Home | Yo soy quien soy... | Galería de fotos | Jaime Sabines | Octavio Paz | Augusto Monterroso | Oscar de la Borbolla | La teoría del CaOs | Albert Einstein | Panda Antivirus

OtRo CoSmOs

Jaime Sabines

sabines1.jpg

Nada, que no se puede decri nada... 

Cuando tomo mi cuaderno es porque tengo un complejo de emociones humanas que necesito sacar de mi.
Siempre sé lo que voy a escribir porque todo lo que he escrito lo he vivido.
No tengo que imaginarme cosas como los Novelistas.
Cuando escribo lo único que se es que sufro de dolor, de esperanza, de alegría; sé que estoy sufriendo y que necesito decirlo.

Mi necesidad de escribir es todo, pero nunca miedo.

La poesía es un destino. Algo que se hace fundamentalmente con palabras, con emociones, con sentimientos.

La poesía se escribe para los demás,y si alguien me dice que gusta de lo que escribo, uno encuentra la satisfacción de descubrir que la poesía se realiza, que hay alguien a quien le sirvió para vencer un momento de soledad, o una angustia o un pesar por los contagios de los pesares del poeta, por sentir alivio de que el sufrimiento no es nada mas de uno,en fin, esa es la alegría de la poesía.

"...me habló de la mariguana, de la heroína, de los hongos, de la llaguasa. Por medio de las drogas llegaba a Dios, Se hacía perfecto, desaparecía. Pero yo prefiero mis viejos alucinantes: la soledad, el amor, la muerte."

Jaime Sabines Gutiérrez (1926-1999)


El Diablo y yo nos entendemos

El diablo y yo nos entendemos
como dos viejos amigos.
A veces se hace mi sombra,
va a todas partes conmigo.
Se me trepa a la nariz
y me la muerde
y la quiebra con sus dientes finos.
Cuando estoy en la ventana
me dice ¡BRINCA!
detrás del oído.

Aquí en la cama se acuesta
a mis pies como un niño
y me ilumina el insomnio
con luces de artificio.
Nunca se esta quieto.
Anda como un maldito
como un loco, adivinando
cosas que no me digo.

Quien sabe que gotas pone
en mis ojos, que me miro
a veces cara de diablo
cuando estoy distraído.
De vez en cuando me toma
los dedos mientras escribo.

Es raro y simple. Parece
a veces arrepentido.
El pobre no sabe nada
de si mismo.

Cuando soy santo me pongo
a murmurarle al oído
y lo mareo y me desquito.
Pero después de todo
somos amigos
y tiene una ternura como un membrillo
y se siente solo el pobrecito.


Tu tienes lo que busco

Tu tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo,
Tu lo tienes.
El puño de mi corazón esta golpeando, llamando.
Te agradezco a los cuentos,
Doy gracias a tu madre y a tu padre,
Y a la muerte que no te ha visto.
Te agradezco al aire.
Eres esbelta como el trigo,
Frágil como la linea de tu cuerpo.
Nunca he amado a una mujer delgada
Pero tu has enamorado mis manos,
Ataste mi deseo,
Cogiste mis ojos como dos peces.
Por eso estoy a tu puerta, esperando.


No quiero convencer a nadie de nada

No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer
a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o de creer o de hacer lo que le de la gana. Yo quiero solo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¿ quien es quien para decir esto es así, si la historia de la humanidad no es mas que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)

Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien he de seryo mismo. Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte. la vejez, la enfermedad y la muerte, de buda, no son mas que la muerte, y la muerte es inevitable. Tan inevitable como el nacimiento.

Lo bueno es vivir del mejor modo posible. Peleando, stimando, acariciando, soñando. (¡pero siempre se vive del mejor modo posible!) mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.

No tengo ningún deseo de que me digan que la luna es diferente a mis sueños.
 
 
En el saco de mi corazón

En el saco de mi corazón caben todas las cosas, desde la ignominia a la ternura, desde las uvas de mujeres amadas hasta las corcholatas que me tiran los niños. Cada hora deposita en mi corazón un objeto distinto, y cada vez que extraigo de el un recuerdo sale con sangre.

Yo me multiplico incansablemente. Estreno manos y bocas todos los días, cambio de piel, de ojos y de lengua, y me pongo un alma cada vez que es preciso.

Desde el amanecer hasta la noche la luz es distinta y se le llama día. Así me llaman jaime. Pero yo duro también en la oscuridad, mas alla del momento impenetrable en que hago recuento de mis estrellas. 

