

Aquí se va a tratar la cosas, de eso, de otra cosa. Lo puedes llamar ensayo, estudio personal, paranoia virtual o simple obsesión por ese magnífico autor. Yo lo llamo sencillamente Pensamientos, sensaciones después de escuchar y escuchar su música.
Por otro lado, me gustaría dedicar esta página en especial, a parte de a todos los Krónidas del Universo, a dos personas que no conozco personal ni inpersonalmente, pero que me han ayudado mucho a llevar esta historia: Bridgit y Jean Massin, un matrimonio que ha formado el trío Amoroso perfecto gracias a la Obra del Genial Autor del que aquí se habla.
Antes de yo conocer cualquier Biografía, mis pensamientos sobre la Música de Beethoven eran completamente ajenos a todo lo que pudiera estar dicho por ahí, tanto técnicamente como líricamente. Hasta que un día una persona muy especial, -y que tampoco conozco personalmente- me recomendó la Biografía más alucinante de las que pueda haber, la de ese matrimonio que he mencionado, que a parte de otras cosas, eran hace unos años locutores de "Radio France", y que imagino que por causas de la edad ya no lo son, esa información no la tengo, pero desde luego Vivos van a permanecer, por lo menos en mi corazón, e imagino que en la Historia también.
Su trabajo está hecho por Amor, nada más les ha motivado el hecho de hacer tan magnífica Obra; el puro Deseo, la pura necesidad de saber algo más de una persona Inmortal como lo es Beethoven y su Gigantesca Obra Musical.
A propósito de la Música, lo que está sonando es la conocida Novena Sinfonía, su segundo movimiento, que es grande y Gloriosa, evidentemente.
La utilización de los instrumentos en Beethoven
Vayamos con otras obras no consideradas sinfonías
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El caso es que de Beethoven he leído muchas cosas, unas interesantes y otras, -la mayoría- nada interesantes y todo lo insultantes posibles.
¿Qué hay que hacer con la vida de los Artistas que son geniales y a uno le interesan? Ver su obra, analizarla si se quiere, o simplemente contemplarla. Pero entrar en las menudencias de la vida personal de alguien que ha hecho cosas para el Futuro, que ha hecho cosas que nadie en todo el planeta ha hecho, es de personas poco serias y poco pensantes.
Yo, en mi particularidad más profunda, lo que he hecho con la vida de Beethoven ha sido y es, deleitarme con su música lo primero, luego analizar lo que cuenta en esas músicas, después interesarme por su vida personal y particular, pero desde el punto de vista Almático, o de Alma, vaya. He esperado, he tenido paciencia y en estos momentos estoy más o menos apto para dar una aproximación de lo que es la Vida de un Dios hecho de sí mismo y de su esfuerzo, de su Tesón y su Paciencia, de su Realeza y su categoría como Persona Espiritual.
Para escuchar la Obra de Beethoven hace falta toneladas y toneladas de Pasión, de Pasión cristalina y limpia de toda impureza. Todo aquello que leas sobre un genio recházalo de todas todas, no habrá ni un ápice de verdad.
El tonto al que he mencionado al principio, dice que Beethoven compuso la mayoría de sus obras para sí mismo y para su egocentrismo, y que no pensaba en nadie más. Y que sin embargo la Novena Sinfonía, la más grande de las Obras compuesta por el autor -según el idiota ese, claro- la hizo pensando en la fraternidad de la humanidad y todo ese rollo falso y patatero. Bueno, eso último no lo llega a decir pero lo dicen otros muchos.
Pues no, Beethoven compuso TODA su obra sin excepción para el Futuro, no de la interpretación o de cómo interpretar, no de lo que es música o no, no, compuso su obra para conectar a las Almas y con las Almas del Futuro más Extremo e impensable con lo que él quería decir, con lo que él quería expresar y sentir.
También es cierto que cuando uno está cansado y aburrido de la humanidad -(y Beethoven lo estaba)- hace las cosas para sí mismo, pero por la razón que acabo de exponer, por ese sentimiento de Futuro de Almas que sí comprenderán lo que hizo.
Beethoven no pensó en la fraternidad de ninguna humanidad ¿Cómo iba a pensar eso cuando la gentuza vienesa le hacía la vida imposible? Beethoven creó la Novena Sinfonía para el Futuro de una gente civilizada que algún día existirá en algún sitio, que no necesariamente tiene que ser éste nuestro planeta tal y como lo conocemos ahora.
En Beethoven es muy arduo decir cual es la más grande de sus composiciones. Normalmente se suele decir que es la Quinta Sinfonía o la ya citada Novena, pero eso es por la pesadez de las emisoras de radio que se obcecan en decirnos que Beethoven sólo compuso dos o a lo sumo tres sinfonías, tres o cuatro sonatas y la mal titulada bagatela "Para Elisa", y ya está, Beethoven el resto del tiempo se lo pasó mirando las musarañas de los valles del Rin, no, hombre, no.
Se que el tiempo no es nada, que uno puede vivir cien años y no haber hecho ni la o con un canuto, o vivir los años que sean y ser famoso por una sola obra, como por ejemplo el caso de Clark con su "Trompeta voluntaria", pero ahí también existe el caso antes mencionado de las emisoras de radio, si la emisora tal sólo pone esa obra de Clark, evidentemente sólo parecerá que ha compuesto esa obra. Por suerte yo he escuchado más obras de ese genial autor y me siento mucho mejor, la verdad.
El caso es que Beethoven tiene una obra muy extensa y muy densa. Es de libre albedrío decidir si uno se queda con las sinfonías nada más, o con las sonatas, o los cuartetos, tríos, y demás repertorios, pero lo mejor es dedicarse a un Autor y luego si se puede a unos cuantos más, por aquello de extenderse más en el conocimiento de otros.
Una de las facetas musicales más desconocidas de Beethoven es la obra de cámara, y en especial la de los cuartetos de cuerda. ¿Cual puede ser la razón? Una, que en Beethoven es muy difícil saber en qué época realmente compuso tal o cual cuarteto. Normalmente los musicólogos o simples estudiosos de la música saben que una obra concreta se compuso en tal fecha porque el autor la firmó con esa específica fecha, y en el caso de Beethoven es aún más puntualizado; toda su obra la quiso tener reunida en dos catálogos, ya hablaremos de eso.
Pero el hecho es que cuando Beethoven compone una música no se fija tánto en el tiempo en que vive como en lo que está viviendo internamente. El caso del Cuarteto número uno es un claro ejemplo de lo que digo. Su segundo movimiento es de tal magnitud que decir que "este cuarteo es de los primeros que hizo en su más tierna juventud" es una patochada, porque de tierna juventud nada, es una obra de abismos incalculables que tan sólo un Inmortal podría crearla.
Hay una obra que me gusta mucho escuchar, sobre todo por cómo la presenta el locutor. Se trata de la primera sonata para violonchelo y piano; el locutor dice que se nota que es la primera de esas obras para tal formación, de cuando aún Beethoven vivía en Bonn. Yo me parto de la risa porque cuando empiezo a escucharla -y ya son muchas las veces que lo he hecho- se me viene a la imaginación sonora toda una orquesta tocando esa pedazo de sinfonía, porque en realidad de sonata sólo tiene el conjunto, porque su música es realmente colosal.

