastantes murales, en Chile, Argentina, Bolivia, y creo que en Perú.

En México, el muralismo está en crisis actualmente debido a que desapareció la coyuntura que lo provocó. Hoy en día, el gobierno federal ya casi no encarga murales. Los gobiernos de los estados sí, aunque con menos publicidad. Sin embargo, creo que en definitiva no puede considerarse al muralismo como algo cerrado, agotado. Contrariamente a lo que piensan muchos, en el sentido de que la pintura mural está superada, yo considero que los tres grandes abrieron un camino a seguir, aunque actualmente este camino se ha llenado de maleza, ha sido abandonado. ¿Por qué?. Porque han aparecido otras corrientes que yo consideraría como contrarrevolucionarias: una contra en la cultura general de México, que no sólo afecta al muralismo, sino también a la literatura y otras artes. En pintura se pretende hacer un arte sin idea, abstracto, que lo es en la medida en que no contiene un mensaje; una idea. En ese sentido es abstracta, pero desde luego que en el momento en que se lanzan líneas y color, ya no lo es tanto. De cualquier manera, no deja de ser una forma de arte contrarrevolucionaria que a mí no me llena. Hacerlo sería una forma de engañarme a mí mismo.

Cuando el muralismo recibió un impulso sin precedentes en México, recién terminó la lucha armada de la revolución, sus promotores impusieron el aprecio de un arte con contenido social y hubo una lucha para desplazarlos y apoderarse de Bellas Artes.

Actualmente es muy difícil que un pintor realista contemporáneo pueda entrar a Bellas Artes. Ya todo es un bloque de pintores abstractos. A mí me tocó ver cómo ellos llegaron y se apoderaron de Bellas Artes, que originalmente fue creado por los muralistas.

En cuanto al muralismo, recién estaba pensando en lo vivo que está todavía. En Aguascalientes hay ya varias galerías de arte, que por lo general están desiertas. Tienen concurrencia el día de la inauguración y después el público escasea. Sin embargo, aquí he podido observar, mientras pinto este nuevo mural, que constantemente vienen personas: campesinos, trabajadores, niños, aparte de los grupos que vienen a veces guiados por un maestro; personas a las que les es muy difícil ir a Artes Visuales. Entonces esto me hace pensar que la pintura mural continúa cumpliendo con la función para la que fue creada.

Yo le decía en alguna ocasión a Víctor Sandoval, a propósito de unos ataques que yo había recibido, le decía “lo que pasa es que su arte es un arte hecho a espaldas del pueblo”, él me toma la palabra y dice “claro, nunca debe hacerse un arte a espaldas del pueblo”, pero él es director de todo un organismo que está haciendo un arte a espaldas del pueblo, que no puede acceder a él y del que está completamente divorciado.

La crisis del muralismo no tiene nada que ver con los temas, que hay muchos, sino con el apoyo para producir pintura mural, que ya no es común. El realizar este, por ejemplo, es una excepción, ya que poca gente con una visión estética encarga un mural para el palacio.

Temas hay muchos. Por ejemplo, la insolente invasión de que fue víctima Panamá por parte de los Estados Unidos. Evidentemente este es un tema para un mural. Desgraciadamente no tenemos la agilidad suficiente. Alguna vez hice un grabado que muchos consideraron ofensivo, muy agresivo, pero que no es nada comparado con lo que ocurrió en Panamá. El título era Suave Patria, tomado de los versos de Ramón López Velarde, y decía lo siguiente: “no permitas que las transnacionales arrasen tu suelo”, y es que en América Latina estamos siendo arrasados, ya sea a través de las mercancías, de la banca, de los préstamos, y con lo de Panamá, por la vía militar. Ya ni siquiera con la complicidad de un dictador local, sino abiertamente, ya sin ningún disfraz; a tal extremo ha llegado la insolencia del vecino del norte. Utilizaron la cuestión del narcotráfico como pretexto pero se olvidan cuál fue el origen de su poderío económico, cómo obligaron a los chinos a consumir el opio. De aquí que lo que para ellos fue bueno en una época y les produjo mucha riqueza, ahora no se lo permiten a pequeños países y que, como en el caso de Bolivia, es el único aliciente que tiene el campesino.

Entonces, ¿cómo no va a haber motivo para una pintura social? Lo tenemos, nada más que el problema es que esa pintura no la compra el burgués.

