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Capítulo 14
( De la 4ª Parte )
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Dejamos el capítulo pasado con la voz de alerta dado por la megafonía del Palacio, más concretamente en "La Casa de los Dioses", pues bien, creo que debemos de ir allá para enterarnos de lo que sucede y acontece. Como siempre, y desde que comenzó esta historieta, nos dejaremos llevar de las sabias manos de Haydn y el señor Anónimo.
-- Será una pamplinez más de esas que suceden casi todas las semanas en la Gran Sala.
Aseguró el señor Haydn con paso ligero.
-- Esperémoslo, -contestaba el señor Anónimo- porque sino me temo lo peor. La última vez que pasó algo de verdad se nos vino encima el romantiquerío musicaliensis, y luego nada menos que el surrealismo, así que ya me dirá dónde ve usted la "pamplinez".
-- Bueno, en estos tiempos ya no ocurre nada de eso, señor Anónimo, eso era antes, cuando aún ocurrían revoluciones artísticas y mentales.
-- Bueno, bueno, ya lo veremos.
Un poco antes de llegar al lugar, una cantidad ingente de personal se dirigía hacia el lugar; entramos en la 5ª Parte de El Baile de los Músicos:
5ª PARTE
EL TEMPLO DE ZEDFANK
Todos los músicos de todas las épocas, de todos los tiempos y de todas las eras se dieron cita allí, en la Gran Sala de todas las Creaciones; el Templo de Zedfank, un lugar sagrado para todos los músicos que fueran dignos de serlo.
El interior del Templo de Zedafank estaba adornado con las estatuas más colosales que uno pueda imaginar, la luz provenía de uno de los Anks dorados más escepcionalmente bellos que nunca hayan existido. Las fuentes de agua zafirina interiores emitían cantos de voces que jamás se repetían, su ritmo cambiaba con el variegado y multifórmico chorro de armonía acuoso.
La música que se empezaba a escuchar provenía de la Gran Sala de Creaciones, lo cual significaba no pocas cosas.
-- Señor Haydn, la música que escuchamos viene directamente de la Gran Sala, de pamplina nada.
Dijo casi asustado el señor Anónimo.
-- Cierto es. Sobre todo mantengamos la calma, nosotros no hemos hecho nada malo, pase usted primero, señor Anónimo.
El señor Anónimo hizo caso de manera hipnótica. Instantes después lo hizo el señor Haydn con cara casi de pavor.
-- ¡Santa María Madre de Dios!
Se escuchó decir al Padre Victoria.
-- ¡Que los Dioses nos cojan confesados!
Dijo esta vez Holst que también se hallaba en el lugar.
Todo eran expresiones de respeto, de admiración o de sencillo temor por lo que pudiera ocurrir en la Gran Sala de Creaciones.
Hay que decir, amigos míos, que en ésta Gran Sala de Creaciones, se suceden episodios tales como juicios post reencarnacionistas, teorías amentales de listillos musiqueros, surrealismos tempraneros, alegorías a la sinrazón, y un largo etcétera de esnobismos que no conducen más que a la decadencia de la Música como sublime Arte. Es de ahí donde salen todos esos aspavientos, temores y exclamaciones varias de los diferentes músicos.
El Tribunal Superior de la Música estaba presidido por varios de los músicos que ya han salido a escena en esta historia, y otros que empiezan a salir ahora tales como Praetorius, Desprez, Lasso, Rameau, Bach, Mozart, Columbe, Gesualdo, Campra, Charpentier, Byrd, Palestrina, Fayrfax y por último y como Gran Presidente, Beethoven. Éste último fue el que comenzó a hablar:
-- Señores combocados, compañeros de Tribunal, músicos todos. Estamos aquí reunidos... Qué horror, esto parece una ceremonia de casamiento. Bueno, miren ustedes, caballeros, aquí lo que ocurre es que ya ha llegado el momento de quitarnos del medio a los parásitos musicales, aquellos que quieren quitar el puesto a la música armónica, a la música milenaria, a la música del placer de ver imágenes intangibles y toda aquella música que a los Vivientes nos hace felices y alegres de seguir en la Vida.
Hubo un gran alivio por parte de todos los allí presentes, y la música que sonaba se hacía cada vez más vigorosa, se trataba nada menos que de la Séptima Sinfonía de Anton Bruckner, lo que le daba a la reunión un carácter más suntuoso.
-- Silencio, silencio, señores. -Continuaba Beethoven- Hace una semana exactamente el señor Tippet, Sir Michael Tippet, se nos iba con viento fresco al lugar donde nunca tuvo que salir, que es la oscuridad y la inexistencia...
Algunos de los postmodernos que había en la sala empezaron a abuchearle y a decir improperios de muy mal gusto, lo que hizo a los Guardianes Reales actuar con sus Haces de Luz para quitarlos del medio.