 

TÍA CHOFI

Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi,
pero esa tarde me fui al cine e hice el amor.
Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta
con tus setenta años de virgen definitiva,
tendida sobre un catre, estúpidamente muerta.
Hiciste bien en morirte, tía Chofi,
porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso,
porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste,
ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba
que querías morirte y te aguantabas.
¡Hiciste bien!
Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos,
porque te quise a tu hora, en el lugar preciso,
y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple,
pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste.
¡Te siento tan desamparada,
tan sola, sin nadie que te ayude a pasar la esquina,
sin quien te dé un pan!
Me aflige pensar que estás bajo la tierra
tan fría de Berriozábal,
sola, sola, terriblemente sola,
como para morirse llorando.
Ya sé que es tonto eso, que estás muerta,
que más vale callar,
¿pero qué quieres que haga
si me conmueves más que el presentimiento de tu muerte?

Ah, jorobada, tía Chofi,
me gustaría que cantaras
o que contaras el cuento de tus enamorados.
Los campesinos que te enterraron sólo tenían
tragos y cigarros,
y yo no tengo más.
Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte,
y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido.
Nunca ha sido tan real eso en lo que tu creíste.
Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida
a todos. Pedías para dar, desvalida.
Y no tenías el gesto agrio de las solteronas
porque tu virginidad fue como una preñez de muchos hijos.
En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron tu vida
te repetías incansablemente
y eras la misma cosa siempre.
Fácil, como las flores del campo
con que las vecinas regaron tu ataúd,
nunca has estado tan bien como en ese abandono de la muerte.

Sofía, virgen, antigua, consagrada,
debieron enterrarte de blanco
en tus nupcias definitivas.
Tú que no conociste caricia de hombre
y que desjaste que llegaran a tu rostro arrugas antes que besos,
tú, casta, limpia, sellada,
debiste llevar azahares tu último día.
Exijo que los ángeles te tomen
y te conduzcan a la morada de los limpios.
Sofía virgen, vaso transparente, cáliz,
que la muerte recoja tu cabeza blandamente
y que cierre tus ojos con cuidados de madre
mientras entona cantos interminables.
Vas a ser olvidada de todos
como los lirios del campo,
como las estrellas solitarias;
pero en las mañanas, en la respiración del buey,
en el temblor de las plantas,
en la mansedumbre de los arroyos,
en la nostalgia de las ciudades,
serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.

Sofía virgen, desposada en un cementerio de provincia,
con una cruz pequeña sobre tu tierra,
estás bien allí, bajo los pájaros del monte,
y bajo la yerba, que te hace una cortina para mirar al mundo.

 

Lento, amargo animal

Lento, amargo animal
que soy, que he sido,
amargo desde el nudo de polvo y agua y viento
que en la primera generación del hombre pedía a Dios.

Amargo como esos minerales amargos
que en las noches de exacta soledad
maldita y arruinada soledad
sin uno mismo
trepan a la garganta
y, costras de silencio,
asfixian, matan, resucitan.

Amargo como esa voz amarga
prenatal, presubstancial, que dijo
nuestra palabra, que anduvo nuestro camino,
que murió nuestra muerte,
y que en todo momento descubrimos.

Amargo desde dentro
desde lo que no soy
mi piel como mi lengua
desde el primer viviente,
anuncio y profecía.

Lento desde hace siglos,
remoto nada hay detrás,
lejano, lejos, desconocido.

Lento, amargo animal
que soy, que he sido
.

 

 


Horizontal Divider 1

Poeta y ensayista mexicano nacido en Tuxtla Gutiérrez en  1926.
Se radicó en Ciudad de México desde 1949 cuando inició sus estudios de Filosofía y Letras. Aunque escribió sus primeros poemas antes de los dieciocho años, fue allí en la universidad donde publicó «Horal» a la edad de veintitrés años.
Un recuento de sus poemas fue publicado por la UNAM en 1962.
En 1965 tras su visita a Cuba para servir como jurado del Premio Casa de las Américas, sufrió un gran desencanto con las tendencias izquierdistas, sentimiento que dejó plasmado en su libro «Yuria» publicado en 1967.
Su obra tiene un marcado acento informal que lo convierte en un poeta de todos los tiempos. Su prosa vehemente y su verso  sentido y sensual, nos hacen viajar  por un mundo de realidades vividas.
En 1985, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En 1986, con motivo de sus sesenta años, fue homenajeado por la UNAM y el INBA. Ese mismo año el Gobierno del Estado de Tabasco le entregó el Premio Juchimán de Plata. En 1991, el Consejo Consultivo le otorgó la Presea Ciudad de México y en 1994 el Senado de la República lo condecoró con la medalla Belisario Domínguez.
Por su libro «Pieces of Shadow» («Fragmentos de sombra»), antología de su poesía traducida al inglés y editada en edición bilingüe, obtuvo  el Premio Mazatlán de Literatura 1996. 
Tras una larga enfermedad falleció en Ciudad de México en 1999.

 

Enter supporting content here