¿Preparado? Es posible, pero preparado para dejar los prejuicios aparcados muy lejos de nuestra mente, y preparado para recibir auditivamente emociones más fuertes que las que puede transmitir una pantalla con imágenes de mucha acción y aventura.
La obra de Beethoven comprende más de seiscientas obras, catalogadas en dos partes, las que tienen número de Opus (obra) y las que no lo tienen, que vienen especificadas como W o o, (obra sin número de catálogo en Alemán, claro). Yo soy un fanático de Beethoven, cierto, pero digo sin ningún género de dudas que todas y cada una de esas obras, incluídas las de fuera de opus, son una genialidad y muchas de ellas una obra maestra.
¿Por qué Beethoven hizo dos catálogos? Por su sentido de la calidad, para él no era lo mismo las Canciones Galesas que la sonata número quince, por ejemplo, pero para nada quiere decir que esas canciones galesas fueran malas o de baja calidad.
Hay obras de Beethoven que todavía no se han interpretado, porque los "especialistas" y los "entendidos" piensan que son obras de poco interés y que podría haberlas hecho cualquiera. Un caso de eso que digo es el de la obra titulada "El Momento Glorioso"; no hay manera de encontrarla por ningún lado, y es que pasa lo que he dicho antes, no interesa.
Ocurre una cosa muy curiosa en la obra del genial autor del que estamos hablando, y que a mí me resulta muy notable; hay géneros musicales que Beethoven sólo los visita una sola vez, y de esa sola vez saca algo Maestro, algo que no necesita más repertorio. Un ejemplo de lo que digo es su polonesa, sólo tiene una, y es genial, única, y además poco conocida. Sencillamente ocurre que no necesitaba hacer más, ¿para qué? con una demostración hay suficiente. Eso se puede ver en el caso de Chopito, (Chopin), éste autor tiene tropecientas polonesas, y todas son iguales, sólo varía el tiempo de ejecución. Claro, que uno imagina que Chopito hiciera montones de polonesas porque él era Polaco, sino, no tiene otra explicación.
Otro ejemplo de obra única en Beethoven es el género denominado Nocturno, obra que transcurre de manera apacible y sin mucha transcendencia. Beethoven sólo tiene un nocturno, y además de apacible es pasional, es algo que te saca de tus casillas conceptuales de lo conocido como Nocturno. Además Beethoven sólo tuvo que hacer una pequeña variación de instrumento de un trío para piano y cuerdas que ya tenía compuesto. ¿Morro? no, simple lógica. Alguien le pediría un nocturno y Beethoven, -poco dado a realizar encargos- le dio lo que quería haciendo un pequeño cambio.

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Beethoven quiso dar a conocer con esa ópera su filosofía de la fidelidad, y ya no sólo conyugal, -de matrimonio y esas chorradas- sino la fidelidad en la amistad, en el trabajo, en la constancia de la vida. Desde luego que es más sencillo ver en Fidelio una simple historia matrimonial en la que hay mucho drama y ya está, pero el estilo de Beethoven no era ese.
Yo he tardado mucho en escuchar esa ópera y más todavía en analizarla y estudiarla hasta sus más insospechadas consecuencias, y lo que he sacado en limpio es el enorme sentido de la seriedad por el sentimiento del amor verdadero a las personas amables que Beethoven tenía a bien amar. Su música, la música de la ópera comentada, es también muy especial, llena de motivos originales y de momentos musicales de enorme emoción y sentimiento.
Y para finalizar los comentarios de la ópera Fidelio, -por ahora- diremos que Beethoven se enfrentaba a muchas dificultades; primero la época; el ejército francés había llegado ya a Viena, así que la ciudad estaba tomada y la gente no estaba mucho por ir a escuchar música. La obra se le había alargado mucho a nuestro Beethoven, y tuvo que ser una Princesa, la Princesa de Lichnowsky, la que tuvo que intervenir para suplicar a su autor que la acortara un poco. Algo que es nefasto, algo que lo que es a mi me pone enfermo, pues la Princesa, una mujer al fin y al cabo, utilizó sus "armas" para convencer al pobre Beethoven; unas lagrimitas por aquí, un recuerdo de su santa madre por allá, asqueroso, vamos. Y por último los editores y dueños del teatro donde se representaría la obra:
En los principios del siglo diecinueve, la gente vienesa estaba todavía anclada en el pasado de Mozart, y dentro de esa gente se encontraban también los directores de teatro, y éstos se habían quedado con la mala costumbre de hacerse dueños de las partituras de las óperas que Mozart componía, quedándose éste sin el derecho de autor, por decirlo de alguna manera. Beethoven, que no estaba dispuesto a eso, luchó como un javato para impedir que eso ocurriera, así que se lo quitó de las manos al cerdo de aquél director de teatro diciéndole; "Yo no compongo para el vulgo". Y Beethoven se fué con su obra bajo el brazo. Claro, hay que entender que Beethoven le dijo aquello porque los editores y toda esa gente, si se quedaban con la obra, podrían hacer todo tipo de burradas, y convertir la ópera en algo ridículo y en algo que nada tendría que ver con lo que hizo su inicial autor.
Pareciera que estoy obviando que Beethoven fuera sordo, pero nada más lejos de la realidad, es algo que predomina sobre todas las cosas, pero hay que tener en cuenta que esto que estoy haciendo no es una típica biografía del autor, es sencillamente un ligero estudio de uno de los Autores de Música más importantes de la Historia del Arte visto desde un ángulo nada convencional y que trato de dar un aspecto NO académico, NO científico, NO especialista de nada.
Beethoven lo pasó muy mal por culpa de esa puñetera sordera, cuando eso se piensa por un instante, a uno se le ponen las almas alrevés y el cerebro de lado, y ya no sabes qué pensar. Muchas veces me gusta pensar que soy la reencarnación de sus oídos, para que aunque esté en el cuerpo que esté y en el alma que sea, pueda escuchar su obra tal y como la concibió, o al menos acercarse bastante.
Hay que tener en cuenta que Beethoven compuso su obra de la manera más clara y más precisa, no sólo con la grafía de la notación musical; en los extremos de las partituras ponía anotaciones de tipo informativo para que el ejecutante tuviera las ideas bien claras; "Tocado con mucho sentimiento", "Tocado muy lento", y cosas por el estilo. O sea, que Satie, Erick Satie no inventó nada. Lo digo porque los "especialistas" dicen que Satie, músico francés del siglo diecinueve-veinte, fue un genio porque ponía en las partituras cómo se debíade tocar la obra, si es que se le puede llamar "obra" a lo que hacía ese señor.
El caso es que Beethoven no daba por supuesto que con poner "adagio" o "lento" o cualquier otra indicación musical, el músico intérprete iba a entenderle. Es más, Beethoven, en sus conciertos para instrumento; piano, violín, violonchelo, las cadencias ya las dejaba él especificadas, o sea, omitía el "calderón" que hasta el momento los autores predecesores ponían en la partitura para que el solista se exhibiera; de eso nada, por lo menos hasta que Beethoven no reencarnara. Después los listos han hecho todo tipo de barabaridades con ese tipo de "exhibición".
