Por Yuri Cunza
El miedo es paralizante, despues de los reportes en las noticias hace años, sobre los casos de Antrax,
no pude evitar reducir mis visitas a la oficina postal. Viendo con cuidado mi correo, siguiendo las advertencias del gobierno,
listo para reportar cualquier cosa que parezca polvo o sospechoso. Imaginen cómo estarían de asustados los trabajadores de
los correos de U.S.A.
Otras noticias reportaron sobre un virus asiatico. De repente, cualquier cosa que venía de Asia estaba
bajo escrutinio, bajo vigilancia. Tú no querias ser el próximo en pescar una gripe.
En ese entonces el consejo de amigos con respecto a opciones alternativas de comida extranjera tenía
sentido. Todos estabamos asustados.
Hoy, la frustración crece
sobre el asunto de nuestro quebrantado sistema de inmigración y así, diligentes legisladores estatales y locales intentan
dar alivio a quienes encuentran más de una razón para justificar la persecución de un grupo que supuestamente viola la ley.
Si
cualquiera de estas legislaciones pasan, tendriamos que empezar a preocuparnos por las personas que conocemos, los lugares
que vamos, nuestras elecciones de comida, incluyendo las naranjas de Florida que nos gustan tanto o esos deliciosos aguacates
que vienen del estado en el cual la industria número uno no es Hollywood sino la agricultura. Pero quién hace el trabajo duro
detras de la escena?
El entusiasmo en resolver este tema
contiene sin duda un elemento de miedo. Como es que un estado tan hospitalario, como lo es Tennessee, se haya convertido en
un campo de batalla de inmigración, en una versión moderna de la isla del Dr.Mureau donde los hispanos son los ‘conejillos
de india’ para probar nuevas leyes de inmigración contra aquellos tildados de ‘ilegales’.
Estamos a favor de una legislacion que nos pueda hacer complices si no reportamos a un vecino
sospechoso de no tener un permiso legal para quedarse? Y qué de nuestros choferes de autobús, maestros de escuelas y caseros?
Hasta ahora nos pareció OK cosechar los beneficios de esta fuerza laboral. Entonces somos todos complices, porque nosotros
necesitamos a esos que ahora se han convertido en el blanco de ataque. Porque entonces te-nemos tanto miedo de admitirlo?
Estamos trabajando en contra de nosotros mismos si afectamos los ingresos de los negocios que tanto
necesitamos y que tendrán que cerrar sus puertas.
Aprendiendo a contar con la simple observación para detectar a un potencial infractor de la ley sólo
por su color de piel, acento o por su origen, simplemente nos lleva a boicotearnos a nosotros mismos. Y esto es algo real
a que tenerle miedo.
No podemos avanzar como sociedad apoyando leyes Draconianas. Como ciudadanos responsables
preocupados por nuestro desarrollo económico, debemos considerar los efectos dañinos de legislaciones hostiles que aún no
han logrado demostrar efectividad y que en la opinión de expertos, puede resolverse mejor a nivel federal.
Busquemos de ahora en adelante un conjunto de leyes realistas que atienda la principal razón por
la cual millones de trabajadores viven en las sombras, trabajando sin garantias ni protección. Nosotros los necesitamos a
ellos y no podemos avanzar sin ellos.
Sufrimos de desinformación crónica. No todos aquellos que sirven como columna vertebral de industrias
enteras quieren quedarse aquí para siempre. La mayoría solamente abastecen las necesidades de labor y se quedan sólo hasta
completar su trabajo. No puedo culpar a un hombre o mujer por trabajar duro para alcanzar sus sueños. Sueños que para la mayoría
de norteamericanos son parte de la vida cotidiana.
Me tomó 15 años pero por fin el pasado 11 de Octubre, empapado por la lluvia,
llegué a los pies del monumental símbolo de aquel ideal que me inspiró y ayudo a vencer mis miedos (La Estatua de la Libertad
en Nueva York), y leí:
“Dame tus cansados, tus pobres,
Tus masas acurrucadas que anhelan respirar libremente,
El miserable rechazado que abunda en tus orillas,
Envíame a éstos, los que no tienen hogar, los sacudidos
por la tempestad:
Yo aquí levanto mi lámpara al lado de la puerta dorada”.
Publicado en el periódico The Tennessean
el 5 de Noviembre del 2007.
Traducido al español por Alejandra Peña Rodriguez.