IV Testimonio. Un Libro De Sonetos -- Por Pedro Pablo Parades

En "Diario Católico". Táchira, Venezuela. 8 de septiembre de 1976.
El autor del libro de poemas de que vamos, ya, a hablar, es puertorriqueño. se llama sin más ni más, José M. Oxholm. Nació en Guayanilla. Su obra más reciente acaba de llegar hasta nuestra mesa be trabajo. Se titula, muy significativamente "Dimensión de Angeles". Está integrada, mucho más significativamente todavía, por sonetos.

Nos llama la atención, de manera irresistible, todo libro de sonetos. Por razones múltiples. Esta, por ejemplo: el soneto es una de las formas más antiquas de la poesía. Nacío en plena edad media. En una isla: Sicilia. Sólo para sastisfacer una demanda - entrañable demanda, claro está - de enamorado. Tal vez por tan significativo origen, tan dramático, adquirió popularidad con rapidez. Esta otra razón no es menos interesante. El soneto, por sus dimensiones, es una prueba de fuego para el poeta. Este, en primer instancia, ha de dominar, lo que se dice dominar su construcción: dos cuartetos y dos tercetos rimados en consonancia; en segundo término, ha de dominar, igualmente, su elaboración: el soneto no debe revelar violencia alguna. Debe ser, como decía Gracián, "natural como el pan que nunca enfada". El soneto, es, desde el punto de vista más estrictamente creador, un silogismo lírico. Nada más. Y, dedes luego, nada menos. La cosa es, desde luego, sencilla en la teoría; difícil, harto difícil, en la pr&aaute;ctica. Prueba de ello, contundente, es el escaso n&uaaacute;mero de libros de sonetos que andan - que andan vivos - por esos mundos.

Con estos preliminares teóricos, que son tan viejos como el mundo, entramos en el mundo lírico de José M. Oxholm. Concretamente: en el mundo lírico que configura su libro más reciente: "Dimensión de ángeles".

Echamas, en primer término, una rá:pida mirada al libro por fuera. Está integrado por veinte sonetos. De éstos, unos son verdaderos sonetos, es decir, sonetos endecasílabos - el soneto endecas&ílabo es el soneto pretrarquesco, el seneto por excelencia; otros presenta otras medidas: desde la decasílaba hasta la alegandrina. El libro, por otra parte, carece de unidad temática. Dentro de esta característica, dos parecen se la motivaciones fundamentales: el paisaje y el fervor religioso. O, lo que es lo mismo: la admiración de la naturaleza, en todas sus dimensiones; y la elación espiritualizadora, la relación íntima del alma con su divindidad.

Hemos hablado de la naturaleza; hemos hablado de ladivinidad. Hemos hablado del paisaje y hemos hablado de la elación espiritualizadora. La verdad es que ambos elementos, gracias a la sensibilidad creadora, pueden integrarse, a plenitud, en uno solo. En unidad perfecta. Dó¿Dónde concluye el paisaje natural? ¿Dónde empieza la evasión hacia lo espiritual? La precisión de l&iaacute;mite nos llevaría muy lejos. Nos llevaría a disquisiciones dislécticas prolongadas. Estas, afortunadamente, no le interesan al poeta. No nos interesan tampoco, por ahora, a nosotros. La sensibilidad creadora,cuando es auténtica, borra aquellos posibles linderos; procura, claro est&, una sola, única, unitaria aventura de belleza. Esta última, sin más ni más, nos explica la gracia estética del libro en referencia.

Dentro del ámbito - un ámbito recorrido, en todas sus dimensiones, por vientos sacros - que configura "Dimensión de Angeles" no es gratuito el espacio precisado por el poeta; ni lo es, much&iiacute;simo menos aún, la celeste habitación que lo puebla. José M. Oxholm, sabía, al escribir este libro, lo que se traía en las manos creadoras. No trabajaba en balde. Dentro del espacio lírico de "Dimensión de Angeles" se ha realizado un milagro.


Un verdadero milagro estético. El poeta ha elevado sus criaturas, como decía San Juan de la Cruz, al cielo de la más temblorosa belleza; y ha hecho descender, en la misma medida, hasta allí los más ingrávidos habitantes. El encuentro no podía ser más tembloroso, ni más diáfano. En esa cita, que nos conmueve y nos ilumina al mismo tiemo, se dan la mano, de manera definitiva, el fuego reliogioso y el fuego estético. El poeta nos ha entregado de pronto, mediante tan esbeltos sonetos, una de sus más transcendentes mensajes.

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