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Beethoven sacaba de los pianos sonidos que nunca nadie había sacado, pero no sólo porque el Piano como tal apareciera en su época, pues antes existía el clavicordio, el piano forte, y por último el gran invento de Cristóphori, el creador del piano de macillos, que hacían al piano enriquecer la sonoridad. Pues lo que decía, Beethoven hacía que el Piano fuera otra cosa, una tormenta, un paseo a caballo, una caja de música, una caminata por la montaña, un saltar de duendes, un terremoto de 10 en la escala de Richter, un susurro en la noche estrellada, un delírio anhelante... Una sinfonía de cromatismos indecibles.
El Violonchelo no era un simple instrumento de cuerda, algo panzudo y cuya sonoridad ulterior revelase la profundidad de su sonido. Beethoven utilizó el Violonchelo como expresión verbal de su sentimiento, haciendo que el instrumento se convirtiera en voz, en una Voz que canta a los abismos de las almas, a los espíritus bienaventurados, a eso que va más allá de la Luz.
El Violín no era algo simplemente de virtuosismo. Beethoven tiene infinidad de obras para violín, y él no sabía ni cómo se cogía, -exagerando la cuestión, claro-. El Violín en Beethoven es un Pájaro, un Pájaro de fuego que muere y revive, vuela y navega por mares de inexistencia temeraria, surca los Universos y se enclava en Tierras desconocidas.
En su sonata para piano número 30, -única no dedicada absolutamente a nadie- hay un momento en el que lo que está sonando es una campana en un campanario de un Templo lejano y antiquísimo, o interno en algún alma del Futuro, pero es algo asombroso, algo que los musicólogos de aquella época, -y los de ahora- no pudieron ni pueden entender, sencillamente no se podría hacer porque no viene en los tratados de música de ningín sitio. Pero el caso es que Beethoven lo hizo, y lo repitió y no dejó de hacerlo nunca, siempre por la innovación y la inventiba.
En la sonata número 15, a la que yo llamo "Paseo por el Jardín de los Mundos", en su segundo movimiento puedes pasear tranquilamente a su son, pero no como un vulgar "andante", que de esos hay muchos, es otro tipo de "andar", como si de repente te convirtieras en un Elfo y caminaras por un bosque hecho a tu medida.
En el caso del Concierto para Violín, -único en su obra y único al mismo tiempo en la historia de la música- escuchar su música y no ver el Pájaro que sobrevuela todas la Montañas y todos los Universos, es no enterarse de nada. Es curioso que haya varias coincidencias al respecto; ha habido algún biógrafo que otro que se ha dado cuenta de ese detalle y lo ha mencionado en su escrito, caso éste el de Max Esteinitzer, un musicólogo de los pocos que merece la pena leer por el contenido NO novelero o nevelístico sobre la obra y vida de Beethoven.
Ese tal Max me gusta mucho porque dice verdades como puños y se queda tan tranquilo, como debe ser. Casi todos los "especialistas" dicen que Beethoven ha compuesto la música de su tiempo, y los vieneses la vivían con locura y desenfreno, y Max dice que de eso nada, que la gente no se enteraba de nada y que tan sólo pequeños grupos de la sociedad se daban cuenta de la profundidad y el calado de la obra musical de Beethoven, sobre todo los aristócratas y gente de esa; pues claro, como siempre, la pela da el sentido del gusto y la pobreza da el sentido de lo feo, lo normal.
Hay un concierto alucinante en el catálogo de Beethoven que es para ver chiribitas en el cielo, se trata de el Triple Concierto para piano, violín y violonchelo, otra obra única donde las haya. Es la conversación musical más viva que se ha hecho jamás. Parece difícil creer que en una obra tan compleja los tres instrumentos solistas se pudieran distinguir de entre la orquesta sin dificultad, pero para Beethoven eso no era problema, contaba con su sabiduría y genialidad, así que nada iba a ser imposible para él.
Lo que resulta de todo eso es una perfecta y armónica danza sonora que se escucha con el deléite más especial de los deléites. Hay un momento de la charla entre esos tres instrumentos en la que se intenta meter una flauta, algo increíble, algo que no podría ocurrir; la viveza de los instrumentos concertantes, la orquesta en ebullición y de repente una flauta que también quiere decir lo suyo, bestial.
En su tiempo hubo un concierto para Clarinete, pero algún pedazo de cabrón se lo quedó, o lo quemó o sencillamente lo tiró creyendo que era un periódico escrito en algún idioma extranjero. De verdad, a veces dan ganas de hacer bestialidades con algunas gentuzas.
Otra de las Obras Musicales únicas en Beethoven es la "Fantasía para Piano, Coro y Orquesta". Y es que una Fantasía como ésta mencionada no es necesario que se duplique o que necesite de la "Segunda Fantasía" o cosas de esas. La Creación de Beethoven es una Creación como muy bien dice el encabezamiento, para el Futuro, pues el Futuro gusta de cosas únicas.
La Fantasía para piano, coro y orquesta es única además desde el principio hasta el final. Un solo movimiento es la que compone esta genial música:
Empieza un Piano que parece estar llamando a seres de otros mundos, o quizás sencillamente a apasionados amantes que miran a una Luna llena, un espacio de Luz inmenso donde encauzar su Amor.
El Piano se encuentra poco a poco con la Orquesta, una Orquesta de trepidantes guerreros cromáticos. El Piano y la Orquesta sigue un juego fascinante; suenas tu, suena el otro, se cambian, se entre cruzan, vuelan...
Y como último cruce de caminos se encuentran Piano y Orquesta con un fulguroso Coro de voces Cristalinas que cantan a los mismísimos Dioses por el Paraíso hallado en el Corazón de los Hombres de buena voluntad, de buen hacer, de buen Amor.
Puede que haya miles de palabras más para describir esa Música, pero de momento esas son con las me de manera sublime me he topado.
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Lo primero que utilizó fue el clave, por su puesto, y uno de los que le enseñó a tocarlo fue su padre. Claro que dejaba mucho que desear; el padre de Beethoven es un poco pesado reiterarlo tanto pero se trataba de un vulgar borracho que pasaba de todo. Era músico en la corte de José II, pero vamos, un músico de toquetear algún instrumento, nada del otro jueves. El padre creyó que podía hacer con Beethoven lo mismo que el padre de Mozart; llevarlo por todas partes y ganar dineros y más dineros con sus interpretaciones. Lo llegó a hacer engañando encima a la gente quitándole dos años al pobre Beethoven, para así hacer ver que era igual de listo y genial que Mozart. Pero eso fue una tontería muy grande, ya que el borracho del padre no aguantó más de dos viajes.
El caso es que Beethoven aprendió a tocar el clave y a hacer música con la ayuda de un vagabundo que iba con un pequeño clavicordio colgado de su espalda, un profesor algo más serio y el respetable Neefe, un capelmaister de tres pares de narices organista de la catedral de Bonn. El tal Neefe le dio las coordenadas exactas para hacer música de la manera más sencilla y más próspera, así qe Beethoven aprovechó esa oportunidad como nadie y al poco tiempo se hizo del puesto de Neefe. Pero no de manera tiránica ni nada parecido, era cuestión de edades y todas esas cosas.
Y es que Beethoven tuvo que hacerse cargo de su pobrísima familia a la edad de quince añitos; su padre alcohólico, su madre enferma de tisis, sus hermanos eran pequeños y no había más familia por ninguna parte.
