LA CAMPAÑA DE LA BREÑA

SIERRA CENTRAL DEL PERU, 1881-1883

La primera fase de la guerra entre el Perú y Chile, es decir la campaña del sur, había concluido con el triunfo de este último país en la batallas del Alto de la Alianza y Arica, y por ende, con la ocupación de las provincias de Tacna y Tarapacá (mayo-junio de 1880). Ello permitió al gobierno chileno emprender los preparativos para la siguiente fase, es decir, la ocupación de la capital del Perú, con objeto de forzar el término de la guerra mediante una capitulación que contemplara la cesión de las provincias sureñas ocupadas. En noviembre de 1880 Chile desembarcó en Lurin, al sur de Lima, un cuerpo expedicionario de 26,000 hombres y un mes y medio después emprendió la marcha sobre la capital peruana. El ejército de línea del Perú ya no existía y los restos del Primer Ejército del Sur fueron refundidos con unidades de voluntarios provenientes de diversos puntos del país. Así, los peruanos congregaron un contingente de 16,000 hombres para defender su capital. En enero de 1881 se llevaron a cabo las cruentas batallas de San Juan y Miraflores. Debido a la deficiente estrategia adoptada y no obstante la épica resistencia, particularmente aquella concentrada en el morro Solar, las extensas defensas colapsaron, lo que permitió al ejército chileno comandado por el general Manuel Baquedano, el vencedor de Arica, ocupar Lima.

La capitulación de la capital sin embargo no puso fin a la guerra, pues si bien los remanentes del ejército peruano fueron destruidos, aún quedaban oficiales dispuestos a continuar la lucha. Pronto las circunstancias cambiarían el panorama del conflicto y los peruanos, de combatir contra un ejército expedicionario, pasarían a luchar contra una fuerza de ocupación; las tácticas convencionales darían paso a la guerra de guerrillas, y el escenario bélico pasaría de las áridas costas del Pacífico a los fríos e inhóspitos Andes.

Gestor de la resistencia y de uno de los capítulos mas hermosos en la historia militar peruana fue el entonces coronel Andrés Avelino Cáceres, vencedor de la batalla de Tarapacá, veterano de toda la campaña del sur y uno de los oficiales que más destacada actuación cumpliera en la defensa de la capital(1). Tras reponerse de las heridas sufridas en Miraflores, tiempo durante el cual permaneció oculto en algún lugar de Lima, en abril de 1881 el coronel Cáceres se desplazó a Jauja, ciudad de la sierra central peruana, desde donde dedicó sus esfuerzos a levantar un nuevo ejército con el objeto de expulsar del país al invasor. La primera columna de la flamante fuerza militar fue formada por gendarmes de la localidad de Tarma convalecientes en el hospital local. El paciente trabajo de Cáceres fue dando sus frutos, asistido por oficiales del diezmado ejército y otros patriotas dispuestos a continuar la lucha aún en las circunstancias más adversas.

La primera maniobra estratégica concebida por Cáceres durante lo que se denominaría Campaña de la Breña, en la fase que ocuparía el período comprendido entre mediados de 1881 y mediados de 1882, fue emprender una "guerra en pequeño" o de guerrillas, lo cual le proporcionaría el tiempo necesario para formar y adiestrar sus primeras tropas. Una vez que estas hubieran adquirido volumen y consistencia, Cáceres adoptaría formalmente un esquema defensivo, dentro del marco de una "estrategia de desgaste", hasta alcanzar la fuerza indispensable para pasar en la oportunidad propicia a una vigorosa contraofensiva.

Esta guerra de desgaste la ejecutarían particularmente las valientes fuerzas irregulares, compuestas por campesinos indígenas y montoneros imbuidos de un fuerte espíritu patriótico, pobremente armados, pero muy valientes y decididos, que tuvieron a su cargo importantes acciones militares que se prolongaron de abril de 1881 hasta septiembre de 1883. Estas acciones fueron las de Huayucachi y Huaripampa (1881), Comas, Pilichaca, San Bartolomé, Chacapalca, La Oroya, Tarmatambo y Chicla (1882) y Chosica, Huarpa, Huanta, Pilcos, Pazos, Pucara, Izcuchaca, Acostambo, Huacrapuquio, Purhuay, Balconcillo, Sisicaya, Yauli, Huamantanga y Quilcamachay .

La idea pues era atraer al adversario, hasta entonces localizado en la costa, a la sierra central, mediante acciones de fuerzas irregulares con objeto de desgastarlo y desorganizarlo, mediante una defensa móvil y activa. Dentro de este contexto, Cáceres había planificado combinar la resistencia con el contraataque. Producto de esta táctica serían las continuas incursiones de las fuerzas regulares peruanas en las localidades de Matucana, La Oroya, Tarma, Jauja, Chicla, San Mateo y otros. Esta etapa, seria conocida como de "repliegue táctico".

En pocos meses, Cáceres, ya promovido a general y jefe superior político-militar de la zona central del país por el Director Supremo del Perú, Nicolás de Piérola, había armado una fuerza respetable y disciplinada . Para fines de 1881 ya contaba con 3,000 hombres, ocho piezas de artillería y un regimiento de caballería, con los que asediaba a los chilenos desde Chosica, 50 kilómetros al este de Lima. El concurso de los campesinos de diversas comunidades de los Andes, quienes acosaron al enemigo y brindaron el apoyo necesario para las operaciones del ejército regular, fue fundamental.

