Me he dado cuenta de una cosa tan trascendental que he de hacer una parada en los comentarios de las Obras de Beethoven. Lo trascendente versa sobre lo que a continuación os transcribo:
" Vosotros, que pensáis que soy un ser odioso, obstinado, misántropo, o que me hacéis pasar por tal, ¡qué injustos sois! Ignoráis la secreta razón de lo que así os parece. Desde la infancia, mi corazón y mi espíritu se inclinaban a la bondad y a los más tiernos sentimientos... Nacido con un carácter ardiente y activo, incitado a las distracciones de la vida en sociedad, he debido aislarme... ¡Hombres, si leéis esto algún día, quizá entonces penséis que no habéis sido justos conmigo! "
Es un fragmento del testamento de Heiligenstadt, cuando el cansado y ya sordo Beethoven había pensado en quitarse del medio; menos mal que no lo hizo.
Yo soy uno de los vengadores de Beethoven. Y no es que lo sea así de repente, me he dado cuenta de ello la semana pasada, mientras leía cosas que yo mismo ya sabía antes de leerla.
Ayer, en los Cuadernos de Jardín lo mencionaba; los Puentes, sí, esos Puentes de Oro que intercomunican no solo a las personas físicas, sino a las Almas y a los Espíritus. Y de alguna manera a mí me ha tocado estar intercomunicado no solo ya con la fastuosa obra del genial Beethoven sino con su mismísima Alma, o Almas, pues alguien tan grande con una sola alma no tiene ni para empezar.
Me gusta pensar, y pensar y pensar, mucho, de tal manera que ese pensamiento a veces se exacerba y viaja más allá de lo que yo mismo podría imaginar. Y luego me gusta encontrarme con esos pensamientos en escritos que se han realizado hace muchos años. Otros no los encuentro, como es obvio, y por eso he de escribir, en este caso, sobre Beethoven.
Después de ese brutal fragmento escrito por Beethoven, en el libro los escritores se hacían una pregunta: "¿Es que no hay nadie capaz de vengar a Beethoven?" Y entonces todo mi ser se me hizo un nudo, y es cuando me di cuenta de que yo estaba realizando esa acción.
Y los escritores mismos, claro, pues ese libro no es que pertenezca al siglo pasado ni nada por el estilo, es de hace apenas treinta años, realizado por unos amantes de Beethoven como lo soy yo. Iba a poner "y alguno más", de alguna manera sé que hay más que lo aman, y aman su Arte y su tesón, pero cada día me voy dando cuenta, penosamente, de que no es así.
No, no, no, no estoy dramatizando, simplemente me estoy asombrando del descubrimiento, es sencillamente glorioso.
Pero además nosotros aquí y para la Kronos vamos a desempeñar esa venganza, -esa Justicia para con el Genio de Bonn- de una manera más elevada de la que ya lo han hecho los escritores de la obra que os he hablado, -el matrimonio Massin-, pues elevaremos a la figura de Beethoven allá donde le corresponde, quitándole esos prejuicios que todavía le cuelgan y que le hacen tan feo.
Ni era pro Robespierre, ni demócrata, ni libertino, ni pro marxista, ni nada de las pobres humanidades que se le quieren achacar por las creencias del propio Beethoven al respecto de la Libertad que tánto defendía.
Libertad es un término que los falsos demócratas ingleses del siglo diecinueve confundían con libertinaje, y que el resto del mundo y al pasar los tiempos han hecho de esa palabra algo tan ambiguo como lo era la "fraternidad" y la "igualdad" para los franceses revolucionarios.
Beethoven era un idealista de tomo y lomo, y en lo que siempre creyó era en un nuevo hombre, en personas dignas de llamarse tales, de ostentar un puesto en la sociedad como reyes, como príncipes, como altos y grandes intelectuales; como Personas Inteligentes.
¿Cómo iba a pensar Beethoven que el humano era una persona lindísima y hermosísima cuando estuvo a punto de quitarse la vida a causa de los prejuicios que conllevaría que descubrieran que era sordo? ¡Un músico sordo!, se dirían. Y lo malo es que los muy necios lo dijeron, y se lo echaron en cara.
Cuando antes de que Beethoven alzara el puño en aquella tarde de la tormenta, -como en la de Jung-, dijo palabras que desmienten todo ese "amor" por la humanidad, palabras que son las de alguien que sabe de lo que va y sabe lo que es realmente ese humano tan preciado después por los falsos marxistas:
" La farsa ha concluído. " "Aplaudir, amigo, la comedia ha terminado" "¿No oís la campana?... Cambio de escenario".
Y la gente se hizo muy buena, -sólo algunos- y le traían vinos muy buenos, y compotas de frutas, y lágrimas falsas, y compañerismo fétido.
No estuvieron en el momento adecuado y creyeron que en los últimos días todo se iba a solucionar.
Así pues lo que he dicho, soy el Vengador de Beethoven, y no sé qué es lo que debo de hacer de Hacer, pero lo haré; recordar es muy poco, y hablar de él tan sólo es una anécdota. Ya veremos.