No hubo problema, Beethoven era fuerte y por todas las complicaciones que se le pusieran por delante seguiría hacia arriba como un buen coloso que es.
De Neefe pasó a Haydn, "papá" Haydn como lo llamaba Beethoven. No era preciso que Beethoven diera más clases con nadie, pero como no andaba bien de pelas, una buena merendola todos los días a base de chocolate y pastas no le venía mal. Y es que Beethoven era un autodidacta, y por mucho que se quisiera esforzar el genial Haydn, no iba a conseguir que el joven genio de Bonn hiciera caso de las magistrales lecciones del anciano inglés.
Pero lo de los teclados: En la época de Bonn, Beethoven hacía lo imposible por quedarse en su ciudad y país natal, así que hacía contactos por aquí y por allá, y nada.
Cuando faltaba muy poco para entrar en el siglo diecinueve, Beethoven se fué definitivamente a Viena, gracias a la formidable colaboración del conde de Waldstain.
En Viena había de buscarse la vida como fuera, así que se metió en el meollo de la vida vienesa hasta los tuétanos. Sólo conseguía atraer a músicos y más músicos de todas partes que venían a competir contra él. Si, si, "contra él", pues se trataban de auténticos duelos de virtuosismo delante del teclado que fuera. Por su puesto Beethoven siempre "ganaba", no había nadie que tocara como él.
Por aquellos finales del siglo dieciocho la densidad de músicos por la zona de Viena y Alemania era algo exagerado; a Viena llegaban más de seismil estudiantes de piano y además todos de muy buena calidad; sus más de trescientos profesores así lo demostraban, así que Beethoven no lo tenía nada de fácil: Un día apareció un músico de yo que se dónde que era la repanocha en cuestión de variaciones musicales. Éste músico hizo su interpretación y la gente aplaudió como loca, luego tocó Beethoven y la gente también aplaudió, pero de manera menos eufórica. Una semana más tarde hubo otra demosttración, Beethoven no podía quedar en ridículo. De nuevo tocó el otro gran músico y la gente se quedó muy contenta, y entonces Beethoven lo que hizo es hacer unas variaciones de las variaciones que había tocado el otro músico, éste enfureció y se largó con viento fresco, no queriendo volver a ver a Beethoven nunca más; ponía toda la atención posible cada vez que iba a alguna reunión o fiesta no fuera que Beethoven estuviera entre el público asistente, pues el músico no aparecería ni en sombras.
Pero Beethoven no era un fanfarrón con ansias de triunfalismo, simplemente se divertía delante de un piano o teclado. En su larga creación son más las obras tocadas de manera improvisada que de manera escrita, por eso se dice que el Beethoven auténtico no está en las partituras, está en su original forma de tocar en vivo.
Uno de los personajes de la historia de Beethoven dice que si se quiere saber cómo tocaba realmente Beethoven -o al menos una aproximación- y cómo era en realidad su música, había que escuchar su Fantasía Opus 70, una especie de sonata para piano de un solo movimiento y que no tiene precedentes en ninguna de sus composiciones, es casi dodecafónica, algo muy curioso, la verdad.
Se dice en todas partes que Beethoven, en su primera visita a Viena, fué a tocar delante de Mozart, cosa que no se ha podido demostrar jamás, por su puesto, pero que siempre queda bien para dejar un poco en ridículo a Beethoven; y Mozart dijo: "Poned atención, ese que está tocando dará que hablar". Por supuesto, amigo Mozart, si es que alguna vez dijiste eso, daría que hablar hasta no habiéndolo escuchado nadie en absoluto.
No, no hago una crítica barata a Mozart ni al que se le ocurrió tan "original" idea de hacer decir eso al genio de Salzsburgo, pero es que me suena tan raro... Y es que Beethoven no estuvo ni un rato en su primera llegada a Viena, ya que la muerte de su madre le hizo volver a Bonn para asistir al funeral, claro.
Pero luego volvió a Viena, y ya para quedarse por siempre como he dicho antes. El conde de Waldstain, mencionado antes, fue su primer mecenas, y además el que le proporcionó los mejores contactos que nadie hubiera soñado nunca: Condes, príncipes, las mujeres de los condes y de los príncipes, y la más alta burguesía.
Bueno, un descansito para la historia normal y corriente, podéis encontrarla en cualquier enciclopedia, fascículo por entregas o en las decenas de biografías que pululan por ahí.
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Esa pregunta se la han hecho más de dos y más de mil en lo que llevamos de historia desde la aparición de Beethoven en la historia del arte, y la respuesta no creais que es demasiado difícil.
En una ocasión, un admirador de la música del genio, se lo preguntó directamente mientras tomaban un te, y Beethoven no dudó en contestarle lo siguiente:
"Muy sencillo, mi querido amigo: Cojo una hoja de papel pautado, me la pongo delante, empiezo a escribir lo que tengo pensado, cuando lo tengo todo más o menos estructurado y finalizado paso a la habitación contigua donde se halla el piano, y toco lo que he compuesto".
Así de sencillo lo veía nuestro amigo Beethoven y así de sencillo debe de ser, tan sólo hay que atreverse.
El sentido de esa explicación tiene su lugar; muchos compositores, -la gran mayoría- lo que han hecho es escribir la composición y al mismo tiempo tocarla en el piano para ver cómo sonaba ¿Qué ocurre? Que lo que están haciendo es algo falso, algo que en realidad no es verdadero; están explorando otros terrenos que no son los propios de su alma o de lo que sencillamente han observado en su vivencia.
Beethoven siempre iba con una o más libretas en sus bolsillos, asi que en cualquier momento en que parara a sentarse en algún lugar, tenía los instrumentos precisos para plasmar gramaticalmente una idea musical. El otro cuaderno que más tarde llevaría sería para conversar con los demás, pues llegaría un momento en que su sentido del oído fallaría por completo.
Así pues, yo me imagino a Beethoven sacando su cuaderno de observaciones, -o de paseos, o como lo llamara- y se pondría a examinarlos para sacar de esa escritura una nueva composición musical. Y me lo he de imaginar ya que esto no viene en ningún libro escrito.
Pero cuando Beethoven tenía su prodigiosa facultad de oir, -y ésta era una grandísima facultad- podía oir los sonidos más inverosímiles y los cogía al vuelo; el canto de un ave extraña o el roer de los insectos más escondidos, las flautas de los pastores en los prados más lejanos, o el viento antes de comenzar.
Y es de ahí de donde parte una de las teorías de su sordera; al tener un oído tan exacerbado, su tímpano estaba expuesto a más vibraciones de lo habitual, así que su sordera era algo que estaba escrito hasta en los libros del destino más escondidos.
Su grandísima dedicación al estudio del sonido y hacer sonar ese sonido al piano forte y luego al piano, condujeron a Beethoven aún más a la sordera, pues esa larga exposición al "ruido" hacían evolucionar más tan sangrante falla en su ser.
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"¡Voy a agarrar al Destino por el cuello!"
Y creo que lo consiguió, o al menos lo puso en su sitio.
Una de la referencias más exactas al tema del Destino fue la tan afamada Quinta Sinfonia o "La Llamada del Destino", que es como la denominó Beethoven, no como sobrenombre de la obra, pero sí como una especie de recuerdo.
