Entrevista a Ricardo Magdaleno
Rodríguez
Gustavo Arturo de Alba
Hacienda defiende el caso
Serfin
Juan Castaingts Teillery
Arrieros somos, y en el camino
andamos
Xavier A. López de la Peña
Periodistas, políticos y opinión
pública en la conformación del espacio público y
político
Salvador de León Vázquez
Ellos saben cómo
hacerlo
Miguel Molina
¿El misterio del
cosmos?
E. Miret Magdalena
Elecciones en el Estado de
México (Disponible sólo en formato
PDF)
Roy Campos Esquerra y Federico Rosas Barrera
Los movimientos
sectarios
Marco Antonio Venegas M.
A lomo de
palabra
Germán Castro
Correspondencia con Don
Gus
Gilberto Calderón Romo
Aguascalientes en
Cifras
Carlos Reyes Sahagún
Con las debidas
reservas...
Isidoro Cárdenas Rodríguez |
Diario de un reportero
Miguel Molina
Desde acá, el escándalo del Fobaproa es igual que en México,
pero con matices.
Todo se sabe. Es difícil esconder o limitar las dimensiones del más
reciente y más evidente fraude que se ha cometido con recursos de
la nación. Es igualmente difícil ocultar o disfrazar los nombres
y apellidos de quienes se han beneficiado ilegalmente. Es imposible ignorar
o desechar el resultado de la auditoría ordenada por el Congreso:
hubo casos en que el rescate no fue de los bancos sino de los banqueros.
No importa que sean solamente algunos miles de millones de
dólares: lo que es poco para quienes tienen mucho es mucho para los
que tienen poco. Tampoco importa que el gobierno haya rescatado al sistema
bancario del país, porque la relación entre ambos está
tan viciada que se ha vuelto predecible, y siempre cabe preguntarse si
valía la pena rescatar algo que una y otra vez ha demostrado que no
sirve.
Mucho menos importa que se descubra ahora que la privatización salinista
fue un proceso desaseado, irresponsable, mentiroso y en casos hasta gangsteril:
el ejecutor es gobernador del Banco de México y ahí se va a
quedar cuando menos hasta que termine el sexenio.
Por eso, a pesar de las garantías de que se procederá contra
los responsables, el gobierno mexicano ha quedado una vez más en
evidencia. Las matanzas de Acteal y de Aguas Blancas, Chiapas, el PRI y sus
candidatos, el omnímodo y omnívoro narco, Salinas, son algunos
de los escándalos que Europa no ha olvidado. Pero la del rescate bancario
es la vergüenza más reciente.
Es verdad que en Gran Bretaña no se habla mucho del asunto, quizá
porque se trata de un país que alguna vez fue imperio, y su interés
por asuntos como el de México es directamente proporcional a los efectos
que el escándalo bancario pueda tener en el sistema británico.
Pero basta y sobra con que los mexicanos sigamos hablando del asunto.
En el mejor de los casos, uno -que, como mexicano, no votó por ellos-
siente que los funcionarios que tomaron parte en el rescate bancario y las
operaciones del Fobaproa pecaron de ignorancia o de inocencia: cómo
no se van a dar cuenta de lo que están haciendo, si ellos, como se
anunciaban en la campaña, saben cómo hacerlo. Por supuesto.
En el gobierno no tendría que haber lugar para inocentes ni para
ignorantes.
Miles de mexicanos que se endeudaron irresponsablemente están pagando
las consecuencias de su error, y han perdido lo que tenían y deben
al menos parte de lo tendrán. No importa -parecen decir las declaraciones
que emiten fuentes oficiales- ellos no son invitados a las recepciones ni
a las ceremonias con que el poder se celebra a sí mismo. En tres palabras:
que se jodan.
Aunque no lo parezca, a uno le pesa esa situación. Y como estamos
en el extranjero, lo más sencillo es encontrarse con mexicanos en
el metro, en el autobús, en la calle, en un café, o en el
aeropuerto, y descubrir que también a otros les pesa y les
avergüenza. Pero no a todos.
Hay quienes critican a los responsables del rescate bancario por no haber
hecho las cosas de modo que pasara inadvertida la ayuda a los banqueros:
Se vieron mal, dicen, fueron torpes. Hay quienes
critican a los críticos: No sé por qué hacen tanto
escándalo, señalan, el dinero ni es de ellos.
Hay quienes prefieren ignorar qué está pasando. Y hay quienes,
como el presidente de la CNB, se refugian en el lugar común de que
lo importante es el deber cumplido...
Y uno busca en la prensa, en las agencias, en las conversaciones, datos que
den paso a la esperanza de que cuando menos esta vez... Pero no. Termina
uno por entender hacia dónde va el país y cuál será
el futuro de quienes lo conducen, si se quedan. Y da tristeza y da coraje
darse cuenta de ya ni siquiera se preocupan por guardar las apariencias.
Así se ven las cosas desde lejos.
Recuerdo que no hace mucho conversé sobre el tema con el director
de un diario mexicano especializado: No va haber revelaciones
extraordinarias, me advirtió el periodista. Tampoco se
va a saber algo que no se supiera antes.... Tenía razón.
Ellos saben cómo hacerlo. |
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