Julio Llinás continúa la misteriosa tradición de los poetas que descienden al infierno –como quería Rimbaud- y que vuelven trayéndonos los frutos mágicos que estallarán para convertirse en poemas.

Ningún sufrimiento le es ahorrado, ninguna alegría. El frenesí, el lirismo, la blasfemia, el candor, el ritmo salvaje, hacen de cada uno de estos poemas el lugar de encuentro de la poesía y la vida.

Poemas que son iluminaciones: cada uno de ellos contiene una visión del Universo expresada por medios exclusivamente poéticos. Ninguna palabra inútil. Ninguna frase espuria. Todo es transmutado en poesía por obra y gracia de la "alquimia del verbo" de Julio Llinás.

Fascinante como una tormenta. Un autor extraordinario.

DE ESO NO SE HABLA ubica a Julio Llinás, sin la menor duda, entre los más grandes narradores de la última parte de este alucinante siglo.

...La fantasía se encarga de dibujar un micromundo que recorre, en el clima de la mejor narrativa latinoamericana, una anécdota de indudable perfección.

Una prosa tensa, sencilla, profunda, de impecable musicalidad, de un ritmo y precisión hoy infrecuentes en las letras de estas costas.

Impresionantemente bueno, casi diría, lo mejor de esta época.

En su libro puede verse que es capaz de asomarse al abismo sin mayores problemas o encaramarse rumbo a las alturas sin que nada lo sorprenda.

Los destellos líricos o filosóficos no empañan su propósito, que es el de ir descubriéndose a sí mismo y tampoco la perjudica el humor prevaleciente o la sátira, a veces poco disimulada...

...Cabe resaltar, aparte de los retratos personales, llenos muchas veces de sugestión, más por lo que se calla que por lo que se dice, las trabajadas, casi siempre profundas reflexiones que, en relación con la vida, ésta le suscita a Llinás (o a su protagonista), un perseguidor del Absoluto y un convencido de su inapresibilidad. Por lo menos en esta existencia terrena.

...Será difícil, después de la lectura de FIAT LUX, no pensar en nuestra oscura transparencia... Una vez más, estamos en deuda con Julio Llinás, un hombre transparente, cuya alma y cuya pluma, son suficientemente prodigiosas, peligrosas y contagiosas.

Con turbadora maestría, Llinás nos hace descubrir las delicias del lenguaje.

Uno de los más bellos libros de relatos breves publicados en estos tiempos delirantes, en que sobrevivimos gracias a tipos formidables como Llinás, García Márquez, Bryce Echenique o Tito Monterroso.

Transita más bien sus cuentos por una senda poética, reflexiva, en la que el lector bordea naturalmente los asuntos más complejos de la vida: el destino humano, la culpa, el fin de las cosas. Para ello se sirve de una prosa espléndida. Pocos, muy pocos escriben como él. Conoce a la perfección el color, el peso, la irradiación de cada palabra. Hay en sus frases una estructura clásica que no desdeña el matiz castizo.

Esta estupenda novela evoca con realismo, vivacidad y un humor entre sutil y sombrío, los rasgos característicos de una época –los años 60 y 70- y de un ambiente: la Argentina del consumo y la publicidad, la efervescencia artística del Instituto Di Tella y los golpes militares.

El talentoso poeta y narrador que es Julio Llinás (recordamos su cuento "De eso no se habla", que fue llevado al cine por María Luisa Bemberg con Marcello Mastroianni como actor principal) ha alcanzado con esta novela, a nuestro juicio, el más brillante logro de su actividad literaria.

La trasmutación de lo biográfico a la ficción aparece más acentuada en esta novela por las alusiones del autor a dolorosos episodios de su propia vida que, algo desdibujados por el tono despegado de la narración, constituyen su trasfondo trágico.

El patetismo de su realidad subyacente ha generado lo mejor de esta obra ágil y sugerente, su estilo punzante y asertivo que puede ser despiadado y al mismo tiempo, sutil.

Julio Llinás es uno de los mejores escritores de este tiempo que nos toca vivir.

El amor, la rebeldía, el tiempo, una desesperada ansia de verdad y la gloriosa presencia de la poesía como una melodía inútil e inmortal, son los ejes temáticos de estas composiciones.

Una poesía existencialmente vivida y encarnada de manera inescindible con el propio fluir de la existencia ("¿Estaré hablando de mí mismo?", hace como que se pregunta el autor, tantas veces quizá ajeno a lo que le está ocurriendo) hecha de carne y de memoria, pero también del esplendor de un lenguaje a la vez preciso y desbocado, donde se refleja el mundo (un mundo bellamente, devoradoramente tantálico), nos alcanza en estas páginas con la certeza de la pasión. Como quería su recordado Walt Whitman, quien toca a este libro, toca a un hombre.