Pero Beethoven lo dejó claro en sus conversaciones con algunos de los amigos: "Es así como llama el Destino a las Puertas del Alma".
Y es muy imaginable, sobre todo para el que tenga esa capacidad:
"Pon, pon, pon ponnnnn".
Y una mano gigantesca, etérea, con vida propia e inextinguible, aporrea esas puertas con una aldaba enorme que golpea el corazón de los héroes.
¿Por qué no?
Pero nada de dramatismos, Beethoven podía ser dramático pero nunca patético, se sabía Rey y se sabía Dios, o al menos algo muy próximo, y con la Gloriosa Quinta sinfonía consiguió eso de "agarrar al Destino por el Cuello" y quedarse más tranquilo.
Y nada de dramatismos porque una especie de precedente de la Quinta sinfonía fue el cuarteto número Cinco del opus dieciseis; en el último movimiento donde encontramos las cuatro notas del principio de la sinfonía solo que en otra entonación, y está lleno de vida y de fuerza y de ganas de vivir.
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En el "Originum sive Etymologiarum" del siglo séptimo, San Isidro hacía una referencia a esto:
<
Porque claro, una cosa es decir que se hace, y otra cosa es hacer, hacer en el más amplio aspecto de la palabra, elevándolo a la calidad de divino por muy inconsciente que se sea. Y Beethoven de inconsciente no tenía ni un pelo, cada nota, cada sonido, cada detalle estaba pensado para que lo que saliese no tuviera nada de inocente ni de ingenuo.
Otro de los personajes muy querido por Beethoven era una muchacha llamada Fanny del Río, de ascendencia española como muy fácil se puede observar. Esta señorita, no puede concedérsele el rango de dama, pues no era de la burguesía, tan sólo de una familia trabajadora.
Pero el caso es que ésta Fanny del Río era una persona muy especial en la vida de Beethoven, -ojo, que no hablo de amoríos, ese tema se lo dejo a los falsos románticos y novelistas en general-. Esta muchacha conversaba mucho con Beethoven al respecto de la vida y de la muerte, y bromeaba con Beethoven sobre que ya era mayor y debía de irse ya. Beethoven indignado le decía que "mi obra no ha terminado aún y me queda mucho por hacer, así que no te hagas ilusiones". Y es que Fanny tenía una hermana, ésta era más guapa y más dulce, y quería ser conquistada por Beethoven, pero no hubo manera, no era el estilo del autor.
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Beethoven dejó bien claro cómo deberían interpretarse y cómo no deberían interpretarse, por lo tanto no debería haber ninguna duda, pero en los tiempos que corren hay mucho director y mucha orquesta, así que más vale prevenir.
Lo más aconsejable a la hora de interpretar una sinfonía, e incluso a la hora de escucharla nosotros en nuestra casa, es dejar una breve pausa entre movimiento y movimiento de una sinfonía, y también de cualquier otra obra, pero ya hablaremos más tarde.
En las dos primeras sinfonías Bethovenianas es forzoso hacer una pausa en todos sus movimientos; tanto la primera como la segunda tienen cuatro movimientos o tiempos, por lo tanto hay que hacer tres pausas respectivamente.
Lo aconsejable está entre seis y nueve segundos. Eso en tiempo musical ya es suficiente. Se podrá pensar que es algo paranoide, pero ni mucho menos, es algo de suma importancia. Hay que tener en cuenta que existen directores de orquesta muy listos que quieren hacerlo a su modo y no dejan ni respirar.
A parte de que se trata de respetar las anotaciones de las partituras: Si entre movimiento y movimiento está la anotación "atacca" significa que no hay pausa valoratiba ni no valoratiba, sencillamete no la hay. Y si por el contrario hay un calderón o un espacio de espera, hay que respetarlo.
En la Tercera Sinfonía la cosa cambia radicalmente: Siguen siendo cuatro movimientos, pero ya de una sinfonía nueva, nueva en todos los sentidos...Eh, eh, que eso ya lo veremos.
Cuatro movimientos y tres pausas, pero con la diferencia que entre el tercer y cuarto movimiento no es necesario que haya tántos segundos de pausa, con tres a lo sumo cuatro segundos hay suficiente ¿Cual es la razón? El tercer movimiento está precedido de un movimiento colosal; "La Marcha Fúnebre para la muerte de un héroe", después de ese movimiento hay que dejar esos nueve segundos de antes citados y si puede ser un poco más, mejor. Luego viene el tercer tiempo, que además de ser el más corto de toda la sinfonía está lleno de fuerza y poderío y por lo tanto el último movimiento, el cuarto, no debe distanciarse mucho ya que sigue con la misma vigorosidad, es el final de la sinfonía, uno de los últimos movimientos de sinfonía más Colosal y más inenarrable.
En la Cuarta Sinfonía volvemos a lo reglamentario de cuatro movimientos, tres pausas. También más adelante hablaremos de ésta olvidada pero grandiosa sinfonía.
La Quinta Sinfonía sólo necesita de dos pausas; su estructura es de cuatro movimientos, pero entre el tercero y el cuarto no hay solución de continuidad, hay un "atacca" de esos como la copa de un pino. Además es un "atacca" con motor a propulsión de trescientas mil válvulas por segundo lo menos. ¿No habéis notado nunca al escuchar esa parte de la Sinfonía cómo empiza a despegar una nave que va a no se sabe dónde? Es bestial.
La Sexta Sinfonía, la hermosa, lírica y debastadora Sexta Sinfonía. Al tener cinco movimientos, primera de las sinfonías que necesita de cinco partes, precisa de tres pausas, y no debiera de ser así, pero tiene dos ataccas, esto es, al final de su tercer movimiento no debe haber pausa alguna cuando entra el cuarto movimiento, van unidos a la fuerza, y sí hay una pausa entre el cuarto movimiento y el quinto. Esta sinfonía la trataremos en profundidad porque además fue creada con esa profundidad.
La Séptima Sinfonía vuelve a la normalidad; cuatro movimientos, tres pausas y bien detectables, sobre todo entre el primer y segundo movimiento y entre éste y el tercer movimiento, y ya entre el tercero y el cuarto movimiento puede haber algo de manga ancha ya que la fuerza de la Música así lo exige.
Octava Sinfonía, la desprestigiada. Cuatro movimientos e ídem de la Séptima, solo que con menos trascendencia, pero no con menos importancia aunque nos machaquen con la idea de que la Octava Sinfonía es la "graciosa" o "humorística". La pondremos en su sitio en su merecido análisis.
Y llegamos a la Novena Sinfonía pero no última, pues aquí, en éste ensayo-estudio-lo que sea, se va a tratar a los conciertos y otras obras de gran repertorio como sinfonías de alto rango.
La Novena depende mucho de quién sea el "listo" que la dirija. Unos directores consideran que tiene cuatro movimientos y otros que tiene cinco. Los que consideran que tiene cinco es por la razón de que la parte previa a la Oda de Schiler, la Coral, es una especie de transformación que hizo Beethoven de la Obra escrita por el poeta mencionado. Los que consideran que tiene cuatro movimientos es porque esa pequeña parte la inscriben dentro de toda la Oda a la Alegría, sin hacer casi pausa alguna. Así que queda la sinfonía con tres pausas y bien hermosas, sobre todo entre el segundo y tercer movimiento, quizá uno de los movimientos más gloriosos y más perdurables de toda la Historia. Ah, ¿que creiais que era el cuarto movimiento por ser el tan famoso Himno a la Alegría? Qué va, eso es para los que les van lo de las modas.
