Fue bautizada como María
de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador.
Nació el 10 de abril de 1789 en la ciudad de México;
murió el 21 de agosto de 1842 en el mismo lugar.
Sus padres fueron el español
Gaspar Martín Vicario y Camila Fernández de
San Salvador, natural de la ciudad de San José de Toluca.
Leona fue hija única; sus padres se esmeraron en su
educación, cosa poco usual con las niñas de
la época. Decidieron que Leona no sólo aprendiera
a rezar, bordar y tocar el piano -como toda futura dama-;
le inculcaron el amor por la historia, la literatura y el
arte.
Los padres fallecieron cuando ella
era adolescente, dejando en su testamento a don Agustín
Pomposo -tío de la niña- como tutor y albacea.
Éste se hizo cargo de los bienes y la educación
de Leona; compró una casa junto a la suya para que
la joven se instalara cómodamente y, al mismo tiempo,
tuviera privacidad, otra gran sorpresa para las gazmoñas
costumbres de la época.
Leona se aficionó especialmente
por los libros de política, filosofía y ciencias.
Conoció al joven Octaviano Obregón y decidió
darle sus votos matrimoniales, pero el compromiso nunca llegó
a celebrarse pues Octaviano se fue a España y se olvidó
del asunto. Para 1809, cuando Leona tenía 20 años,
llegó un joven apuesto a trabajar en el despacho de
abogados de don Pomposo: su nombre era Andrés Quintana
Roo.
La comunión fue casi natural;
compartían ideas políticas, lecturas e intereses
vitales. Al poco tiempo surgió un sentimiento más
profundo, que culminaría con la petición de
mano de Leona, misma que fue negada por don Pomposo -realista
de hueso colorado-, sabedor de las incendiarias ideas republicanas
de Andrés. Como pretexto esgrimió el anterior
compromiso de Leona con Octaviano.
Andrés dejó la capital
para enrolarse en el ejército insurgente que luchaba
en Oaxaca bajo las órdenes de don José María
Morelos y Pavón. En lugar de lamentarse, Leona alentó
al novio, pues los dos tenían grandes esperanzas en
la independencia de La Nueva España. Así, mientras
Andrés luchaba en Oaxaca, Leona clandestinamente comenzó
a ayudar al ejército republicano, mandando correos
a los soldados, animando a los jóvenes a que se enlistaran,
dando gran parte de su fortuna a la causa; en una palabra,
arriesgando la vida.
La lucha fue feroz y en todos los ámbitos.
Hubo incluso un edicto de la Iglesia católica en el
que animaba a todo creyente de esa fe a delatar a quien ayudara
a los insurgentes, aun si éste era un familiar.
Leona Vicario
Leona mantenía también
correspondencia con las esposas de los insurgentes para darles
noticias de sus maridos. Su labor más arriesgada fue
convencer a los armeros vizcaínos del virreinato para
que hicieran fusiles y cañones en Tlalpujahua para
la causa insurgente. Los armeros resultaron tan eficientes
que lograron producir diez cañones de fusil por día;
los gastos fueron sufragados casi completamente con la herencia
de Leona. También salieron de su pecunio ropa y medicamentos
para los combatientes. En pago por sus servicios, el ejército
insurgente le mandó las primeras monedas que acuñó
en el sur de México: una de oro y otra de plata.
Finalmente, las autoridades descubrieron
las actividades de la joven. A pesar de que su tío
le consigue el indulto virreinal, la joven no lo acepta; es
apresada y conducida al Colegio de Belén, que funcionaba
como cárcel. Sometida a juicio, Leona se mantiene en
silencio ante la insistencia para que delatara a sus compañeros.
La declaran formalmente presa, pero su cautiverio dura poco
pues dos coroneles insurgentes la rescatan a punta de bayoneta,
y la escoltan a Oaxaca, para reunirse con Quintana Roo.
Para ese entonces la joven era medianamente
famosa; Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador
Mexicano, escribió varios artículos en diversos
diarios alabando su labor y entereza.
A los 24 años, con todos sus
bienes confiscados, Leona se casa con Andrés en Oaxaca.
Rápidamente se adecuó a su nueva situación,
cocinando, curando y escribiendo cartas a quien se lo solicitara.
En ese mismo 1813 se forma en Guerrero el Supremo Congreso,
que sería encabezado por Andrés Quintana Roo
como presidente y varios eminentes insurgentes. Los realistas
persiguen encarnizadamente a los miembros del Congreso; Leona
y Andrés se ven obligados a huir otra vez y viven de
lo que encuentran en los montes, refugiándose donde
pueden.
Huyendo, Leona da a luz a su primera
hija -Genoveva- en 1817. Poco tiempo después, dos insurgentes
delatan al matrimonio y Leona y su niña son aprehendidas
en la sierra; Andrés había escapado dejando
una solicitud al virrey para que indultara a su pequeña
familia. Éste es concedido, y se les da por destino
España. Dada la precariedad económica que pasaba,
Leona vive su destierro en Toluca, en donde a los 32 años
pare a su segunda hija, María Dolores.
Al triunfo del Ejército Trigarante,
Quintana Roo es nombrado por Iturbide subsecretario de Estado
y de Relaciones Exteriores. Sin embargo, por desacuerdos políticos
con Iturbide y con el gobierno de Anastasio Bustamante, el
matrimonio fue perseguido de nueva cuenta. Por fin, en 1932
los Quintana Roo pudieron gozar de una época de tranquilidad
y bonanza.
No acabó ahí la carrera
de Leona. En 1838 ayudó a los soldados que participaron
en el conflicto contra Francia llamado La Guerra de los Pasteles.
Acrecentó su legión de amistades en todo el
país. A los 53 años de edad murió tranquilamente
en su cama, en su casa de la calle de Santo Domingo, hoy Museo
de Santo Domingo (centro histórico de la ciudad de
México), y que actualmente guarda una gran cantidad
de sus objetos personales. Cuenta con ludoteca y galería.
Información de:
http://www.todamujer.com/abanico/famosas/leona_vicario3.asp
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