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Llinás es sin duda un poeta de la experiencia, y tiene con qué. La vida lo ha puesto a prueba muchas veces y él ha dado cuentas de eso. Nunca traicionando a las palabras. Era demasiado tarde para cambiar y, sin embargo, ha cambiado, aunque se haya entregado al contecer de su memoria.

Esa mirada levemente altiva –tan argentina- , si no le impide disfrutar la "dulce farsa" referida en el poema "Money" (gajes quizás del "prestigio profesional"), ahuyenta sin embargo el riesgo trágico, esa ave que se alimenta siempre del propio hígado. Por otro lado, tal apartamiento permite recortar las escenas y los personajes característicos con nítida perspectiva. Y allí se origina, en nuestra opinión, la fruición que estos textos ofrecen, en los cuales puede advertirse el oficio narrativo del poeta. Se reconocen, en efecto, situaciones presentadas con ojo exacto, de un realismo cinematográfico convincente, y el espectador-lector asiste a las escenas (el mendigo asesino de palomas, las prostitutas de lujo en la suite del Plaza Hotel, la fiesta en el piso treinta y cinco, los callejones malolientes, el estudiante maltratado por el policía émulo de Rod Steiger, el yate en la bahía con la chica desnuda bajo el sol, el crimen del soldado de Vietnam, etc.) como ante una pantalla que recolectara delicias y pesadillas del Sueño Americano.

El nuevo libro de Julio Llinás culmina la trilogía comenzada con "FIAT LUX" y seguida por "EL FERVOROSO IDIOTA". Desde ese punto de vista, "CIRCUS" realza las dos partes anteriores y obliga (no podía ser de otra manera cuando se trata de buena narrativa) a una relectura de ellas.

La identificación del personaje con el autor es la clave que puede desconcertar si se piensa que "CIRCUS"es una novela literalmente autobiográfica. Porque lo autobiográfico –un género no ficcional- se incorpora en ella como material para el desarrollo de mundos imaginarios: el hombre real transformado en hombre simbólico, en construcción literaria. Pero si bien es cierto que los acontecimientos que narra la novela son resoluciones de la imaginación –por ejemplo ha historia del hantasma "El Sincabeza" y su santuario- el pensamiento de Julio X. expresa la manera de estar en el mundo de Julio Llinás, sus ideas sobre la historia, la poesía, el psicoanálisis y el hombre.

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La visión corrosiva sobre sí mismo y las exhaustivas descripciones de los avatares de la historia personal y de los eventuales compañeros de hazañas camperas exceden el contenido y tientan una forma de lenguaje: el poético.

En el horizonte, lejano e improbable, del personaje, la poesía lo espera: "Me hacía la ilusión de que, a lo lejos, la poesía me aguardaba. Mientras tanto, nos divertíamos con el circo. Haría la prueba de sortija. Y me aplaudirían a rabiar, sobre todo si me mataba. En ese caso, la poesía me esperaría en otro sitio, con su guadaña en la mano".

Una vez más, como en "Fiat Lux" y "El fervoroso idiota", dos de sus anteriores novelas, el autor inventa un personaje distinto de los que le precedieron como protagonistas de esas obras, el cual, como un dios hindú, es, al mismo tiempo, igual a sí mismo e igual a su creador.

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Las alusiones a otras novelas del autor no conllevan el cargo de ser repetitivo, ya que es notoria su aptitud para engendrar personajes que no son marionetas ni meras alegorías. Tal es el caso de su alter ego que deambula en París, espiando a los surrealistas, en "Fiat Lux" o el ejecutivo de publicidad, doblado en poeta y crítico de arte de "El fervoroso idiota".

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Otro acierto es la sugerencia –porque no llega a ser descripción- del paisaje circundante, ya que no es la pampa infinita pero aún tiene horizontes de no acabar y crepúsculos radiantes, con franjas tenebrosas como de Viernes Santo y aves oscuras que cruzan el cielo velozmente. A veces son sólo dos pinceladas sugerentes. Nunca me voy a olvidar cómo Soriano me trasladó velozmente al sudeste de la provincia al describir una estación de servicio y una canilla goteandol al costado de la autopista.

Obra ágil, llena de sugerencias que escapan a las peripecias de una trama muy entretenida, apunta a indagaciones de mayor hondura sobre el campo y la ciudad, la nueva visión de sus complejas relaciones y las permanentes e inalterables emociones humanas, alternando el humor con el dramatismo.

Uno de los mejores escritores argentinos de la actualidad ofrece una novela inteligente y conmovedora. Campesinos, coroneles y la melancolía de la pampa se reúnen en un texto imperdible y altamente recomendable.

Estoy leyendo un libro del mejor escritor argentino del momento: Julio Llinás. Es sin duda el García Márquez de la pampa húmeda. Su último libro se llama Circus. Es un autor muy golpeado por la vida, pero lleno de vitalidad.

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El autor posee la rara habilidad de convertir vicisitudes personales en hechos novelescos, seguramente porque, como él mismo lo afirma, "el interés de una cosa no está en la cosa misma, sino en la forma en que es narrada".

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