El alto mando militar chileno, que ya había consolidado la ocupación de las principales ciudades del Perú -con excepción de Arequipa-, previó que la presencia de esta fuerza hostil dificultaría la posibilidad de alcanzar una paz rápida con el nuevo gobierno provisorio liderado por el abogado Francisco García Calderón. Por ello, el jefe-político militar de las fuerzas de ocupación, contralmirante Patricio Lynch, concluyó que mientras el ejército de Cáceres no fuera destruido, el conflicto se prolongaría indefinidamente. En mayo de 1881 decidió enviar una expedición punitiva rumbo a Junín y Cerro de Pasco al mando del coronel Ambrosio Letelier con órdenes de destruir todo conato de resistencia por parte de los peruanos.

La expedición sin embargo resultó no sólo un fracaso, sino que originó un escándalo por actos de corrupción y abuso de autoridad atribuidos a Leteleir. Para proteger su retirada desde Cerro de Pasco, Letelier ordenó a un batallón del regimiento Buin desplazarse desde Casapalca hasta el caserío de Cuevas. Parte de dicha fuerza se dirigió después hacia la hacienda de Sangrar, donde fueron atacados por un batallón peruano, que causó al adversario muchas bajas y la pérdida de cincuenta rifles.

Lynch suspendió el envío de este tipo de expediciones y alarmado por la situación dispuso la creación de la división del centro, fuerte de unos 3,000 hombres al mando de oficiales capaces y determinados a cumplir con la misión de conquistar la Sierra Central. El primero de enero de 1882, aquel ejército, dividido en dos columnas y al mando del coronel Gana, inició su avance hacia el interior del Perú.

Pronto surgieron los enfrentamientos entre ambos contrincantes. En Huarochiri, la fuerza de Cáceres sufrió su primer revés frente a los chilenos debido a la traicionera deserción en pleno combate de los batallones comandados por el coronel Manuel de la Encarnación Vento y de algunas tropas de caballería. La energía de Cáceres impidió lo que pudo ser la debacle peruana y pese a sufrir grandes pérdidas logró replegarse sobre Tarma. Su ejército había quedado reducido a 1,000 hombres de infantería, 98 jinetes y 90 artilleros, aunque aun estaba lejos de colapsar como una unidad combativa.

El primero de febrero de 1882 el coronel chileno Gana debió retornar a Lima y dejó al mando de la división del centro al coronel Estanislao del Canto, comandante del regimiento Segundo de Línea (6). El cinco de febrero los soldados chilenos bajo del Canto sostuvieron un combate con las tropas de Cáceres en Pucará. Las tropas chilenas, dando muestras de desorganización, y luego de sufrir muchas bajas, terminaron replegándose hacia Zapallanga, dejando abandonados gran cantidad de armamento y munición. Luego de aquel encuentro Cáceres marchó hacia la ciudad de Ayacucho, donde una terrible tempestad en los desfiladeros ubicados entre Acobamba y Julcamarca ocasionó que 412 de sus hombres rodaran por el abismo y se perdieran casi todas las bestias de carga. Al llegar a Ayacucho a fines de febrero, el indomable oficial contaba apenas con 500 soldados. Asimiló sin embargo a la guarnición que protegía dicho departamento y en los siguientes tres meses procedió con gran energía a reorganizar a su ejército, conformando cuatro batallones de 250 hombres cada uno -entre ellos el legendario Zepita- 150 artilleros y 50 hombres de caballería. Con esa fuerza, a fines de junio de 1882, Cáceres emprendió la segunda fase de la campaña, conocida como la "contraofensiva" cuyo objetivo buscaba expulsar o de ser posible destruir a la división del centro que había penetrado en el valle del Mantaro.

La tercera u ultima fase de la campana se denominaría de "líneas interiores", cuyo objetivo era evadir a las fuerzas enemigas con objeto de destruirlas sucesivamente.

La Breña se desarrollo en un vasto y accidentado escenario que comprendió los departamentos de Lima, Junín, Cerro de Pasco, Huancavelica, Huanuco, Cajamarca y Ayacucho. Afecto, directa o indirectamente las ciudades de Izcuchaca, Marcavalle, Canta, Chancay, Pucara, Huancayo, Concepción, Tarma, Junín, La Oroya, Chicla, Chosica, Matucana, Huaraz, Yungay y Huamachuco, entre otros. Involucro a miles de soldados y guerrilleros de los dos bandos que se enfrentaron en combates convencionales como Marcavalle, Pucara, Concepción, San Juan Cruz, Tarmatambo y Huamachuco y acciones irregulares de desgaste como las mencionadas líneas arriba. Involucro asimismo a fuerzas gubernamentales peruanas primero bajo García Calderón, y posteriormente bajo Miguel Iglesias, que pretendieron someter al ejercito de Cáceres.

El general peruano pues, no solo se enfrento contra el ejercito regular chileno, sino que tuvo que soportar las deserciones e incomprensión de algunos compatriotas y las penurias de una zona hostil, la carencia de provisiones y armamento y una geografía tan accidentada como temible. Cáceres no se doblego e inclusive, pese a las adversidades, ejecuto unas hazañas que lo pusieron a la altura del propio cartaginense Aníbal. Cáceres fue el soldado patriota por excelencia que mantuvo hasta las ultimas consecuencias el estandarte de la causa peruana y el honor nacional.



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Juan del Campo

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