Entrevista a Ricardo Magdaleno
Rodríguez
Gustavo Arturo de Alba
Hacienda defiende el caso
Serfin
Juan Castaingts Teillery
Arrieros somos, y en el camino
andamos
Xavier A. López de la Peña
Periodistas, políticos y opinión
pública en la conformación del espacio público y
político
Salvador de León Vázquez
Ellos saben cómo
hacerlo
Miguel Molina
¿El misterio del
cosmos?
E. Miret Magdalena
Elecciones en el Estado de
México (Disponible sólo en formato
PDF)
Roy Campos Esquerra y Federico Rosas Barrera
Los movimientos
sectarios
Marco Antonio Venegas M.
A lomo de
palabra
Germán Castro
Correspondencia con Don
Gus
Gilberto Calderón Romo
Aguascalientes en
Cifras
Carlos Reyes Sahagún
Con las debidas
reservas...
Isidoro Cárdenas Rodríguez |
Marco Antonio Venegas M.
«El hombre no puede crear un gusano, pero es capaz de crear dioses
por docenas».
Montaigne
«Las religiones nacen y se desarrollan en sociedades ignorantes y
débiles, con gran inclinación mística, o a lo sobrenatural,
y en consideración a la preferencia humana a lo fácil, que
no requiere esfuerzo. Quienes han impuesto la religión se han valido
de la fuerza, el castigo, el convencimiento, la crítica, la
privación de derechos, etc.»
R. Glz. Ruíz
La constatación simbólica de las representaciones religiosas
en las diversas culturas humanas más que mostrarnos la ideología
como emblema estable de una civilización lograda, nos hace pensar
en la uniformidad universal de la necesidad implícita al hombre a
intentar materializar sus miedos, pasiones, anhelos, etc., en fin, aquellos
misterios que la capacidad humana no alcanza a comprender. Todas las
diversificaciones de tradiciones regionales no son sólo un abyecto
estético del que sea fácil deshacerse (elementos propios de
otro campo de estudio). No son un disfraz carente de sentido, sobre todo
tomando en cuenta que es exclusivamente por y en ellos donde la realidad
se muestra y se nos posibilita el entendimiento, a la a vez que comprendemos
lo que se nos oculta, es decir, precisamente lo que une a las culturas: la
necesidad trascendente de eternidad. En otras palabras únicamente
en la manifestación simbólica que se extrae de lo extenso -la
abstracción de la res extensa cartesiana- nos es posible acercarnos
a lo que, si no fuera por el Rito, nos sería imposible conocer, por
quedarse ello solamente en entidades metafísicas, impalpables e
incomprensibles.
Esa diversificación mística y ritual regional es, pues, una
necesidad desde el contexto para representar la necesidad universal, o sea,
desde la materialidad particular se explica la inmaterialidad metafísica
universal. De donde podemos concluir las vastas manifestaciones de un mismo
fenómeno desarrollado de mil y una maneras distintas, empero encaminadas
a un mismo fin.
Como manifestación pública, los rituales se entablan como una
intrincada red donde se superponen, y dan coherencia, los sentimientos
específicos de un pueblo dado. Es en ellos donde se expresa el sentir
general; y es tan diverso como las tantas etnias y razas del planeta.
No obstante, si bien son el manifiesto cultural popular, cabe hacer
hincapié de la posesión que de ellos hacen los personajes que
se sitúan en el poder, manipulador activo del populos:
no se trata de ver lo malo del poder político, sino de concebir el
rito como fuente de legitimación política, coercitivos en esencia,
favoreciendo sin más a las clases que detentan el poder, pero
presentándose con la flamante etiqueta de «institución»,
en este caso concreto como «iglesia». El arma de doble filo se
convierte por una parte en elemento de unión cultural y por otra como
elemento de sumisión legítima a los mandatos de unos cuantos.
Obviamente, y específicamente con el hecho religioso, el individuo
sólo forma parte de esa participación colectiva visto como
un ser a quien se supone se va a satisfacer (me refiero a ese afán
de trascendencia, de comunicación con el todo -Dios, la necesidad
de eternidad -nirvana, cielo, etc.-), mas no como agente activo con facultad
de juicio que critique el hecho para su aceptación o rechazo. Es
aquí donde se puede presentar una disyuntiva: o el individuo acepta
el rito, incorporándose con ello a la comunidad, o lo rechaza, perdiendo
con ello la conexión con toda o parte de la sociedad.
