Sic anactoria
 
 
 
Lágrima solitaria desprendida
del pródigo joyero de tus ojos,
como una gema de dolor fundida
por la candela azul de tus enojos,
 
resbaló sobre luto en tus encajes
con exótica gracia y oportuna,
como una lentejuela de los trajes
que usan las bailarinas de la luna.
 
Y así, llorando, entraste en mi poesía...
Te embrujó mi italiana fantasía
con brumas, alas, música y estelas;
 
Tus lágrimas fru-fruaron un allegro,
y se bordó todo tu traje negro
con un brusco rielar de lentejuelas.

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