En México existe mucha libertad para que el artista realice su trabajo, aunque esto no es estático. En realidad, cuando hay presiones para cambiar el giro del arte, éstas no provienen de las autoridades sino de la sociedad, de grupos que ayer consumieron mucho arte pero que, debido a que el artista se ha liberado, hoy no lo pueden controlar. Entonces, por lo menos quieren que su arte no los ofenda; no ataque. Para esto ¿qué mejor que la pintura abstracta?. Resulta muy efectivo encauzar a los artistas a través de galerías, críticos, becas y encargos.

Por mi parte yo siempre he gozado de mucha libertad para pintar. En el caso de los dos murales que pinté aquí a principios de los sesenta habría mucho que decir.

Los murales

del Palacio

de Gobierno

El mural del sur lo pinté en 1961. Yo vine a Aguascalientes por primera vez a realizar un muralito que nos encargó la federación para la Casa de la Juventud que iba a inaugurarse y que fue la primera que se construyó en el país. Ahí hay un mural que pinté con otros tres pintores. Hice el proyecto, lo dirigí, desarrollé el dibujo en el muro y fui el que más pintó. Esto fue en 1960.

Cuando venimos a pintar este mural, lo único que sabíamos de Aguascalientes era que tenía su famosa Feria de San Marcos: las peleas de gallos y las corridas de toros, pero nada más.

La federación nos pidió este mural de la Casa de la Juventud, y yo le dije al funcionario con el que nos arreglamos: “págenos un viaje para ir primero a ver cómo es Aguascalientes”. El dijo: “no, no, ustedes hagan el proyecto así, sin más ni más, imaginario”. Era lo tomas o lo dejas, y teníamos sólo 20 días para realizarlo. En estas circunstancias, debimos hacer un proyecto apresurado; un proyecto un tanto al margen de las actividades de Aguascalientes. Algo nacional.

Después, el gobernador del estado, ingeniero Luis Ortega Douglas, convocó a un concurso en el que participamos un grupo de pintores y que yo gané. El gobernador quería que presentáramos un proyecto, pero impuso una condición: quería un mural de crítica social. Esto nos sorprendió mucho porque por lo general los encargos se hacen poniendo una serie de trabas: “sí, pero no hagan esto, no hagan lo otro”. El gobernador Ortega nos dio mucha libertad; era un hombre de una cultura bastante amplia.

Puesto que el fallo me favoreció, comencé a trabajar. Como pude observar, el cultivo de la uva estaba en manos de muy poquita gente; de tres o cuatro, entonces yo hice la crítica. Me llamó mucho la atención que los viñedos estuvieran tan protegidos, por lo tanto los pinté con alambre de púas. También lo hice porque observaba que al lado del viñedo próspero; verde; maravilloso, las tierras eran desérticas, llenas de piedritas, y cuando yo preguntaba sobre esta situación, el dueño del viñedo me contestaba que esto se debía a la falta de cultura del ejidatario, que era a quien pertenecían esos terrenos desérticos. Sin embargo yo observaba que las circunstancias eran otras: la mayoría de los propietarios de viñedos habían hecho un pozo profundo que requería de una gran inversión y de un permiso especial. Estos detalles y otros de los que prefiero no hablar, alejaban al ejido del cultivo de la uva.

Esta crítica le cayó directamente al ingeniero Ortega, puesto que él era el segundo productor de uva en ese tiempo; se molestó mucho pero aguantó.

Este gobernador, del que inicialmente se me hablaba muy mal, yo terminé admirándolo por su gran entereza y fuerza cuando el mural fue terriblemente atacado por la prensa, que involucró a la Iglesia. La cosa se puso difícil, sobre todo para el gobernador, ya que los ataques le venían incluso de su propio hogar y de sus amigos cristianos. El decía una cosa: “yo soy cristiano y soy de los pocos gobernadores que lo dicen, pero no me gusta que la Iglesia pretenda mandar, el gobernador soy yo”.

Ortega Douglas me dejó en plena libertad para trabajar a pesar de que hubo quienes presionaron para que borrara algunas cosas. Pero yo vengo de tres razas muy testarudas: los vascos, por parte de padre, por el Barra; irlandés por parte de madre, por el Cunningham, y el indio araucano, que anda por ahí a pesar de que no lo reconocen, pero yo lo siento. El gobernador recibió una petición por parte del industrial vitivinícola, don Nazario Ortiz Garza, para borrar aquella parte del mural donde están pintadas una garras que se llevan la parte norte del país. Esto porque le parecía muy duro, y un buen día Ortega me pide que baje del andamio, me toma del brazo, me lleva a un lugar y me pide que lo borre. Yo le contesté que había sido mucho más duro el haber perdido la mitad del territorio nacional, y la mejor parte además, puesto que en esa parte se fue todo lo que México tenía de clima mediterráneo. El se quedó callado un rato y al final dijo: “tiene toda la razón, déjelo”. Fue este el único intento más o menos fuerte que hubo contra el mural.

