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La kermesse celeste (2000)
La kermesse celeste
¡Q ué solo estásfuturo muerto, y qué desierto está tu corazón! Tal vez hubiera sido prudente tu alabanza de la kermesse celeste y del rebenque de Abraham. Tu adoración de las ranas y los tucos en la gran noche del agua bajo el reproche solar. Pero ya es tarde para eso, futuro muerto crecido en el reino de los pastos, jinete sin montura, palafrenero de Dios. ¡Es tarde ya para eso o todavía no?
Hubo un país
U n tiempo hubo en quelas bestias sudaban bajo cielos cegados por el polvo azul de las guitarras y el polvo grana de los domadores, mientras la luna bizqueaba en pleno día, ¿o era una noche dispersa en la mañana? Un tiempo hubo en que la espuela velaba con los grillos bajo el alero del mar de verdes canas. De esa manera jadeaban las muchachas hincadas frente a las braguetas de un país de compadritos, de finos cuchilleros, de apostadores de taba y gordos hacendados, un país de potros dibujados en el viento, ¿o era tan sólo una balada marrullera, un pecho herido entre los mapas de los gallos, una promesa incumplida por los héroes y sus mandobles de pavor? Hubo un país de carne y sangre ventiladas entre cañadas y lagunas, entre mujeres de piernas separadas y algún varón varado en sus arenas; hubo también tanta vergüenza, tanta miseria y horror, tanta traición y cobardía, que ni sus hijos existen verdaderamente con sus cobijas rapiñadas a la muerte, con sus narices de orgullo y sus caretas de honor.
El bienaventurado
T ras esperar que el Tiempose fatigue de aniquilar los fantasmas de cosas que no han sido, en las alforjas flacas del bienaventurado, sólo un mendrugo de pan marca el camino. Tras consumir la esperanza como un vino añejo, salobres aguas son la vida para el hombre viejo que canta lo perdido y añora lo ganado.
La casa
E n esta casa en que vivo,la zozobra me asalta de perderla. Ella es mi madre de ladrillos y recuerdos, mi continente ganado a la miseria. Nada importante ha sucedido entre sus muros. ¿Ha de quitarme el mundo lo que no me ha dado? (Tengo más miedo de perder la casa que de perder la vida).
Mercado
I bamos al mercadoa contemplar los puestos esparcidos como las islas griegas. Ella compraba verduras relucientes con su rabioso dinero y sus maneras de señora. Los comerciantes nos miraban como a grandes doctores de la vida. Ella escogía y compraba y yo la contemplaba: dulces zapallos dorados, lustrosas berenjenas, acelga verde y jugosa. A veces volvemos al mercado a averiguar si nos amamos un día, una noche, o tal vez nunca. A veces volvemos al mercado y no compramos nada y nada nos decimos. Tan sólo contemplamos los puestos esparcidos como las islas griegas.
Alta edad
E stoy volando en brazosde los campos leves, contemplando mis perros, mis ríos, mis caballos. Sabré salir de aquí rumbo a la nada, tranqueando en mi gateado bajo las estrellas, pensando en mis difuntas deliciosas, y acaso con alguna de ellas, enancada.
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