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Quizá se haga extenso en demasía hacer un análisis de las pausas en los conciertos y demás obras musicales de clara importancia, pero por eso mismo creo que hay que hacerlas.
Empecemos por el principio aunque luego en realidad sea que empezamos por el segundo de los conciertos para piano ¿qué lío no?
No. El primer concierto para piano, el número Uno, no es en realidad el número Uno, es el segundo en composición, pero sabiéndose Beethoven criticado ya de ante mano, hace que el segundo concierto compuesto por él figure como ese número Uno, y el verdaderamente compuesto como número uno queda como número dos.
Hay que tener en cuenta que la crítica existe desde siempre, y que en esa crítica hay voces estúpidas capaces de hundirte en lo más profundo de tu desdicha, así que Beethoven sabía muy bien utilizar la astucia para su bein estar.
Pero además se llega a notar, creo que es el único momento en la Obra de Beethoven donde se le llega a pillar eso que dicen de "estamos ante una de las obras de juventud". Y no es que el concierto para piano que queda como número Dos sea de mala calidad o algo así, es que notas que le falta algo, y ese algo, después de escucharlo mucho es la falta de percusión, de los timbales, vamos. El número uno sin embargo es ya sinfónico totalmente.
No, no lleguemos ahora a la conclusión de que todo lo que tenga percusión es sinfónico, porque estaríamos cometiendo un error, pero en la Obra de Beethoven es un factor de mucha importancia y es lo que caracteriza a la obra del Genial Autor.
Los conciertos para piano tienen casi todos la misma estructura; tres movimientos, una pausa, aunque en el concierto número cuatro hay dos pausas. En el número uno el segundo y trecer movimiento también dispone de una pausa, pero menos valoratiba. En el segundo ocurre un poco lo mismo. En el tercero, cuando llega el tercer movimiento hay una especie de bajada de volumen y es cuando entra definitivamente el tercer movimiento.En el cuarto es que DEBE de haber una pausa, porque pasa por registros muy diferentes.
El concierto número cinco ya es a parte, no sólo por tener en cuenta que es el más grande y más genial de todos, sino porque al ser Imperial toda su estructura tiene que ser diferente. Eh, que eso es para otra sección. No, pero decir que también ocurre un poco como en el tercer concierto, cuando llega el final de la segunda parte, baja la orequesta y explota al comienzo de la tercera parte.
Triple concierto, al que ya hemos hecho alguna referencia, también tiene tres movimientos, y dos pausas, pues en el segundo y brevísimo segundo tiempo no hay tiempo para pausas, la pasión manda y el deseo de continuar más aún.
En las Oberturas es importante las pausas, pero no ya de movimiento, ya que no hay, sino pausas para intensificar lo que sonoramente se quiere decir. En Egmont por ejemplo, es muy importante que no se vaya a toda velocidad. Egmont tiene mucha fuerza, tánta como la que pueda tener una explosión de una estrella en s deseo de formar parte del Universo. Además Egmont es una obra con siete números, esto es, las partes que tiene la obra de Goete.
El Rey Esteban tiene menos fuerza, a parte de que la crítica le haya quitado importancia, claro, porque vamos, ¿qué sería de la música sin los mierdas de los críticos? Ja.
El caso es que El Rey Esteban es una obra grandiosa, con su personalidad y sus diferencias. También tiene partes numeradas, y lo que más llama la atención es esa maravilla de coros que casi toda la obra los acompaña.
El concierto para Violín, que si, que no me olvido. El concierto para Violín tiene tres movimientos, pero dos pausas.
Es que Beethoven tiene un arte muy especial para dar a la obra musical una transcendencia que se sale de lo habitual. Sabía perfectamente cuando llegaban los momentos álgidos y cuando había que calmar la cosa para introducir al oyente en otro mundo.
Sonata para violín y piano número nueve. ¿Qué hace esta obra entre los conciertos y sinfonías? Hace que es una pedazo de obra musical que no tiene cabida entre las obras normales y corrientes para esa formación. Beethoven le puso el sobrenombre de "cuasi un concerto". La agilidad de los instrmentos, la vivacidad, la pasión y su historia propia hacen que esta magnífica obra tenga las características de una obra casi sinfónica. Tiene tres movimientos, lo que la hace ya rara, pues se supone como sonta que es debiera de tener cuatro partes en vez de tres. Y tiene dos movimientos, aunque yo diría que tiene muchos más, sobre todo cuando llega el segundo movimiento y todo se convierte en una variación de otra variación y de otra. Una maravilla.
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No pongo en ese pequeño grupo la Cantata a José II porque es una obra que aún hoy no se conoce del todo. Hace a penas un siglo que se interpretó por primera vez y porque se la encontraron por casualidad. Se ve que era tan difícil de llevar a música que en el tiempo que la compuso Beethoven no había nadie preparado para interpretarla, siendo una de las primeras composiciones digamos "seria".
La primera obra sacra es el famoso Oratorio de "Cristo en el Monte de los Olivos". (Digo "famoso" cuando en relaidad no la conoce ni dios.)
Fue una obra compuesta en momentos muy difíciles para Beethoven: Uno de sus hermanos moría a causa de una de esas enfermedades apestosas de principios de siglo diecinueve. Así que Beethoven es como si aprovecahara esos momentos de dolor para crear una obra que en teoría debería de ser de sacrificio, pena y redención. Pero no, compone una obra inédita; hace cantar a Cristo; le da su toque genial de sinfonismo, y encima hace una música llena de vida con unos coros maravillosos.
Schindler, un pedazo de mamonazo de aquella época y que a Beethoven le llevaba a mal traer, le dice que cómo se le ocurre hacer cantar a Cristo, eso la iglesia no lo vería bien. Evidentemente a Beethoven le importaba tres leches lo que la iglesia pensara de su obra o dejara de pensar. Beethoven no componía ni para dios ni para la iglesía, componía para los Dioses, para el Futuro y para los Futuros, y para enriquecer al Arte, por su puesto.
Es una de esas obras que molan un montón porque había un puñado de malas gentes que lo mal criticaban, "que eso no se hace, que es una impudicia, que es esto, lo otro". Pero como siempre, el revolucionario Beethoven podía contra todos y contra todo, como debe ser.
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Para Beethoven la Nota preferida y de más rigor era la MI, muchas de las partituras tienen esa tonalidad. Sería una tontería pensar que las obras de Beethoven tienen una tonalidad escogidas al tun tun, pues no.
El caso es que la Misa número uno está en la tonalidad de Do Mayor, y se nota hasta tal límite que vuelve a dejar de ser una música que se pueda interpretar en una simple iglesia. Un Templo Faraónico ya sería otra cosa; le cambias unas frases por aquí y otras por allá, y listos, tienes una obra con la que puedes adorar a la divinidad que más te guste.
En cierta ocasión escuché esa obra retransmitida desde la Capilla del Baticano, ante el Papa, y me imaginaba la cara de susto que se le pondría a su Santidad escuchando tan exagerada y exhuberante música, llena de unos coros que uno tendría que forzar mucho la imaginación para pensar que son ángeles. Ángeles, pero poderosos y valientes, llenos de fuerza y de vida, nada de alitas de pollo y cosas por el estilo.