-- Bien. Esa baja del mundo infernal de la música llamada ahora "viva", o surrealista, o "ars futura", o como leches se le quiera hacer llamar, no tiene ninguna importancia por mucho que salgan ahora a decirnos los culturetas lo bueno que era y toda esa serie de hipocresías que se suelen decir cuando alguien muere.
" Lo que éste Tribunal de la Música ha decidido es condenar al señor Tippet a los infiernos más bajos y a no reencarnar nunca más bajo pena de inexistencia, así como hacer lo mismo con todos aquellos que le siguieran, aquellos que le hayan imitado y aquellos que hayan hecho lo mismo en su pobre vida.
Qué alboroto, qué alegría, y qué revolución que se montó.
Capítulo 15º
( Pertenece a la Quinta Parte)
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Después del alboroto el estrépito, llegó la calma al Palacio de Zedfank,
como no podía ser de otra manera; sus señorías mandaron al público allí
presente que se serenasen sino querían salir fuera y escuchar las
deliberaciones en salas contiguas.
El juicio contra los modernismos y sus modernistas insultantes y
plagiadores de las obras que ya existían de antes pero que éstos
modernistas habían rebajado a la calidad de obras menores y carentes de
toda armonía, (que me ahogo) prosiguió en la voz de Bach:
-- Con tu permiso, Beethoven, voy a dar yo un discursito para los
listillos que nos puedan escuchar alguna vez.
Beethoven asintió haciendo un ademan con la mano derecha de continuación.
-- Mi deliberación iría por el camino de echar por tierra toda la
palabrería barata y sin sentido que berborrean los locutores de radio;
todos ponen por las nubes a autores que no conoce ni su santa madre; no
quiero decir que aquél que fuera desconocido sea malo o sea bueno,
sencillamente me parece ridículo hablar de lo bien que lo ha hecho alguien
que ni tan si quiera ha pasado por una breve historia del arte, del arte
musical me refiero.
Pudiera parecer este jurado sectarista o algo por el estilo, pero les
aseguro, señores, que no hay nada de eso; el criterio a seguir es muy
sencillo: El otro día nos disponíamos a escuchar un programa de radio donde
se realizaba un ciclo sobre la mujer en la Música, y no pudimos parar de
reirnos ni un sólo instante; ¿qué ocurría? Muy sencillo, el estúpido
locutor quería hacer oir a la audiencia que la mujer también ha hecho lo
suyo en el mundo-universo de la música en toda su historia...El hecho de
recordarlo me hace aguantarme la risa. Bien. Los ejemplos que puso no
podían ser más tópicos; Clara Schuman, Alma Mahler, y la hermana de
Mendelsohn, Fanny. Esos tres ejemplos son los únicos que se les ocurre
poner, menos mal que se olvidan de mi esposa, eso ya me mataría de la risa;
lo digo sobre todo porque mi mujer en su tiempo hizo algunos pinitos
componiendo a mi lado algunas sonatinas que no podían ir más lejos que a un
mero recuerdo.
Y se olvidan por completo de la grandísima señora de Vingen, Hildegarda,
que esa sí que hizo un hito en la historia. Es que de verdad es para me...
-- Hombre, señor Bach, un respeto, qu estamos en público.
Le avisó cortantemente el señor Rameau.
-- Lo siento, lo siento, me parecía inevitable decirlo. Cedo la palabra a
otro colega.
Charpentier habló.
-- Gracias, amigo Bach. Yo quería finalizar ese tema que tú tan bien has
expuesto. El caso es que al final de ese programa tan patético, el imbécil
del locutor puso un ejemplo de lo que la mujer estaba haciendo en los
tiempos modernos. Se trataba de lo que fue la mujer de un loco pseudomúsico
llamado Lucciano Berio, -que con el permiso de todos ustedes lo pondría a
parir pero no es mi estilo-. El ejemplo a escuchar era una grabación de no
se sabe qué año, -pero vamos, el otro día- y la susodicha mujer empezaba su
actuación con la siguiente tomadura de pelo que ahora mismo les vamos a
reproducir sonoramente, para que ustedes juzguen, o sojuzguen o lo que
quieran. Clik!:
"" Tu tu tu tu tu tu. rrrrrrrrruuuuuuuuuuuuuuuuu. bloin, bloin, bloin, gla
gla gla gla. tris pas, tris pas, tris pas. brulunguer, brulunguer. sñarc,
sañarc, orgggg orgggg orggg. snuarf....."".
Los músicos allí reunidos hicieron todo tipo de ruidos como protesta y se
quejaron de todas las maneras. La cinta fue detenida y Charpentier prosiguió.
