El amor es el principal instrumento de trabajo de todos los Rahmas, amarse más, confiar más, ser más positivos, más maduros, menos egoístas.
Pertenecer a Rahma significa aceptar la encomienda de llamar a todas las ovejas que están dispersas por el mundo, para guiar el rebaño. Y para esto se debe estar preparado en todos los aspectos.
El Rahma no puede permanecer inerte buscando la satisfacción de sus deseos egoístas; ha dejado de ser un individuo aislado con una mentalidad competitiva y apegada a lo material. No debe dejarse vencer por la flojera y el ocio, porque esto conlleva hacia el estancamiento y por ende a la no evolución en los otros planos del hombre. Ha sido escogido porque en su interior existe esa llama o esa Luz que le hace buscarse a sí mismo y vivir constantemente en esa búsqueda. El Rahma se encuentra a través del encuentro con sus hermanos.
Los Rahmas son parte del cosmos más conscientemente, porque han logrado identificarse con el Todo universal; esa es su identificación con la misión, porque la misión viene de Dios mismo, de lo eternamente armónico y equilibrado, de las leyes universales en toda su expresión y magnitud; porque Rahma responde a la necesidad misma de la vida cósmica y es la respuesta al desequilibrio de una parte finita del cosmos; es la ley que cumple Rahma, nada más que la Gran Ley, la ley del equilibrio. El Rahma ha de llegar al equilibrio perfecto dentro de un mundo en extremo desequilibrado. Los Rahmas alcanzarán la perfección en medio de la imperfección misma. Los Rahmas alcanzarán lo eterno dentro de lo temporal, alcanzarán lo ilimitado e infinito, habiendo sido limitados y finitos. Los Rahmas eran, son y serán eternamente, el símbolo de la evolución del hombre terrestre, serán el ejemplo de lo que se logra con el equilibrio.
La responsabilidad de un Rahma tiene que ver con los hombres que habitarán o poblarán la Tierra en el futuro, y eso tiene una tremenda importancia. Los Rahmas son los sembradores y los recolectores de los frutos del Señor.