¿Por partes? No, no me apetece, ya digo que aquí no va haber un análisis profesional, eso ya lo hacen otros. Aquí se trata de imaginar para que a su vez otros imagnen, indaguen en su interior, se mosqueen y digan que qué leches está diciendo este tío y cosas por el estilo. Pero prefiero decir lo que me sale del corazón que estar toda la puñetera vida insultando a los Inmortales que se lo han trabajado.
La Misa en Do es una obra que se ha quedado eclipsada por la Misa en Re, o sea, la Segunda Misa, pero como esas cosas sólo ocurren en las radios y lugares así, no pasa nada. En cuanto tengas un ratito te la pones en el lector de discos compactos o en el aparato que esté de moda, y a disfrutar de una magnífica obra.
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Está formada por cinco partes, más o menos lo normal en una misa. Aquí Beethoven juega con una cosa muy curiosa: ya hemos dicho anteriormente que Beethoven no dejó claro a qué ideología religiosa pertenecía, así que a la hora de componer ésta grandiosa obra, tuvo en cuenta ese detalle. Él podía hablar en esa misa sobre cosas que se hablan en todas las misas, pero sabía cómo hacer para disimular esas partes donde había un exceso de religiosidad, así que el "Et in spiritum sanctum... etc." hacía que los trombones sonaran bien potentes, además de que se le ocurrió traducir el texto en latín al aleman, dejando así a la obra libre de toda creencia cristiana, católica o lo que fuere.
Beethoven crea la Misa en Re por puro deseo espiritual; como primer punto, como segundo para quedar bien ante su tedioso alumno el Archiduque Rodolfo, que lo coronarían Arzobispo en el tiempo en que a Beethoven se le ocurrió componer tal obra. Y además de todo eso, Beethoven realizó un largo y concienzudo estudio de la Obra Sacra hasta el punto de la extenuación. En un primer momento de la composición de la obra llegó a pensar en una obra de canto llano, pero demasiado retrógrado, así que al final decidió seguir más o menos los pasos de su inefable y queridísimo maestro postmorten, Händel, al que admiraba con devoción: al final de sus días, Beethoven conseguiría toda la obra del genial Alemán emigrado toda ella encuadrenada. Ya hablaremos.
La Misa en Re le llevó como hemos dicho hasta límites que ningún hombre ha conocido, por lo tanto tenemos a un Beethoven colapsado de sentimientos, deseos y creación; deja de comer, deja de ver amigos muy queridos, se olvida del mundo y así está cerca de tres años. Dos años más para completar la obra y componer alguna obra más para no quedarse anclado en esa fatigosa azaña de creación.
En realidad lo de querer hacer un regalo al Archiduque Rodolfo se queda en una mera excusa, pues al tardar tánto, el Archiduque aparta su interés por la obra y después de éste todos los demás. Los aristócratas que más o menos apoyaban a Beethoven, no entienden el sentido de estar tánto tiempo con una misma obra, pero no importa, el genial autor si.
Una vez acabada la obra, Beethoven piena que debe sacar un rendimiento a tan tenaz trabajo, así que se pone manos a la búsqueda de editores que la quieran editar. No transcienden muchos éxitos, así que se ve en la obligación de hablar con las autoridades regias y pedirles una suscripción por la obra, "sería una oportunidad única de obtener una obra inédita". Pero nada, la gente de ese siglo es la misma que la de ahora, o al revés, pero el caso es que tienen los oídos llenos de barro o cosas peores y el alma más muerta que los propios muertos.
Al final, en la resignación más asquerosoa accede a vender la partitura a uno de los editores por una mala y pésima cantidad de dinero.
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Y es que eso de ir por libre en una sociedad llena de gentuza, es muy peligroso, y Beethoven es lo que hizo. Él quiso llevar a cabo todo lo que tuviera que ver con la puesta en escena de todas sus obras, y eso vale mucho dinero, ahora, antes y siempre.
Claro, todo el mundo come, todo el mundo al mismo tiempo "quiere" hacerlo, pero ¿todos tienen el mismo derecho?
Hay que pensar que en la época que Beethoven compone la Misa y muchas obras más, la gente está postrevolucionada, ya tienen en la sangre circulando la falsa cancioncilla de "todos iguales, todos con los mismos derechos..." y eso por mucho que lo pienses, no es así. Lo que quiero decir es que me parece ridículo que unos músicos que iban a trabajar para tan gran hombre, pidieran dinero por interpretar, y que alguien en su sano juicio pidiera un dinero para alquilar un teatro, pero bueno, eso ¿qué lógica tiene?
Beethoven compuso su obra para el honor, pero claro, había que buscar la manera en que ese honor diera sus frutos para esa peculiar manía del cuerpo humano que es el comer y hacer todos los gastos que hay que hacer para mantener el organismo más o menos vivo.
Hombre, en una primera época Beethoven no lo pasó mal, los príncipes y condes y demás burguesía aristócrata le mantenían con muy buenos emolumentos, pero cuando llegó la revolución a Viena, las guerras, la devaluación de la moneda y todos esos chiquichangueos, Beethoven se quedó en la puñetera ruina.
Es que de verdad, yo no sé todavía cómo hizo Beethoven para componer tan sublime obra, es que no lo entiendo: Sordo, casi ciego, con todo tipo de enfermedades, responsabilidades varias con un sobrino que le da por cuidar, llevar la economía por buen cauce... Si, todo hombre que se precie lo ha pasado mal, pero no todo hombre ha creado obras maestras para la eternidad.
Pero sí que entiendo cómo hizo para sacar adelante tánta creación magnífica; su corazón revosaba Amor, su Espíritu era tan grande como lo puede ser cualquier montaña que uno tenga en su interior. Su entereza le hacía continuar y crear y crear.
Lo que tengo claro es que no me voy a sentir ridículo por hacer lo que estoy haciendo, y no voy a pedir perdón a nadie.
Encima la tía esa me ha dicho que la Fundación que existe en España de Albéniz los fundadores no la hacen ni caso, que ella ha escrito hace poco un libro sobre ese autor y no precisamente con la ayuda de la Fundación citada. Pues vale, o sea, que para escribir un libro o lo que sea sobre alguien hay que decírselo la fundación precisa o a lo que sea equivalente. Continuaremos).
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La primera Sinfonía es una auténtica revolución, más revolucionaria y más duradera que la francesa pero con mucho.
Al principio parece que no, que es una sinfonía más de las que se hacían por aquella época y hasta un emperador las hacía con el dedo pulgar. Pero no, la Sinfonía número Uno de Beethoven es fuerte, vivaz, única, sin ningún tipo de referencias.
Es evidente que algunos no se pueden aguantar de decirlo; "Es una pura evolución del estilo mozartiano, completamente influído por el mejor de los mejores..." Eso duraría unos pocos de años, qué se le iba hacer.
El único movimiento de ésta sinfonía comentada que parece ser lento es el último, que empieza con bajas tonalidades, sonidos surgidos de una niebla densa y misteriosa, que de repente, y casi sin avisar, irrumpe la fuerza de un final colosal, como no podía ser de otra manera.
