Me bastaría con decir mi palabra preferida: Alucinante. Pero me extenderé un poco más, entre otras cosas porque estoy deseando este momento desde hace años.
La Segunda Sinfonía como ya hemos dicho antes tiene cuatro movimientos, más o menos los típicos que tenía una sinfonía normal y corriente.
¿Qué la hace especial a ésta sinfonía? Sencillamente que es de Beethoven, podríamos decir. Pero tiene algo que yo llamo "La Representación del Trabajo" y no sólo por el estudio de la Numerología, que alguien puede conocer y que incluso Beethoven pudiera conocer.
Es la representación del Trabajo porque es una música la de la Segunda Sinfonía harto interesante desde cualquier punto de oído.
Cuando observo cómo crece una Planta, me doy cuenta de lo que está esforzándose por conseguirlo. Eso es lo que siento cuando por ejemplo suena el segundo movimiento de ésta Sinfonía número dos: Crece, y no sólo como un Gigante que avisa, SE CRECE, porque ya es la segunda, porque ha de superarse ya a sí misma; Beethoven ha de superarse a sí mismo.
Escuchad el último movimiento. Lo digo porque es más fácil de entender por lo que ahora quiero decir: El último movimiento es donde yo siempre he notado ese Trabajo, esa labor insaciable de crecer y crecer, de hacer y hacer; la Orquesta parece que hasta suspira cuando se está terminando. Y es que cuando uno Ama al trabajo se suspira de emoción, llega a sentir esa especie de explosión interna de exhaustividad que te deja la mar de satisfecho.
He omitido el primer y el tercer movimiento de la segunda sinfonía, ¿y por qué? Porque tampoco trato de hacer un análisis completo, no he hecho nada de lo que he hecho en ésta sinfonía con la Primera, y es que cada una tiene infinidad de prismas, por los cuales puedes ver cosas distintas. Alguien que guste de la música de Beethoven de manera normal y corriente no se ha planteado jamás en su vida una filosofía de ningún tipo. Pero merece la pena hacerlo.
No, una crítica no, eso es un rollo, además eso ya lo hicieron los de la revista vienesa imposible de escribir de memoria; ahí debía de haber la misma gentuza que hay ahora en los periódicos de nuestra época. Y es que hacer crítica es de lo más pobre que puede haber en observaciones.
Mira que la Quiero con pasión a esa Sinfonía; pero si te dejas llevar por las vulgaridades de los "especialistas", puedes llegar a aborrecerla. No exagero. Todos dicen lo mismo; que si era la indedicada, que si era para un héroe, que si la hizo para completar Prometeo, que si... Tonterías al fin y al cabo.
La Tercera Sinfonía es la de un Héroe, sea el mismo Beethoven o sea cualquier otro héroe del Futuro Extremísimo.
Bueno, yo también digo siempre lo mismo, os pondré el ejemplo de lo que dije hace unos días, cuando aún andaba por las listas de "música", qué gracia:
La Tercera sinfonía de Beethoven es hecha por un Héroe sin ningún género de dudas, ya no sólo por el hecho Napoleónico, sino por la propia naturaleza Ciclópea y Titánica de Beethoven.
En el momento de la composición de esa genial obra, Beethoven luchaba consigo mismo sobre si seguir existiendo o no; la sordera era ya un hecho, no había manera de esconderla por más tiempo, así que, o seguir, o morir. Y evidentemente siguió, pero para ello necesitaba dar otro color a la música hecha hasta entonces.
El Primer movimiento de la Tercera Sinfonía empieza de esa manera no porque le de la gana al autor o porque quede muy bonito o no se qué, ha de empezar así porque la autoridad ha de representarse con esas dos poderosas notas, que ninguna importancia tiene en qué tonalidad sea, lo que importa es la Fuerza. Y es que entre las curiosidades que van más allá de la música en la composición de Beethoven, está esa de poner dos notas más, o quitarlas, en esos matices tan aparentemente nimios estaba el secreto de toda su obra.
Y ese segundo movimiento no sólo es "al recuerdo de un Gran Hombre", que podía ser Napoleón, es el total impulso de un Gigante que se va a desplazar por el mundo musical como nadie antes lo ha hecho. Y por otra parte, es la marcha fúnebre del que en teoría iba a librar del mal a todos los europeos. Y es que al poco tiempo de la creación de tal sinfonía, Bonaparte moría, y Beethoven quedó muy tranquilo, pues esa escena ya la había compuesto él con música.
