Miss Crawford vio luces: se acercaban varios coches y un camión frigoríficoLa fiesta iba a empezar. Sólo un poco más de
paciencia
Varios "gorilas" descendieron en primer lugar de los vehículos y desplegándose, empezaron a rodear la zona para limpiarla
de posibles curiosos. A continuación, los verdaderos traficantes abandonaron también los coches, dispuestos a iniciar el negocio.
Weiss, que se había ocultado al igual que Schwarz entre unas cajas apiladas, pero en posición más avanzada que ellas, no tardó
en entrar en acción.
Su trabajo en equipo era fantástico. Schuldig no distinguía bien sus rostros en la semioscuridad, pero podía seguir sus
movimientos, el brillo de sus armas y sentir sus mentes, coordinadas como una sola. Las cuatro componentes de Schwarz observaban
calladamente cómo las Cazadoras Blancas salían al paso de los matones deshaciéndose limpia y silenciosamente de ellos, uno
por uno, sin que los otros se percataran de lo sucedido.
Tras aniquilar a la mayoría de los guardaespaldas, con lo que lograron situarse mucho más cerca de sus verdaderos objetivos,
las chicas de Weiss fueron por fin descubiertas y empezó un festival de tiros. Las justicieras se movían tan rápida y ágilmente
que Schuldig no podía contemplarlas con tanto detalle como le hubiera gustado, a pesar de que ahora los faros de los coches
iluminaban sus siluetas inconfundiblemente femeninas...
Schu, impaciente por participar, pidió permiso mentalmente a Crawford, pero esta le ordenó que esperara, que dejara que
las japonesitas hicieran toda la limpieza por ellas.
Las jóvenes esquivaban las balas rápidamente y sin retroceder. Cada una de ellas se abalanzaba sobre un grupo de hombres
utilizando su arma característica. Era un bello espectáculo contemplar cómo aquellas chicas enfrentaban sin temor y con éxito
sus dardos, alambres y filos a la lluvia de fuego de las metralletas. En medio del jaleo, los peces gordos iniciaron la huídaBrenda,
que a duras penas podía ya contener a una ansiosa Farfarella, puso la mano en el hombro de su subordinada y asintiendo, la
autorizó a perseguir a aquellos tiposLa psicópata estaba nerviosa y empezaba a ser demasiado difícil de controlar, así que
ya iba siendo hora de dejar que se desahogara Farfie salió de su escondrijo disparada como una flecha. Parecía un perro de
presa hambriento al que acabaran de quitar la correaEn su forma de mujer se mostraba más flexible y veloz aún.
La pequeña Ami Tsukiyono veía como los cabecillas de la operación pretendían escapar, pero tenía demasiados hombres rodeándola
y no se podía zafar de ellos con facilidad. Apenas había disparado sus flechas cuando ya estaba cargando su ballesta con una
nueva remesa de dardos certeros Tanto ella como Karen se sorprendieron al ser testigos de cómo uno de los jefes, a punto de
entrar en su coche, era atravesado por un punzón que alguien le había lanzado"- ¡¡-Schwarz!!", exclamó Ami
"-¡Sólo nos faltaba esto!", dijo Karen, al tiempo que, como una letal pantera, remataba a un tipo con su garra metálica.
Ran-chan, perfecta en sus movimientos y elegante, acabó con otro de los individuos y sacudió su katana, para limpiar la
sangre que ensuciaba el filo
Tras recuperar su arma, Farfarella arremetió contra el resto de los tránsfugas, incluido Takeda, lanzándose sobre ellos
con un grito de guerra apache¡Por fin un poco de diversión!.
Ran-chan se sorprendió al comprobar que la irlandesa¡¿ les estaba ayudando!? Tras parpadear con incredulidad un par de
veces, corrió hacia la tuerta, no precisamente para darle las gracias por su cooperación. La psicópata frenó la acometida
del sable samurai con su punzón, produciendo un choque de metales del que brotaban casi tantas chispas como las que ardían
en los iris de ambas.
Ran, la versión en mujer de Aya-kun, no había cambiado demasiado. Sus ojos amatista, decorados con espesas pestañas, reflejaban,
entre los rojos mechones de su flequillo, la misma acerada ira de siempre. Había un fuerte contraste entre el hielo de su
mirada y el flamígero tono de su cabello. Llevaba la gabardina abierta, mostrando una ajustado sweater negro que se adaptaba
como un guante a sus formas. Las otras tres muchachas apenas se habían librado del último integrante de la banda de traficantes,
cuando vieron que el resto de las Schwarz se les echaban encima. Como de costumbre, Nagi escogió a Ami como rival, se concentró
y extendiendo los brazos con las palmas de las manos en vertical, envió una onda de poder a Bombay, que esta esquivó a duras
penas. Schu vio que la más joven de sus compañeras llevaba unos pantaloncitos cortos bajo la falda plisada. (¡¡¡¿Cómo podía
estar pensando en algo tan tonto en un momento así?!!! ) Ami era muy mona. Tenía puestos unos pantalones de ciclista que le
permitían lucir sus esbeltas piernas y por lo demás, el único gran cambio respecto a su versión masculina, era una delgada
y larga trenza que asomaba bajo su gorra y se agitaba con cada uno de sus movimientos.