Ahora bien, es precisamente esta disyuntiva la que el líder
carismático aprovecha para inculcar métodos e ideologías
ajenas al contexto donde se presenta una discordia, por muy mínima
que sea. Si el individuo es relegado de la comunidad, o si él mismo
se aparta de la costumbre, a la que en un principio pertenece, podrá,
con la aparición de vertientes parecidas al rito rechazado, y además
con la posibilidad psicológica de usar el libre arbitrio, brincar
y colocarse de inmediato en algún grupo disidente que hace las veces
de posibilidad alternativa. No me es propio discutir las causas de la
separación por parte del sujeto del grupo original -eso es materia
de la psicología de la religión o psicología social-,
pero sí me preocupa sobremanera la metodología utilizada por
estos líderes espirituales, en tanto que prensan ininterrumpidamente
la capacidad creadora de los individuos.
Pero vamos por partes: los rituales, en este caso los religiosos, son necesarios
por sí como elementos de unión grupal -esto es, como
representación material o concreta de lo espiritual- y también
lo son de modo legitimante para el orden establecido -en el sentido de fuerza
política dominante-: Bien, la ola de alternativas que hoy día
podemos ver en la sociedad adquiere importancia desde el momento que damos
cuenta de la diversificación lograda: los fines pueden ser aceptados
como posibles salvación de lo que el rito troncal no ha podido ejecutar
(eso no se discute), pero, y muchas veces se ha visto, también pueden
presentar problemas sociales al utilizar métodos que recaen en el
límite extremo de la extorsión y es esto, precisamente, el
punto que me interesa tratar. A continuación veremos hasta dónde
pueden llegar los métodos de reclusión utilizados por los grupos
disidentes y su repercusión en el todo social, pero sin olvidar nunca
el átomo principalísimo de toda esta discusión: el
individuo, que es, final de cuentas, lo que se pretende salvar.
II
«Tenemos la suficiente religión para odiarnos unos a otros, pero
no lo bastante para amarnos»
Jonathan Swift
«Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi
incurable»
Voltaire.
Actualmente, los dirigentes de los nuevos movimientos religiosos hacen
hincapié de las necesidades no satisfechas en religiones principales
(en el caso de Aguascalientes, me refiero obviamente al catolicismo), aprovechan
las fisuras para colocarse como dirigentes espirituales, pero en el fondo
pretendiendo, y no es aventurado decirlo, el beneficio material propio y
no de los feligreses miembros del movimiento.
Bernard Shaw nos dice que la religión es una fuerza muy grande, la
única fuerza motriz real que hay en el mundo. Pero, para llegar al
corazón de un hombre, debemos hacerlo a través de su
religión, no de la nuestra. Eso lo sabe el Pastor y utiliza elementos
de la sociedad para introducir ideas que, generalmente, provienen de regiones
muy distantes. Es curioso palpar la aparición en México de
cientos de movimientos religiosos con tinte orientalista, retocados
magistralmente con actividades herméticas y hasta esotéricas.
Pero no voy a discutir el origen de esas creencias. Es clara la dificultad
en esa posible empresa. Es interesante discurrir acerca del sentimiento actual
referente a enigmas que se presentan con un velo orientalista cuyo contexto
se desconoce totalmente y que sin embargo se infiltran cada vez más
en nuestras sociedades.
Las tesis que se manejan en esos pretendidos conocimientos ocultos distan
mucho de su objetivo común que radica en la aclaración tendenciosa
del actuar humano, esto es, nos pretenden dar opciones éticas que,
para decirlo sin rodeos, salven nuestro naufragio moral-teleológico
que sufrimos en las sociedades actuales. Visto así, resulta noble
su afán; no critico, y esto debe quedar bien claro, su thelos último
-al menos desde este primer punto de vista que, por lo demás, es el
que menos importa-, al final de cuentas no nos brinda más que lo que
buscan los paradigmas místico-religioso de occidente. Sin embargo,
las soluciones propuestas o la formulación de ellas, nos envuelven
retóricamente en caminos tan diversos que pierden hasta al más
suspicaz lector. Repito, no es el fin lo que se rechaza sino su método
cuasirreligioso en el uso lingüístico y de persuasión.