No me gusta hablar de mi obra porque creo que ésta, si está bien hecha debe hablar por sí misma. En el caso de los murales del Palacio de Gobierno, fue la prensa la que, al atacarme, hizo una explicación magnífica de los éstos. Solamente que ellos veían en negro lo que a mí me parecía blanco. Para mí como pintor, es una satisfacción que si se pinta con la intención de expresar algo; se desea que este algo llegue, y sí, les llegó. Luego sucede que se desea expresar una cosa y le entienden otra, entonces se peca de falta de claridad.

Debo decir que pese a todas las críticas, jamás fui molestado mientras trabajaba. Es cierto que hubo llamadas anónimas en las que se me amenazaba de muerte pero nunca hubo problemas. En ese tiempo, las puertas del palacio no se cerraban; permanecían abiertas toda la noche. Entonces yo pintaba ayudándome con la luz de un foco, y pintaba mucho más de noche que ahora. Pintar de día es lo ideal, por la luz, pero las mas grandes pinturas de la humanidad fueron hechas en cuevas o catedrales oscuras y son maravillosas y fueron alumbradas por lamparitas de aceite.

Trabajaba de noche y sentía escalofríos, como si alguien viniera a dispararme. Claro, posiblemente los nervios me traicionaban, aunque nunca hubo una agresión personal.

Otro motivo de crítica se presentó cuando estaba por concluir el trabajo. Yo tenía un problema de tipo plástico. A mí me habían impresionado un par de balcones que están sostenidos por dos columnas. Se encuentran en la Casa de la Cultura y el Palacio de Gobierno y me llamaron la atención porque constituyen un estilo arquitectónico que yo no había visto. Por lo tanto, quise pintar esto. Entonces pinté un balcón. Sin embargo en la composición yo tenía el problema de pintar algo que no se empequeñeciera frente a las otras figuras grandes de los personajes importantes de la historia local: Pedro De Alba, Guadalupe Posada, Jesús Díaz de León, Saturnino Herrán, Jesús Contreras y todas las grandes figuras de Aguascalientes, hayan nacido aquí o no. Entonces se me ocurrió que valía la pena aprovechar ese pequeño espacio para hacer un agradecimiento. Así como cualquier escritor agradece el apoyo que ha recibido, ya sea al principio o al final del libro que ha escrito, así quise yo hacerlo plásticamente y pinté en ese balcón al gobernador, a don Alejandro, a Víctor Sandoval y a Salvador Gallardo Topete. Hasta yo me pinté ahí, era como un asomarse a la historia nacional.

Esto le caló a mucha gente y provocó muchos ataques, pero yo considero que estaba en mi derecho de hacerlo.

Sin embargo no todo fueron ataques. También recibí manifestaciones de apoyo y aprecio, sobre todo de los estudiantes del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnologías y del magisterio, y hubo varios casos muy hermosos de personas que al verme me manifestaron su aprecio, y que yo agradezco.

A propósito de los agradecimientos, la realización de este mural implicó la realización de cierto trabajo marginal que me permitió enterarme de cómo era Aguascalientes. Cuando comencé a trabajar en el mural yo tuve que recurrir, desde luego, a las personas que supieran sobre la historia de Aguascalientes. Todos a quienes pregunté coincidieron en un solo nombre: el profesor Alejandro Topete del Valle.

Don Alejandro me ayudó mucho y en aquello en que yo tenía duda; que no me llenaba, lo consultaba con dos poetas: Salvador Gallardo Dávalos y Víctor Sandoval. A estas personas yo les debo el conocimiento de la historia de Aguascalientes y claro, también hubo preguntas y respuestas de otras personas, pero en menor escala.

Además me ayudó el hecho de que yo me metía en todas partes. Iba a los templos, a los mercados, a la sierra, en fin, a donde pude. Ese mural encierra muchas excursiones y paseos para conocer el estado.