Y ahí se terminaba mi breve comentario. Queda mucho más por decir, tánto que no merece la pena, porque sería desvirtuarla.
Un apunte si acaso sobre el último movimiento, el que dicen que fue sacado de unas danzas, que luego Beethoven lo utilizaría en el número final de su Ballet mencionado Prometeo, y más tarde las Variaciones Heroica, que no son tales variaciones por el motivo expuesto, porque son anteriores a la Heroica, son las Variaciones Prometeo, y así podríamos estar hasta el infinito tontísimo.
Pero si uno encuentra una beta interesante, ¿por qué ha de dejarla? Es estúpido abandonar una mina que contiene Oro hasta en los lugares más recónditos; eso es lo que ocurre con ese Glorioso último movimiento de la Heroica.
Cuarta Sinfonía en Bruma de Mar lejano. Un barco de porte gigantesco se acerca a las colinas inhabitables de Tierras sin nombre. Los nombres se quedan en aspectos secundarios, las palabras pierden su valor, ganan su postura ante el Futuro y se adentran en lo desconocido para aprender.
La fuerza de un huracán desborda todos los acantilados paseantes, se convierten en estructuras nunca soñadas, se deslizan por barrancos de Luz que abortan en un grito de furia. ¡Nadie lo entiende! Pero continua, porque en la constancia están todos los secretos de la Vida, sin constancia no hay Futuro.
Al Futuro se le educa para que transite por nuestras vidas con paso firme, nada de sorpresas, nada de dudas, sólo en la creación cabe que la Monotonía Imperial se rompa para que entre la novedad. Una vez que dejamos pasar a la renovación, al nuevo aire, vemos con claridad lo que hay al otro lado del cristal.
Todo hay que hacerlo sin miedo, el temor arruina nuestras vidas y nuestras creaciones, convierte a nuestra alma en una desprotegida y en una clonación de seres que hay a millones.
El ruido existe desde antes que el antes, y no debe ser posible dejarle en libertad. El ruido en su tiempo encontró los canales por donde convertirse en música, pero los canales han desaparecido, o están tan escondidos que es el miedo lo que los hace ocultarse.
Pero no vas a ganar la batalla, oh ruido, pasarás a mejor gloria aunque sólo sea por el bien de unos pocos. Derramaré mi sangre en notas si es preciso para que la Armonía gane. Y no me preguntes por qué, no me aconsejes que hay almas que gustan y disfrutan contigo, porque no creeré que hablas de almas, sino de demonios. Y aunque dentro de cada ser haya infinitos belzebús atosigando, habrá que hacerles callar por toda la eternidad.
No hay siglos, hay Tiempos Innumerables, hay Espacios que se mueven al son de Músicas que todavía no se han escrito en ningún papel, en ningún soporte conocido. A veces se piensa que el futuro es predecible por según cómo vayan las cosas en el ridículo tiempo en el que nos movemos. Pero el Presente no existe, sólo es una ilusión, y el Futuro, mientras cabalga libre y salvaje, se está riendo con carcajadas temblantes, resonantes, resquebrajadoras de mundos imperceptibles.
El Cantor de los Dioses al mismo tiempo se ríe de ese salvajismo, porque Él, el Cantor, lo sabe todo, sólo tras su sonrisa apacible y su brillo de ojos espaciales, es donde se encuentra la respuesta a todos los sonidos y a todos los músicos, el ruido jamás ha tenido lugar.
Las Ondas del Sonido existen para transformarlas, modelarlas, darlas una apariencia y después una sola forma. Las tormentas siguen existiendo y eso pasa por ese amor al ruido que existe incrustado en el ser humano, los sonidos atmosféricos acompañan el perfecto bestialismo que existe en la vida corriente.
No, so se alzará una voz en nombre de nadie diciendo que algún día todo cesará y el gran devenir llegará pronto con voces Poderosas y Deseos olvidados por los hombres, no. Pero no porque no exista una sed terrible de que eso ocurra, sino porque esa Voz ya se ha erigido en son de los Amantes de la Armonía.
Transciende poco que ahora se grite enfurecidamente sobre escenarios y en aparatos electrónicos, esto tan sólo son unos instantes en medio de un Océano de Sonido-Tiempo que desaparecerá tan pronto como el Cantor, Cante.
De los manuscritos.