-- Bueno, pues ahí lo tienen, ustedes mismos y sin ningún problema podrían
decir que se trata de una simple loca que se ha escapado de un manicomio o
que simplemente esa actuación se celebraba en uno de esos sanatorios
mentales, pues si se han fijado en el público que había en esa sala, se
reían a mandíbula batiente, como si tal cosa, como si fuera aquello
"gracioso". Declaro a ese tipo de músicas o griteríos o desbarajustes de la
mente ruidosa, no aptas para con la Historia. Ruego se tenga en
consideración mis palabras y se de por finalizada toda prueba que pueda
haber, hallarse o encontrase por cualquier rincón del planeta Arrakis y
quemarlo hasta que no queden ni cenizas. Así como con la gente que escucha
esos exabruptos y se toman el Arte de la Música a pitorreo.
""¡Muy bien dicho, si señor!""
Se escuchó decir a varios de los músicos.
16º Capítulo
( Pertenece a la
Quinta Parte)
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Un pequeño grupo de personajes de la historia de Grecia se levantaron un
tanto enfurecidos en contra de la actitud que el tribunal compuesto de los
músicos que hablaban estaban tomando:
-- Muy bien, muy bien -hablaba uno con aspecto de profunda seriedad-
vosotros aquí juzgando a pobres musiquillos de poca monta y vosotros ahí
sentados como si tal cosa.
-- ¿Quién es el que habla y quiere replicarnos algo? Puedes hablar sin
ningún problema si es con respeto e ironía sana.
Dijo Bach en tono cordial y amistoso.
-- Soy Prometeo, y estoy aquí vigilante en nombre de los Dioses del Olimpo.
Quiero y deseo que algunos de vosotros preste declaración y nos explique
alguna cosa.
-- Adelante, Prometeo, estás en tu derecho de pedir lo que quieras.
-- Que Beethoven nos explique algunos desbarajustes de su obra, tánto que
él replica a los demás orden y armonía en la música, debería de contarnos
qué le pasó por la cabeza para crear obras tan tendientes a lo demoniaco
como son las obras para cuerda en algunos de sus cuartetos y composiciones
para piano como su Fantasía o algunas sonatas para ese instrumento.
El revuelo de nuevo se manifestó en la sala y Beethoven mandó ordenar callar:
-- Bien, mi querido y respetado Prometeo, haré de tus deseos órdenes y me
explicaré con todo el gusto del mundo.
-- Así se habla, maestro!!
Gritó el inconfundible Ries, gran alumno de Beethoven que también estaba
entre el público.
-- Mi obra es libre, amigo Prometeo. Mi obra está dedicada a tí, a tu
eterna Llama de Creación, de hecho así lo demostré en mi obra "Las
Criaturas de Prometeo" ¿o no lo recuerdas?.
"El hecho es que a medida que la vida va evolucionando dentro de uno, va
evolucionando a la fuerza su obra y creación, y yo no iba a ser menos. Esas
obras que tu tan amablemente me solicitas que hable, fueron obras sacadas
del más libre de los deseos, de donde toda obra debería de salir.
"El sonido viaja delante de nuestras narices aunque nosotros no lo
percibamos así. Mi sordera no impidió que ejerciera mi deber de componer
por esa razón. Los canales sonoros del Universo no están clausurados a nada
ni a nadie, sólo hay que invocarlos, y ellos vienen a ver la Luz. En la
Oscuridad los sonidos no hacen nada, démosles vida, lo necesitan como
nosotros necesitamos respirar.
"En la Fantasía para piano ocurre todo eso que comento: Los papeles donde
los compositores escribimos las notas son en realidad cárceles de las almas
de las notas que antes han sido sonido, puro y simple sonido. Por desgracia
la artificialidad de los músicos y todos sus compinches han inventado ese
código de garabatos para que unos pocos sean los que se crean capacitados
para crear música.
"No, no todo el mundo está preparado para componer, no todo el mundo sirve
como ahora ocurre en el pasado-presente que transcurre en estos momentos en
la vida musical: "Venga, a componer se ha dicho, tú, y tú, y todos". No, mi
querido Prometeo, no mis queridos amigos todos. La música llama a Almas que
perciban la Luz de los sonidos y quieran y deseen darles vida, como tú
haces con tus Criaturas, Prometeo.
"Demasiado vanidosos entonces nosotros los compositores?? No,
sencillamente Dioses por nuestro propio deseo, reencarnacionistas de lo que
siempre ha existido y el hombre ha querido matar.
(Capítulo 17 de la Quinta Parte)
( Pertenece a la Quinta Parte)
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--Permíteme, oh Prometeo que haga finalizar este auto-enjuiciamiento,-
intervenía el Maestro Tallis- pero hemos de continuar con el análisis de
muchos ruidosillos más. Zedfank hará acto de presencia en breve y no nos
gusta incordiar.