En el mural aparece el general Francisco Villa en dos ocasiones. La cuestión es la siguiente: lo que pasa por los sentidos es muy difícil de explicar con palabras pero en relación al general Villa se habla mucho de una doble personalidad. Se decía que daba una batalla aquí y de repente aparecía peleando en otro lugar. Se le veía aquí y desaparecía para no encontrarlo sino hasta el día siguiente. Nadie sabía donde dormía y además se trata de un personaje al que hasta hace se le comienzan a reconocer sus méritos, porque para algunos pocos intelectuales o gente bien, Villa no pasaba de ser un roba vacas.

En relación a la Iglesia y los jóvenes, como ya dije, yo nací en la orilla de un gran río. En él murieron ahogados muchos compañeros míos. Era el único lugar donde podía uno bañarse ya que no había albercas. Entonces, a mí me sorprendió la Casa de la Juventud en la que pintamos el primer mural y pensé que si en mi pueblo hubiera habido un lugar como ése, muchos de mis amigos no hubieran muerto, y más me sorprendió el saber que la Iglesia, primero en Guadalajara, excomulgaba a todos los asistentes a las Casas de la Juventud, y luego la Iglesia de Aguascalientes se hizo eco de esta pastoral... La parte final del mural no la tenía yo resuelta en el proyecto; no sabía lo que iba a hacer. Sí había puesto algo pero no me satisfacía. Entonces, lo dejé para el final, porque siempre creo que es mas fácil captar los aspectos políticos y económicos de un lugar, mientras que lo cultural es más difícil. Por lo que ocurrió durante el tiempo en que estuve trabajando, creí al final tener el tema y pinté este celo exagerado de la Iglesia hacia la juventud, según me pareció, que trataba de impedir el roce de muchachos y muchachas en un mismo establecimiento, puesto que una de las censuras mas fuertes era que se habían construido unas albercas donde se iban a bañar juntos muchachos y muchachas. En Ojocaliente, por lo menos en aquel tiempo, las muchachas se bañaban un día y los muchachos el otro, y así. Toda esta serie de cosas me dio a mí el tema de la última parte del mural social, la que está dedicada a la cultura de Aguascalientes. Donde están toda la serie de héroes, hombres de ciencia, políticos y artistas, y en el centro una gran oscuridad. La única claridad en esta oscuridad era la de la Iglesia, y la juventud trataba de salir de esta oscuridad, ya sea para irse a la universidad de México, o sea, al conocimiento universal. Pero la Iglesia, celosa, trataba de evitar esta fuga del elemento humano joven, y fue lo que traté de expresar con los medios de un pintor. Ahí aparece la Madre Tierra, la cultura del maíz, que trata de rescatar; de lanzar a esta juventud hacia el conocimiento universal. Está jalando al joven, que sale de un hoyo oscuro. Está también un sacerdote, que lo abraza tiernamente; lo abraza para que no se vaya del lugar de origen. Esta fue la parte que más molestó a algunos sectores. Lo último que pinté en este mural fue la estatua de Jesús Contreras A Pesar de Todo, Malgré Tout.

El mural del norte

Al terminar el mural social el gobernador, que también estaba montado en su macho, me pidió otro mural y aunque sí hubo críticas, el único que llegó a molestarse un poco fue el ingeniero Ortega Douglas. De ahí en más, nadie dijo nada. El gobernador dijo que yo estaba atacando un tanto al gobierno, por imágenes tales como la ruleta, las autoridades que no ven, cosas así, y me olvidaba que él era el gobierno que me estaba encargando el mural. Hubo crítica, pero me dejó pintar. Para realizarlo estuve en la feria, tomé mucho apunte, mucho documento y tratamos, bueno, fue idea del gobernador; opinión suya, que yo pintara en ese mural todos los retratos que quisiera. Entonces, el mural está plagado de personajes de la época. Muchos ya murieron y otros sobreviven. Por cierto que había un abogado, que cada vez que me lo encontraba me decía que me iba a demandar, que me iba a meter en la cárcel porque lo había pintado entre los jotos, además de que según él, lo había pintado más prieto de lo que en realidad era.

El nuevo mural

Este nuevo trabajo me lo encargó el gobernador del estado, ingeniero Miguel Angel Barberena Vega, y resultó de una casualidad. Yo tuve que venir a Aguascalientes para unos asuntos. La persona a la que necesitaba ver se reunía a las cinco en el café del Hotel Francia. Entonces llegué y encontré al grupo reunido. Uno de ellos me dijo que recién el gobernador había preguntado por mí porque quería encargarme un mural. Como si esto fuera poca coincidencia, al poco rato apareció en la puerta el gobernador y nos pusimos de acuerdo.

