Cada año se dirige hacia Egipto una verdadera masa de turistas y el interés que en otro tiempo era prerrogativa del investigador, se extiende hoy a amplias capas de la población. Parece como si en nuestros días, el antiguo esplendor de Egipto hubiera nacido a una nueva vida, si bien naturalmente de otra manera. En efecto, y según las opiniones de estos investigadores, aquella época tiene mucho en común con la nuestra. Es así que, en el decurso de los últimos decenios, el arte faraónico ha llegado a ser para nosotros más próximo y comprensible. A este resultado han contribuido, en gran manera, las exposiciones de obras de arte, propiedad del Museo de El Cairo, organizadas en las principales ciudades de Europa y de América. No en vano, es casi imposible llegar a entrar en contacto con Egipto sin hacer una visita al Museo de El Cairo. Su extraordinaria colección de objetos de arte de la época predinástica y faraónica puede constituir, para el visitante, una experiencia realmente excitante y difícil de olvidar. | |
En un primer tiempo, los primeros objetos rescatados de las excavaciones fueron colocados en un pequeño museo de Bulaq, y su reorganización sistemática se debe al primer arqueólogo que trabajó asiduamente en Egipto, el francés Mariette, quien realizó una fecunda labor llevando a cabo excavaciones en Menfis y Abidos, siendo el museo fundado bajo su dirección el precursor del actual Museo Faraónico de El Cairo, inaugurado en el año 1902.
El sucesor de Mariette fue su
compatriota Máspero, que era también el director del Servicio de Antigüedades.
Sin embargo, desde el año 1952, el museo está dirigido por científicos
egipcios.
Además de las numerosas salas de exposiciones abiertas al público,
existen depósitos y habitaciones que contienen una multitud de obras de arte y
objetos preciosos destinados únicamente a la investigación. Este patrimonio se
ha venido enriqueciendo continuamente mediante nuevas excavaciones y
adquisiciones. La arena del desierto, agente
conservador extraordinario, ha constituido una fuente inagotable de
nuevos y valiosos hallazgos.
La planta baja del museo contiene los monumentos más significativos e importantes –que datan de principios de la época faraónica hasta la romana-, y representan un inmenso tesoro de arte del que el profano difícilmente puede apreciar su valor, como son las pinturas, esculturas y relieves relativos al culto a los dioses y a los muertos, objetos todos ellos partícipes de un mundo trascendente, como también lo son las construcciones que se insertan dentro de un estricto orden religioso (gracias a ellos sabemos, entre otras ideas religiosas, que el rey-dios, con la barca del Sol, se dirigía al lugar sagrado de los muertos situado en el hermoso Occidente, donde esperaba participar de la resurrección).