Así, los afanes propagandísticos de sus dirigentes basan sus
estrategias en la elaboración de laberintos míticos-místicos
encaminados más a la obtención de súbditos y fieles
que a un acercamiento real a lo Posible, a la Divinidad. De este modo, la
actividad mencionada adquiere dimensiones que el feligrés jamás
imagina: se convierte en una actividad privada de la institución que
se crea. Pero esa institución, por su reducida cuantividad constituyente,
carece de reconocimiento y legitimación colectiva. Es entonces cuando
la conciencia ético-religiosa que se intenta imponer cobre direcciones
imprevistas para quien acepta una pseudodoctrina: su ímpetu se desborda
por caminos que bien se pudieran catalogar de fanatismo, es decir, defensa
incondicional del principio de autoridad (aclarando que la autoridad no
necesariamente es de un hombre, puede ser un libro), repetitividad constante
de tesis no reflexionadas y muchas veces ni siquiera asimiladas, o un anhelo
despersonalizado de ganar adeptos. Son ya sectas o nuevos movimientos religiosos
alternativos, que pueden llegar a ser peligrosos precisamente por su fanatismo.
Vemos, pues, por una parte la enajenación múltiple de quiénes
aceptan, conciente o inconscientemente, los axiomas requeridos por tales
propuestas; por otra el desconocimiento del dogma heredado que sigue un camino
opuesto al que se impone con dichos neo-sistemas. La consecuente pérdida
de identidad por parte del feligrés es utilizada por el dirigente
para colocar en su diminuto intelecto la más vasta cantidad de elementos
encaminados al utópico fin que se desea superar, imposibilitado la
autoconciencia de su sumisión.
La novedad del lenguaje utilizado, el noble ideal que se busca, la ilusión
ingenua que se crea en el individuo al saberse poseedor de un «conocimiento
superior», la persuasión, que al mismo tiempo es seducción,
del sentimiento casi perdido de la religión tradicional, y, sobre
todo, la nueva faceta que se adquiere al transformarse de «un simple
pecador» a un «salvador» de almas, hacen que cada día
más personas caigan en la trampa d e las sectas, generalmente de corriente
orientalista, y acepten lo que se ofrece.
¿Pero qué diferencia hay entre religión (entendida como
iglesia) y secta? Antes que nada aclaremos qué se entiende por
religión en sí, es decir, como sentimiento religioso,
independientemente de su nominación.
La religión (del latín relegare, «unir»,
ligar») es «una emoción fundada en la convicción
de una armonía entre nosotros y el universo» (1); o más
ampliamente: «es un conjunto de creencias que determinan e influyen
en la capacidad y posibilidad del hombre para aumentar sus conocimientos
y orientarse en la vida, en su capacidad para percibir o detectar problemas,
soluciones, caminos, oportunidades, etc., y en general en todo lo que haga,
diga o piense». (2)
Así, las diferencias entre religión (iglesia) y secta resultan
difíciles de demarcar empero, la característica que es importante
resaltar radica en el hecho que hace de las sectas una entidad de sumisión
total, con lucrativo fin, y sobre todo, el énfasis que hacen de su
buena fe, ocultando su verdadera misión con máscaras de
«novedades», «conocimientos cósmicos ocultos»
y que sólo ellos, por una curiosa gracia, tienen la fortuna de poseer.
Las instituciones religiosas, que son propiamente las religiones establecidas,
tienen directrices bien definidas: sus adeptos se cuentan por miles, la
estructura interna se rige de modo escalonado, de modo que siempre habrá
un mando superior, el poder de los dirigentes se autorreconoce como asignado
y con limitantes humanos; contiene una tradición crítico-literaria
que hace las veces de fundamentación teórica; todo adepto se
considera apto en sí para llegar al sacerdocio y se le enseña
la técnica requerida para ello. Ante esto, hoy día se cuenta
en el mundo unas trescientas iglesias establecidas de donde destacan seis:
catolicismo, protestantismo, budismo, hinduismo, el islam y el judaísmo.
Baudelaire insiste -y en ello lo acompaña Woodrow- que las sectas
(del latín secare, «cortar») han sido en la historia movimientos
de rebelión, alternativas diversas ante una tradición establecida
que presenta rupturas. Secta es la «denominación que se da a
la sección o grupo de fieles que se ha separado del cuerpo
principal» (3). No utilizo el término «secta»
peyorativamente, las minorías tienen derecho a existir. Esos movimientos
tienen su punto de choque en sus métodos trascendetalistas y represivos
y no (lo repito una vez más) es su aparente thelos último.