En relación al tema del mural, hace 30 años asistí a un acto cívico en honor de la bandera. El orador fue un poeta amigo, y habló del verde de la agricultura, el blanco del agua y el rojo de la industria. Entonces, a mí me pareció un bonito tema para un mural. Hice un proyectito, con la posibilidad de realizarlo en México, pero la cosa se burocratizó y llegó un momento en que ya no fue posible hacerlo porque el tiempo político había pasado.

Hace 10 años vine a Aguascalientes y conocí a un decorador que era amigo del gobernador Landeros y se hizo el contacto. Le entregué el proyecto junto con cuatro pinturas más. Hasta ahora no he sabido nada de aquello.

El tema de este mural es una interpretación de los colores nacionales a partir de aquella idea. He dividido la pared en tres y ahora trabajo con el verde, que para mí es la tierra y lo más apreciado de ella: la vida vegetal. Sin ella el hombre no podría vivir. Por lo tanto, en esta parte quiero colocar todo lo positivo que podemos encontrar en la agricultura, y desde luego, tratándose de un mural hecho en Aguascalientes, la uva tiene un lugar muy especial. Esta parte tendría el siguiente título: “ama la tierra, que ella te entregará sus frutos, dorados o envueltos en hojas verdes”.

En el otro extremo estará el rojo: la industria, que junto con la técnica y la ciencia, que estarán situadas alrededor del blanco, ponen su producción al servicio de la amada tierra.

En el centro será el blanco, que es el blanco del agua, y el águila y la serpiente en una simbiosis que fecunda la tierra.

La técnica del mural

Lo básico de la pintura al fresco es un aplanado de cal y arena, no de yeso ya que ese sería el peor material para trabajar. Trabaja mucho con la atmósfera, absorbe humedad, se afloja y termina rompiéndose. En este caso hemos reemplazado la arena por polvo de mármol, pensando que algún día, a través de los milenios, se va a convertir en una lápida de mármol. Por eso lleva todos los elementos que contiene este material: la cal y, en vez de arena, partículas de cal misma: arena de cal. Esto lo coloca el albañil; él tapa el dibujo y entonces, a través del calco, lo devolvemos al muro y hay que volver a dibujar. Primero se dibuja el muro, de éste se calca el dibujo y, cómo aquél se tapa, se le devuelve a través de un papel perforado con una almohadilla rellena de carbón. Luego hay que pintar inmediatamente para evitar que el aplanado se seque.

En general los colores los hace la naturaleza, la mayoría son óxidos metálicos. Yo solamente puedo molerlos. Estos son colores comprados. Cuando no es fresco sí me gusta mucho el temple al huevo, entonces sí hay que molerlos con la emulsión que uno prepara, pero los pigmentos están en la naturaleza, aunque algunos sí están hechos químicamente.

Cuando hay una motivación, hago un dibujo. A veces el muro mismo sugiere. Ve uno la pared y hay algo que le dice a uno lo que podría hacerse con él. Por ejemplo esta idea que estoy realizando, la pensé para rectángulos regulares y tuve que someterla a los caprichos de las puertas y, claro, esto lo hace cambiar.

Inicialmente este mural no era para el palacio. El gobernador vio unas paredes muy feas y dijo: “sería bueno pintar aquí unos murales”. Esto fue en los reclusorios de varones y mujeres.

Un mural

para la unidad

latinoamericana

Hay un mural que me gustaría realizar, aunque todavía no hay nada concreto. Se trata de una pintura cuyo tema sería el de la unión latinoamericana. Yo veo, tal como van las cosas, solamente dos opciones para nuestros problemas: el regreso al campo, en el cual hago hincapié en este mural, y la unión de los países latinoamericanos para tener un mercado más amplio porque, por ejemplo, lo que escasea en México abunda en Chile. La industria de la fundición, de los altos hornos, tienen carencia de carbón que deben importar desde Australia. En Chile, los piques, como se le llama a la boca de las minas, están parados; están trabajando uno o dos porque el mercado es pobre, están dedicados solamente a la industria local.

En un lugar de América Latina abunda algo que en otro escasea, por falta de una buena organización en un sentido comercial. Entonces, este mural es de las dos flores de los confines del continente americano: la dalia de México, que es la flor nacional, y el copihue en Chile, aunque este proyecto no fue aprobado porque todo parece indicar que actualmente la unidad latinoamericana dejó de ser un ideal a alcanzar...