¿Precede algún acontecimiento a la primera sinfonía? Se me acaba de ocurrir esta pregunta, ya que me parece increíble que Beethoven esperara a los treinta años para componer su sinfonía número uno. Creo que lo que ocurrió fue una simple y a la vez complicada faceta de crecimiento interior, de preparación para lo que sería una de las fuentes de riqueza más importante en su obra y en su vida.
Lo que ocurre con las Sinfonías de Beethoven es que al estar tan vivas, mañana se pueden sentir otras cosas al escucharla.
Una verdadera obra de arte ha de mandar sobre el tiempo, nunca ha de quedar comprendida, asumida y finalmente apartada en un lado olvidado del recuerdo.
No sé qué sinfonía escucho ahora, lo que sé es que el sentimiento de evaporización que se me viene encima no es para quedarme de brazos cruzados. Todo lo que nos rodea nos llama la atención para que le demos vida, no podemos ser tan insensatos de abandonar a lo que nos aclama Vida.
El hecho de escribir sobre un autor que nos gusta no tiene más sentido que el de agradecimiento. Lo mismo que el poeta canta a lo que le ha llamado, el que escribe, sea éste escritor o no, también se seinte poeta. Poeta es creador, Beethoven lo era, pero lo era mucho más que otros creadores, no vale comparar, pero como se hace, lo digo.
Fandangos, polonesas, burrés, adaggios, andantes, sonatinas, óperas, sonatas, tocatas, preludios, danzas, rondós, todos los momentos musicales del mundo a los que se le han puesto nombres y muchos más, los han hecho todos los compositores, pero Beethoven lo ha hecho de otra manera, lo ha hecho de tal manera que ha enfurecido a Emperadores a Duques, a Poetas de renombre y a Clérigos respetados en toda Europa. Ha compungido más de tres corazones, ha hecho pintar cuadros que no existen en ninguna pinacoteca del mundo más que en el alma de los que han amado su arte.
No necesito fundaciones, los que gustamos de la Música de Beethoven somos su fundación, su torre de Marfil, su Palacio de los Tesoros. Y que no me digan los culturetas que hay que hacer cosas nuevas porque ya han pasado varios años desde la desaparición del autor de Bonn y aquí nadie mueve un dedo. Sé que no se tiene por qué ver, pero sentir si, y yo no siento nada que se acerque y sea novedoso.
Y es que hay amigos de Beethoven de su época que merece la pena mencionarlos: Había uno de apellido Holz que adoraba la obra de Beethoven, y decía cosas como ésta: "Después de Beethoven nadie lo superará, como Miguel Angel o Sheakespeare." Y de momento lleva toda la razón.
¿Cómo se sabe si se supera o no? ¿Beethoven superó a alguien?
No, no superó a nadie más que a él mismo, nadie por imitar, nadie a quién seguir. Beethoven conforma parte de la evolución de la Música, pero no quiere decir eso que fuera la continuación de los que ya existían antes.
Vivaldi no existió porque antes existiera Desprez, o Lasso, o Buxtehude. Bach lo mismo, Mozart no lo hizo porque existiera por ahí Haydn, o antes Haendel, o el msmísimo Bach. Todo eso son cosas que nos cuentan para que abramos la boca mucho y nos quedemos aperplejados y diciendo, "cuánto sabe éste tío", el que nos lo diga, vamos.
Pues eso, Beethoven no existió porque antes lo hiciera los que hemos citado anteriormente.
Tampoco es cierto eso que se dice tánto de que los grandes Genios cierran puertas. Mire usted, no, todo lo contrario, las abre. ¿Cerró las puertas Beethoven y por eso existió Bruckner o Schuman, últimos creadores de verdad? No, si hubiera sido así el chapoázo que la música metió a finales del siglo diecinueve se hubiera adelantado ¿o no?
Beethoven abrió las puertas más grandes, las de paso más Real y más responsable. Si Schubert hubiera tenido más ojo con sus actos incautos, hubiera continuado la Obra de Beethoven, pero no, no la de Beethoven en si, hubiera continuado su propia obra, pero con los sabios consejos de Beethoven.
Primer punto de diferencia: Sería más lógico decir que Sxhubert es la continuación de Beethoven que decir que Beethoven era la continuación de Mozart o Haydn. Por una sencilla razón; Schubert se siente envaucado por la música de Beethoven y la vive, la presencia en el estado puro de creación. Sin embargo Beethoven no conoce casi nada de Mozart en directo, y de Haydn alguna cosa, pero no como para desequilibrar los sentidos de papa Haydn.
Schubert si se deja desbordar, y quizá fuera por eso que no continuara su labor para con la música, "Muerto mi maestro, ¿qué sentido tiene mi lucha?" Se lo preguntaría o estoy ya cayendo en la novela, no creo.
Si, todo esto viene de hablar de la sinfonía que quería hablar, y he hablado, aunque pienso que si mañana volviera a hacerlo diría otras cosas.
¡Mi querida y buena Emilia, mi querida Emilia!:
Mi respuesta a tu carta llega tarde; un cúmulo de ocupaciones y mi persistente indisposición me excusan. Mi presencia aquí para el restablecimiento de mi salud prueba la veracidad de mis excusas. -No arranques a Haendel, Haydn y Mozart su corona de laurel; les pertenece a ellos y no a mí todavía-.
Guardo tu billetera entre otras señales de la estima que me han demostrado otras personas, y que todavía no merezco.
Continúa, no ejercites tan sólo tu arte, sino penetra en su intimidad; él lo merece, pues sólo el arte y la ciencia elevan al hombre hasta la divinidad. Si alguna vez deseas alguna cosa, mi querida Emilia, escríbeme con toda confianza. El verdadero artista no tiene orgullo; bien sabe que el arte no tiene límites; siente oscuramente hasta qué punto está alejado de su objetivo, y mientras otros, puede ser, le admiran, deplora no haber llegado todavía ahí donde su genio mejor brilla para él como un sol lejano.
Posiblemente iría gustoso a tu casa, con los tuyos, que a las casas de muchos ricos en las que se adivina la pobreza de su espíritu. Si voy alguna vez a Hamburgo, iré a tu casa con los tuyos. No reconozco en ningún hombre otro signo de superioridad más que la bondad. -Ahí donde la encuentro, ahí está mi hogar-.
Si quieres escribirme, querida Emilia, dirige tu carta aquí, donde pasaré algunas semanas todavía, o bien a Viena; es lo mismo. Considérame como tu amigo y el de tu familia.
Ludvig van Beethoven _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Puede parecer una horterada, o algo de modé, o algo simplemente pasado y muy pasado. A mi me resulta de lo más bello, de lo más romántico en el mejor sentido de la palabra, en el mejor y más amplio y auténtico sentido de la palabra. Coincido mucho con esa carta porque me gusta ser un romántico, porque me gusta el buen nivel, las cosas agradables, porque cuando leo cartas como esas de hace tiempo se me pone la piel de avestruz y pienso que eso ahora mismo ya no se lleva, pero ni de broma. Escribes a alguien una carta así y se te ríen en la cara.
Escrito todo esto en la compañía de la música del gran genio; concierto para piano número tres, una pasada de todas todas.
La Página de la Fantasía
de Manuel Naranjo

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