Cesar Vida señala que la secta se caracteriza por tener una
organización cúspide absoluta: con un cuerpo gobernante,
normalmente colectivo, que posee una figura sobresaliente; después
mandos intermedios y, abajo, adeptos tipo.
Además en el interior de esta pirámide, la norma es la
sumisión a la cúspide y sin ninguna posibilidad de romper la
cadena del sometimiento.
Es importante señalar que los métodos de control mental utilizados
por tales grupos retractivos modifican substancialmente el espíritu
crítico de sus seguidores a grado tal que, más que hablar de
modificación se hablaría de una anulación total, desaparece
todo juicio valorativo respecto al dogma que se establece. Así, los
adeptos son incapaces de cuestionar cualquier falla evidente de sus dirigentes;
la palabra vale por su fuente y no por su sustento gnoseológico, es
decir, y utilizando un ejemplo simple, el feligrés aceptará
la fecha del fin del mundo aun cuando se haya pronunciado como definitivas
fechas anteriores y, obvio, no se hayan cumplido aún. La farsa se
prolonga mediante la persuasión seducida, en beneficio lucrativo del
dirigente, que se esconde en una máscara mística o
filosófica.
Max Weber define «iglesia» como institución de salvación,
y «secta» como grupo contractual (4). Según R. Nierburh,
un historiador germano, el movimiento sectario es la aparición del
marginado en busca de valores. J. Segury, por su parte afirma que la secta
no es más que «un remedio a las situaciones frustrantes»,
intelectuales, morales o económicas, y aun «deseo de
reestructuración» de una sociedad conmovida en sus estamentos.
En contraposición con lo anterior, Bruam Wilson, en su libro «Homo
religiosus: an intropichal Study», dice que la secta es «una
agrupación voluntaria y exclusivista a la que se accede mediante cierta
prueba de méritos, dotada de un status de elite, autoidentificable
y legitimada en torno a un líder carismático que exige a sus
fieles un sometimiento absoluto» (pp.33). En el fondo, todos (iglesias
y sectas) tratan de defender una verdad que cada quien dice poseer. Aunque
la diferencia radica en los abusos y extremismos que los líderes tienen
sobre sus adeptos: el gurú (por utilizar un término claro)
se cree un ser superior con poderes divinos; su voluntad es la ley.
Hablando históricamente, existe un paralelismo entre las funestas
tragedias sociales y la aparición de las sectas, debido al extremoso
ímpetu fanático de los miembros. Algunos ejemplos los podemos
ver en la secta de los Asesinos, fundada por Hassan-ben-Sabbah en 1090, que
se caracterizó por matar a todo aquel que el líder ordenara.
Las muertes ocasionadas en el metro de Tokio por un gas, atentado ordenado
por Shoko Ashara, el demente jefe de la secta Verdad Suprema. El atentado
terrorista en el Centro Internacional de Negocios en Oklahoma, planeado por
el grupo Hama de Argelia en 1996. El líder de la secta Rama Davidiana,
David Koresh, se dice que disfrutó sexualmente de sus seguidores y
los motivó para suicidio masivo en Waco, Texas, en 1993 después
de saciar sus impulsos entre los miembros; así mismo también
en 1995, el suicidio colectivo en Suiza, luego de anunciar con bombo y platillos
el fin del mundo, acción efectuada por los integrantes del Templo
del Sol. O la más reciente tragedia, la muerte de los adeptos de Puerta
del Cielo que intentaron seguir una nave espacial que supuestamente viajaba
tras el cometa Hole-Bopp, el mismo que colisionó con el planeta
Júpiter.
Las sectas juegan retóricamente con el potencial adepto, mofándose
de su ignorancia y acrecentando su incredulidad con terminología confusa.