Brenda enfrentó sus puños desnudos a las cuchillas de Karen. A Schu le sorprendió que su distinguida jefa, aun siendo mujer,
tuviera dotes para el boxeo¡ una púgil, con traje de marca y tacones!.
Para el gusto de Schuldig, Karen no vestía tan sexy como las otras integrantes de Weiss. La ¡¿ex futbolista?! llevaba unos
amplios pantalones y una cazadora ancha. Aún así, su top corto dejaba admirar su ombligo y su espléndida cintura. El cabello
corto de la joven, se curvaba hacia las mejillas, dando a su peinado un aire más femenino que el que lucía Ken, su alter ego.
Se la veía algo perdida teniendo como contrincante esta vez a la líder de Schwarz, en lugar de a Farfarella, como solía ser
lo habitual. La americana se anticipaba a todos los movimientos de la muchacha, esquivándolos con facilidad.
En esos mismos instantes, Ami lanzaba sus flechas contra Nagi, que las detenía en el aire, desviándolas a continuación
hacia su rival, que a duras penas podía evitarlas.
Ran continuaba intentando sin éxito, ensartar o decapitar a Farfarella, cuya pupila solitaria se contraía de locura y de
gozo. Schuldig nunca había visto al tuerto moverse tan endemoniadamente rápido como su versión femenina.
En general, aquella lucha entre mujeres resultaba más acrobática y vistosa que en el caso de los combates masculinos habituales.
Aquél espectáculo llevó a Schuldig a reflexionar. Observó que Schwarz disfrutaba enormemente enfrentándose a sus rivales
por antonomasia. Tanto era así, que no utilizaba su capacidad al máximo. Ni siquiera Schuldig solía emplearse tan a fondo
como podría. Por primera vez, descubrió que Schwarz, en realidad, no deseaba acabar con Weiss. ¿Eran realmente conscientes
de ello las demás? Probablemente noNi siquiera ella misma se había percatado hasta aquél momento.
Schu-Schu recordó de pronto dónde estaba. Se había quedado perpleja observando a las demás y había olvidado todo por un
momentoCrawford siempre decía que algún día su terrible curiosidad acabaría con ella
Miró a un lado y allí estaba la versión femenina de Yohji, Yohko, apoyando lánguidamente la espalda en un coche, fumando,
con el cigarro entre sus dedos enguantados. El abrigo oscuro de Yohji, era en el caso de Yohko, un largo vestido, sin mangas
y con un amplio corte a la izquierda que llegaba hasta lo más alto del muslo, mostrando una de sus interminables piernas.
Llevaba botines con tacón de aguja. ¡¿Cómo podía correr y combatir con ese calzado?!
Los mechones ondulados de su cabello color miel enmarcaban un rostro ligeramente maquillado. Llevaba unas gafas de sol
sobre la nariz, permitiendo que el profundo verde de sus iris se fundiera desafiante y eróticamente en el esmeralda algo más
oscuro de los ojos de Schuldig. Una burlona sonrisa se dibujaba en sus labios pintados. Fingió que bostezaba de aburrimiento,
no en vano, hacía rato que estaba siendo ignorada.
-"¿Qué, reina? ¿Empezamos ya?" dijo la japonesa, arrojando la colilla humeante y poniéndose de inmediato en guardia, con
su hilo de acero dispuesto. Sin dar tiempo a que Schuldig contestara la pregunta, la Cazadora se lanzó al ataque.
Schu salió de su embobamiento, reaccionando, al fin. Se introdujo en la mente de Yohko para captar sus intenciones y poder
esquivarla. Allí dentro había pensamientos de lucha, pero también mucha lujuria¡¿Tanto le gustaban las mujeres a Yohji que
no podía dejar de pensar en ellas ni siquiera ahora, que él también era una de ellas?! La pelirroja quedó tan impresionada
viendo que ella misma era objeto del deseo de su rival, que perdió toda concentración, siendo atrapada por las muñecas como
un ternero al que el vaquero echara el lazo. El fino alambre se clavaba en su piel, produciéndole un agudo dolor. Con un veloz
movimiento, la más alta de las Weiss, se situó detrás de Schuldig, atrayéndola hacia sí y rodeando su garganta con otra hebra
del hilo asesino La germana ni siquiera había tenido tiempo de hacer ademán de desenfundar su pistolaAún no había terminado
de asimilar el dolor de sus muñecas, cuando sintió el delgado y ardiente cordón, que, ciñéndose a su cuello, le dificultaba
la respiración. ¡¿Cómo se había dejado atrapar así?!
Dejando de lado su orgullo, pidió ayuda mentalmente a sus compañeras, pero estas estaban muy ocupadas con sus rivales.
Schuldig no podía pensar, la hebra de acero se hundía bajo su barbilla, cortando ligeramente la delicada superficie. Una gota
de sangre se mezcló con el sudor que empezaba a perlar su piel.