--Como queráis, yo no tengo nada más que decir. Hermes, nos vamos, aquí ya
hemos visto y oído suficiente.
Y como teletransportados por el enterprais desaparecieron del gran salón
Prometeo, Hermes y todo el séquito olímpico.
--Bien, prosigamos.
Dijo Beethoven dirigiendo su mirada a un músico que había en el estrado,
Adam de la Hâle.
--Con vuestro permiso.- Y el prestigioso trovador inclinose ante el jurado
musical y ante todos los músicos asistentes.
--¿Qué es lo que defendéis, mi querido trovero?
Pregunto hablando de nuevo Beethoven.
--Muy sencillo, her Beethoven.Lo que yo defiendo es la Belleza y el
sentido estético en el Arte de la canción. Así que os ruego que a los
ruidosillos mencionados los dejemos para más tarde.
--Toma, y yo.
Espetó alguien desde la concentración de músicos.
--¿Y bien? ¿Quién es el que ha interrumpido? -Preguntó Beethoven algo
molesto-.
--Yo, señor, Alfonso, el Sabio para los amigos, Alfonso X que me decían
por las Castillas de mi querida España.
--Bueno, pero debería de respetar un poco los turnos, todos podremos
hablar, pues aunque dentro de poco abandonemos este salón, proseguiremos en
otro contiguo.
Explicaba ahora Perótin.
--Oh, perdonen, es que a ese rapaz de Adam lo conozco de toda la vida y no
he podido reprimir mi apoyo a su defensa. Perdón les pido. Sigue, hijo, sigue.
--Gracias, Gran Sabio. Pues si, mi defensa es lógica, pero al y como están
las cosas en estos tiempos un poco de recuerdo y de refresco memorial no
vienen mal.
"En mis tiempos y muchos tiempos después la canción del trovador era algo
que se hacía con el corazón como puro sentimiento de lo que cantábamos. No
había tánto dinero por medio como el que hay ahora.
"El Amor al Arte era un hecho real y pragmático. Nuestra adesión a los
reyes, a las princesas, a las damas que se elevaban en las alturas de
nuestra idealización eran suficientes fuentes de inspiración.
"El material puesto a nuestro alcance era sencillo y práctico; un laúd,
unas címbaras, o las antiguas cítaras, o una simple guitarra. Y por
supuesto nuestra voz, cuidada prodigiosamente por nuestro sano vivir y
nuestra falta de malas costumbres.
"Nada teníamos que demostrar más que nuestro verdadero sentimiento. Y
estábamos por todas partes: unos éramos conocidos y otros se mantenían en
el más férreo anonimato por miedo de las agresiones clericales, pero todos
unidos por un mismo sentimiento de honestidad y prestigio para quienes
cantábamos. Pero después eso se perdió y era más importante el músico que
la música, más importante el artista que el arte.
Schubert levantó su brazo para poder hablar. Beethoven le dió permiso
asintiendo con la cabeza.
--Cierto eso que dices mi querido amigo Adam. Pero después eso lo
continuamos muchos en Viena y Alemania, quizá con un poco más de
egocentrismo, pero con esa misma filosofía de lo bello y lo poco
artificiesco, por decirlo de alguna manera.
--Tu, amigo Schubert, tú y solo tu podrías decir eso. -Habló de nuevo
Adam- Y lo digo a sabiendas de lo que fue tu curiosa y legendaria vida.
Pero como tu, pocos, amigo mío. Tu enorme cantidad de canciones están
hechas por ese amor del que he hablado yo. Ese amor que levanta monumentos
en pos de el gran Arte que es la Canción y la música en general. ¿Qué
necesidad tenías tu de hacer esas hermosas canciones cuando ningún rey te
lo pedía? Pero lo hacías.
--Claro que lo hacía, querido trovero, lo hacía porque uno de los sentidos
de la vida es elevar esa misma vida y elevar nuestras almas para dejar
nuestra humilde huella. Yo jamás hubiera pensado que se me iba a tener tan
en cuenta; me alegra, pero tampoco me hace sentirme como un pavo exhibiendo
sus plumas. Yo hice lo que hice por Amor, nada más, si luego mis
predecesores en ese Amor han querido seguirme, admirados sean.
El público asistente empezó a entonar una canción en honor a los dos
troveros que allí hablaban tan apasionadamente sobre ese arte. Todos se
unieron a ese canto y unas trompetas anunciaban la llegada de Zedfank.
--Pero un momento, un momento!! -Advertía Beethoven desde su asiento.- No
nos podemos marchar de esta sala sin felicitar a Bach y a Mussorgski por
sus respectivos días de cumpleaños.
Y entonces la canción entonada se hizo más fuerte aún y tanto Bach como
Musorgski no pudieron sentirse más dichosos y más felices.
Quirón Alvar
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