No sin
trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro
de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre
fichero y currículum vitae. Por ejemplo, el cronopio
en su casa recibía a un fama, una esperanza y un
profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos
estableció que el fama era infra-vida, la esperanza
para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En
cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente
super-vida, pero más por poesía que por verdad. A
la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír
hablar a sus contertulios, porque todos creían estar
refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La
inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu
y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien
oye llover -tarea delicada. Por supuesto, la infra-vida
pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida
trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método
Stanley Fitzsimmons. A los postres las vidas se
saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa
quedaban solamente pedacitos sueltos de muerte.
Historias
de Cronopios y de Famas
Julio
Cortazar