Cuando los
famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en
una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y
averigua cautelosamente los precios, la calidad de
las sábanas y el color de las alfombras. El segundo
se traslada a la comisaría y labra un acta
declarando los muebles e inmuebles de los tres, así
como el inventario del contenido de sus valijas. El
tercer fama va al hospital y copia las listas de los
médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias,
los viajeros se reunen en la plaza mayor de la ciudad,
se comunican sus observaciones, y entran en el café
a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las
manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre
de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de
viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya
se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no
quieren llevarlos o les cobran precios altísimos.
Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente
que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de
dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad,
la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche
que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están
invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y
así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se
dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como
las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni
se molestan.
Historias
de Cronopios y de Famas
Julio
Cortazar