|
Sombrero de Perro (1999)
Sombrero de perro
N o hemos tenido suerte,amigo mío, aunque haya quienes digan que siempre la tuvimos. Cuando miramos hacia atrás y recordamos las calles de ese París que se ha ido con nosotros, no sabemos ya qué hemos tenido, no sabemos siquiera si hemos tenido alguna cosa o si todo ha sido solamente nuestro disfraz de saltimbanqui, nuestro sombrero de perro y nuestras ganas de vivir. Algo sabemos sin embargo de los fulgores del mundo: no nos va bien la bufanda de seda pelirroja de los directores de asuntos, no nos convienen los parajes idílicos, las mansiones augustas, las torpes limosinas. No estamos ya para esa farsa, viejo perro. Hemos querido cantar y sólo hemos gritado. (¡Cuánto mejor hubiera sido ser un oso que baila!) Hemos enfrentado a Dios y él ha escapado brincando por los bosques. Hemos querido mostrarnos y nadie nos ha visto. Hemos querido ser grandes y sólo fuimos los mismos, los de siempre. Acaso hayamos tenido, únicamente, la delicada suerte de no haber sido nadie ni nada.
La alondra
E l niño rompe sus juguetesen busca de la alondra. la oveja con ruedas, el caballo de lechero, el oso negro de la tía Blanca, el tíovivo con música, la locomotora alemana y hasta el fonógrafo infantil con aquella marcha espantosa norteamericana. Lo rompes todo, le dice su padre. Todo lo rompes, le dice su madre. Busco la alondra, dice el niño. Y, claro está, pasa el tiempo. Y el niño, que ya está crecido, busca la alondra en los campos, en las bestias, en los libros, en las mujeres. Y todo lo destruye en busca de la alondra. Se ha convertido en un hombre rodeado de juguetes rotos, de libros inútiles, de mujeres destrozadas. Hasta que llega el momento en que se hace viejo y camina por las calles, distraídamente, buscando siempre la alondra. Pero una tarde, empuña su bello Colt 38 y se pega un tiro. Entonces, de su cabeza ensangrentada sale volando la alondra. Es lástima que no haya nadie para verlo.
Miseria de la poesía Vengan a ver, señoras y señores, vengan a ver a esta mujer desnuda de todas las edades, las razas, las condiciones morales, las éticas posibles, esta mujer deshonrada por las lenguas babosas de los hombres que intentan engendrarse en ella, por sus alientos malvados, sus tonterías pestilentes, por sus abusos de horteras sin historia, ni muertes, ni catástrofes, ni oleadas de dolor, ni amores lacerantes, esta mujer sin ojos, sin labios, sin pestañas, vapuleada por gazmoños de manos blanquecinas y visitada en su palacio de rameras por los tramposos de los bares, a cada rato invocada en capitolios, en transmisiones de cenizas, invocada por esbirros y maricas, por grandes bobas obesas, por locas desgreñadas, por viejas damas perfumadas hasta el vómito, sin un centavo, ni una moneda de cobre para vestir su desnudez de hetaira, limpiar su costra de mendiga de todas las edades y condiciones de espíritu y colores. Vengan a ver a la imposible, a la inalcanzable, a la magnífica reina traicionada, a la que es dueña de la libertad, pasen el dedo tembloroso por su collar de trapos, por su traílla de mono y por su ardiente sexo de pimienta y furia, pasen la mano por su vientre preñado por los siglos y por algunas grandes almas, pasen los ojos por su desnudez, y la mirada detengan, detengan los latidos y tiemblen de vergüenza por lo que han hecho con ella, con la desnuda hembra de Dios.
Cholo Vallejo
S i el mundo fuera cuerdo,si lo fuera –digo, es un decir- acaso yo sabría, después de tantos años, de tantos accidentes, catástrofes, combates, humillaciones, navajazos, intoxicaciones, pánicos, muertes, esperanzas, caídas de caballos, de dientes, de cabellos, y esa legión de oscuridades, si el mundo fuera, entonces, cuerdo, -digo, es un decir- tal vez acaso yo sabría por qué me ha condenado la letra en que nació la pena a estar aquí de pie, a solas con la vida.
Risas
H oy he tenido una visiónmuy natural, una visión naturalista: he visto a mi hijo muerto en el supremo sur, mezclado con el humus fragante de los bosques. Algo jocoso ha de haber dicho alguno de nosotros ya que reíamos los dos a carcajadas como solíamos hacerlo cuando estábamos vivos. Nuestros dos esqueletos reían asimismo, con esa risa terca de las calaveras.
Equipaje M e llevaré solamentemis costumbres. Esto prometo al juez de paz del país celeste: allí donde me encuentre la partida me entregaré mansamente, no echaré mano al cuchillo ni pelearé con el ángel. Me llevaré algunas miradas, los animales de siempre, un fresco amanecer, un cerro muy azul, ciertas palabras susurradas, el canto de las ranas bajo las estrellas, el arrebol de una tarde, mis espuelas.
|
PRINCIPAl - CRONOLOGÍA - poESÍA - CUENTO - NOVELA - críticAS - ENTREVISTAS - BIBLIOGRAFÍA
Construida, publicada y administrada por Alejandro César Zucco.- 2000 © Alejandro Zucco
|