Schuldig descubrió que como mujer contaba con menor fuerza física, pero haciendo acopio de toda su energía, logró introducir
las yemas de sus dedos entre el alambre y su cuello para evitar ser degollada. Sin embargo, fue peor el remedio que la enfermedad:
Sus dedos quedaron amarrados junto a su garganta y ¡ahora estaba totalmente inmovilizada! Yohko no pudo reprimir una risita
triunfante y burlonaSchuldig ya se desesperaba cuando logró despejar su mente: ¡Qué estúpida, aún le quedaba su mejor baza
: ¿Cómo podía haberse olvidado de sus poderes psíquicos?! Toda esta pesadilla absurda había afectado a sus reflejos ¡Eso es,
tenía que hipnotizar a su enemiga! Sin embargo, una vez más, esta fue más rápida y lanzó un nuevo, inesperado y peculiar ataque:
acercó sus labios a la oreja de Schuldig y susurró:
"-Estás guapísima hoy, pelirroja, ¿Por qué no dejas de resistirte y permites que te atrape entre mis brazos? ¿Huyes de
la pequeña Yohko?", dijo la playwoman para sorpresa de Schuldig
"-La semana pasada estuviste jugando con mi mente ¿recuerdas? Me obligaste a hacer cosas sucias, muuy sucias.Ahora ha llegado
mi turno" musitó la rubia mientras acariciaba el lóbulo de la oreja de la germana con los labios. En realidad, Schu había
planeado muchas veces aprovecharse de Kudo manipulando su mente, pues le resultaba tremendamente atractivo, pero no recordaba
haberlo intentado aúnAl parecer, como mujer era bastante más lanzada
En cualquier caso, Schuldig no podía dejarse humillar así; se rehizo y por fin logró olvidar el dolor y concentrarse unos
segundos, los suficientes para poder penetrar en los más oscuros pensamientos de su enemiga. Los exploró rápidamente y entonces
se hizo la luz. Schuldig comenzó a pensar en algo que sin duda horrorizaba a la integrante de Weiss: Le envió telepáticamente
imágenes y sensaciones de la propia Yohko rodeada de hombres peludos y musculosos totalmente desnudos. Estaban provistos de
enormes genitales y eran demasiado cariñosos con la rubia.La más alta de Weiss adoraba las mujeres, y le repugnaba todo lo
exageradamente masculino. Era fácil verlo en los recovecos de su subconsciente.
Yohko, espantada, aflojó la tensión del alambre para llevarse las manos a la cabeza. Fue un solo instante, pero bastó a
Schuldig, por fin plenamente despierta, para librarse de su captora propinándole, con todas sus fuerzas, un potente codazo
en la boca del estómago. Yohko dio violentamente de espaldas contra el coche, rebotando después hacia delante, y quedando
tendida de bruces contra el suelo, con las manos presionando su abdomen dolorido. La alemana había tenido suerte de que en
aquél día tan absurdo, su enemiga sólo hubiera tenido ganas de jugar. De lo contrario, ya no lo habría contado. Pero ahora
las tornas habían cambiado. Yohko hacía esfuerzos por levantarse, pero Schuldig lo impidió plantando el pie en su nuca hasta
hacerla besar el suelo. "¡Ahora me toca a mí, pero hoy no estoy tan cariñosa como tú hace un momento!", dijo, con una sonrisa
diabólica y la mirada encendida.
De pronto, en la lejanía, llenando la noche, se oyeron las sirenas de la policía"-¡Maldita, sea!" Schu-Schu tendría que
dejar su venganza para otro día, si quería que esta fuera lenta y dolorosaAsí que levantó la bota permitiendo a Yohko ponerse
en pie con una ágil pirueta y desaparecer en la noche, con la mano aún apoyada en el estómago y expresión desencajada.
Ran-Chan, agotada por una lucha infructuosa, empujó pesadamente a Farfarella, cuya espalda chocó estrepitosamente contra
unas grandes cajas, haciéndolas caer en desorden. La pelirroja gritó a sus compañeras: ¡¡Vámonos!! ¡La misión está cumplida.Alejémonos
de aquí!
Karen, tras un último zarpazo esquivado de nuevo por su oponente, corrió tras su líder, dejando plantada a una jadeante
Miss Crawford, aún con los puños en posición de ataque.
Algunos mechones del cabello de la americana se habían alborotado ligeramente, para fastidio de esta, que, una vez sola,
dedicó unos segundos a recomponer su peinado.
Nagi-chan, dejó simplemente de atacar a Ami, relajando los brazos y la pose. Ami sonrió y agachó ligeramente la cabeza
en gesto de agradecimiento, dio la espalda a su rival y corrió.
Farfarella se levantó sin inmutarse y sacudió el polvo de su ropa. Las cuatro mujeres de Schwarz quedaron unos segundos
de pie, junto a un montón de cadáveres, como si se tratara de las anfitrionas de una fiesta recién terminada, rodeadas del
desorden y los platos sucios.
Sí, efectivamente, el baile había tocado a su fin.
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Acaba en el próximo capítulo...