El grupo de Meditación Trascendental tiene su soporte en la
meditación orientalista, de modo que se hace mención del
«fuego ígneo», «las eras cósmicas»,
«shamkyas» y los infaltables «kristos inmaculados», que
son en conjunto una extraña mezcla híbrida de terminología
persa-hindú y cristiano medieval. También existe en ese dogma
la creencia (que se toma como principio axiológico fundamental) de
la existencia, no sólo gnoseológica, sino incluso ontológica,
de entidades antagónicas en el universo. De allí la mezcla
extraña del ideal taoísta de yun-uang y la idea encaminada
a asegurar la manifestación de la divinidad en el humano: sea Krisma,
Visnú, Zarathustra, y hasta el mismo Quetzalcóatl. Cristo -puesto
que su disfraz es de corte católico- adquiere un rostro hasta hace
poco encaminado a otros menesteres. Jesús, si bien representación
humana de lo divino, no es ya el Salvador de la humanidad, sino un mero
«mostrador» del camino, como lo fue Mahoma. La oposición
presumiblemente óntica de las realidades se vuelve primordial en la
explicación ética que se propone y los rostros del
antropoteísmo son sólo parte de esa nueva visión.
Los problemas sociales emanados de los nuevos movimientos pueden llegar a
ser graves. Un ejemplo claro son las vacunas, prohibidas por adventistas,
que no se suministran a pequeños niños desprotegidos de todo
contagio patológico; lo mismo sucede con las transfusiones
sanguíneas y su repudio por los testigos de Jehová. Igualmente
peligrosos resultan los indujo a la prostitución, los exorcismos por
vómito, la indigencia, la promiscuidad, el aborto y demás formas
de degradación impulsadas por sectas varias como los Hijos de Dios,
Daniel del Vecchio, la Comunidad, la secta Edelweiss, que apoya movimientos
neonazis (he aquí la matanza en Denver), o el Ku-Kux-Clan, con un
marcado y fatal racismo (5).
Las sectas milenaristas como los testigos de Jehová, Adventistas,
Cristianos evangélicos (protestantes disidentes del protestantismo
calvinista), etc. atienden la versión concientemente modificada
de la Biblia del Nuevo Mundo; traducción errónea del alemán
y no del griego, latín y hebreo originales, entrampando para su fin
la interpretación que de ella se haga. (*)
Otras sectas peligrosas son la Asociación Internacional de la Conciencia
de Krishna, mejor conocida como los «Hare Krishna», que gana adeptos
con ventas callejeras y rehabilitamientos en granjas campestres. El
esotérico Moon, de nacionalidad sudcoreana, fundador de la secta del
mismo nombre, obliga a que sus adeptos le adoren mediante regalías
de tipo económico, el fin es acumular bienes al pormayor con el objetivo
de adorar la reencarnación de la divinidad en la tierra, que obviamente
no es otro que el mismísimo Moon (6). La organización militar
de los Mormones -iglesia oficialmente denominada «de Jesucristo de los
Santos de los Ultimos Días»- impide el arraigo, la comunicación
y la autoafirmación de sus miembros, al cambiar constantemente el
lugar de recidencia de éstos últimos.
Hay otros movimientos de tipo orientalista como el centro Alfa-Omega, Arcoiris,
Agora, Instituto Tantra, Centro Onkaranada, Ananda-Marga... Otras sectas
son más enigmáticas como una satánica llamada Hermanas
del Halo de Belcebú, o fantasmagóricas como la Nueva
Jerusalén que se presenta en conferencia de divulgación cultural,
tal como la Nueva Acrópolis. Otras se disfrazan de ciencia: la famoso
Dianoética.
No me meto con las Iglesias bautistas, presbiterianas, masónicas,
metodísticas, y demás, pues a ellas se les considera ya como
religiones establecidas, amén del poco espacio con el que cuento.
A pesar de todo lo dicho, lo que menos importa es la cantidad de movimientos
sectarios ni su nombre de batalla, sino su condición transformadora
y su calidad. Lo que termina aniquilando la integridad individual de los
integrantes no es otra cosa que la intención oculta y maliciosa de
los dirigentes, cuyo beneficio personal se superpone a las comunidades; se
anula la humanidad creadora del hombre en beneficio de unos pocos; siempre
con la aparente intención, cuestionable, de individualizar la presencia
del sujeto con Dios, en un altercado siniestro de seducciones que lo llevan
irremediablemente a ser esclavo de su propia fe.
NOTAS
(1).- (DR) pp. 393
(2).- (R fd?) pp. 21
(3).- (DR) pp. 412
(4).- (EPy EC) pp. 195 y sig.
(5).- Ver en Alberoni F. (BMm)
(*).- El original YHVH, impronunciable en castellano, se traduce YAVE, y
no JEHOVA, que es una traducción del término alemán
JEAHVEA.
(6).- Un excelente estudio se halla en (NS), ver bibliografía. |
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