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Crepúsculo en América (2000)
L’annonce faite à la ville
D esde la cumbre del aire,suspendido en la barca de los cielos y viendo arder el mar de la bahía, sus mórbidas arenas y sus navegaciones, con la ciudad colosal entre los labios, sólo deseo caer desde lo alto, girando con el tiempo que se va y el tiempo que retorna. El estallido solar en la penumbra, la quemadura natal de la ciudad, se descomponen en rostros milenarios, ¿habrá algún alma detrás de esas miradas yertas? ¿habrá algo más que un jergón para mis huesos? ¿para el amor otro sepulcro? ¿para mis labios otros labios? Ciudad, ciudad, estoy llegando, gran Capital del mundo del final, ciudad, ciudad, estoy llegando a ti, ¡escucha! tienes el alma que te infundió el gran viejo cuando eras cándida aún, ¡delicadamente con la flauta, óyeme! ¡ay si te amara con mi voz y con la voz del Padre, ciudad, ciudad de picaportes de oro, estoy llegando a ti, estoy llegando a ti!
No llores, América
N o llores, América, no llorespor la sangre vertida en las esquinas del Sur, no llores por los hijos de tus mercenarios, no llores por tus bombas, tus cohetes, tu napalm, tus viajes a la luna, tus calles de navaja, tus dólares amargos, tus negros de precinto con sus bastones relucientes como krugers golpeando a sus hermanos de algodón, no llores por los amos de Wall Street, su polvo del mejor, sus trajes bien cortados, sus tiradores de pelo de gacela, no llores América, no llores, tu atronadora voz es la más bella entre los tules del sol, no llores, dueña del mundo, amada América, no llores, irás al cielo cuando mueras, tienes los ojos azules como Dios.
Telemacus
D esde la isla de pájaros de lentesy corbata de lazo, la tonta dama francesa de cincuenta metros gobierna la ciudad de bocadillos de pastrami y coca cola en los carteles de Times Square. Sin vagabundos o putas no hay ciudad, dice Telemacus Malone, que nutre las palomas con veneno para ratas. Ha sobornado a un oficial de policía Que le permite el juego y hace la vista gorda ante el rimero de palomas muertas. Esto es Nueva York, fornicador de tu madre, dice Malone arrobado. Aquí se puede vivir con poca cosa y ser feliz con casi nada. Mírame a mí sino, jodido pálido. Telemacus murió una madrugada congelado, cobijado en sus cartones y sus plumas de paloma.
Walt Whitman
¡O h mayordomode los campos de cristal y acero, jinete de mulatos, enlazador de niños! ¡Basta de torpes disfraces y tonadas para flauta subiendo y bajando por los tensores del puente como una comadreja perseguida por Dios! Fascinante profeta, día del fin, estás herido de vergüenza y bien lo sabes; muchas jornadas se han ido con la nieve, la vieja nieve negra de las alcantarillas, todo lo sabes de tí mismo y de los otros fantasmas de las rocosas calles y de los grandes vientos, y del marinero recién degollado. Eres la América que crece en el silencio, gran viejo no viril, tu larga barba de amores apretados por efebos sin raza, la vieja culpa de tu sexo atravesado por la aguja que denunció Federico y la bufanda de tu barba conquistando el mundo.
Money
C uando los dedos del oro apretaban mi gargantacon su invencible vigor como una dulce farsa, bebiendo margaritas, bladimeris, piscosauers, y recibiendo caricias de gráciles langostas, se deslizaba por mis muslos en el Oyster Bar esa preciosa hoguera de mujeres delgadas como hierbas sin bragas ni sostenes ni pechos ni caderas, vestidas solamente con sus adormideras blancas, y proyectando sus ansiosas lenguas serpentinas en los lugares correctos de mis trajes de dos mil quinientos dólares. Cuando los dedos del oro apretaban mi garganta, mis genitales danzaban su Chopin con una gracia altiva –quiero creerlo- y las muñecas de nácar y honorarios pagos por los amos proyectaban sus ansiosas lenguas serpentinas más allá de mis trajes de Armani y de Versace, más allá también de mis deseos, hurgando entre mis dientes de mil dólares. Luego pagaban la cuenta con grandes billetes ocultos en sus ligas, para no ofenderme, y me llevaban borracho hasta mi suite con vista al Parque, me desnudaban con manos liberales y me bañaban con sus miradas de conejo. Los amos del pastel decían con astucia que yo era el tipo más canalla de la Avenida Madison y el hombre más feliz del Plaza Hotel.
La chica de Park Avenue
C aminaba por Park Avenuecon un zapato rojo en una mano y el otro puesto en un pie; era una forma pintoresca de cojera que reservaba para los barrios elegantes a las tres de la mañana en el verano. En el Hotel Park Lane hay una fiesta de hombres solos, le había dicho el portero a su rufián, Rick el Podrido. Ve allí a las tres, le había dicho Rick, y haz ese truco del zapato. Ella cojeaba con su zapato rojo en una mano pensando en deshacerse del Podrido, para pasar a las huestes del piojoso Murray, que no era tan jodido con la mierda. ¿Se te ha roto el tacón?, le pregunté. Me llaman Dolly la Vaca, dijo ella; te contaré mi historia: es fascinante, y tomamos un coche de caballo. Era una noche de luna, y en el Central Park bailaba el aire con su pie descalzo.
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