Granados, colega, Granados, con eso te digo todo, ¿o no?.




( Capítulo 8 )

( De la 4ª P a r t e )
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Dejamos en el capítulo anterior a un montón de músicos discutiendo entre ellos y montando una tremolina de tres pares de narices.

Ahora lo que hace falta es entrar en nuevos Rincones virtuales del Palacio de Heligenstaat, para recuperar la serenidad y los buenos modos, pues el mundo de la Música ha de ser eso y no una algarabía.

Adentrémonos en .....

E N L A C A S A D E L O S D I O S E S

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Nuestros personajes principales, el señor Haydn y el señor Anónimo, se disponen a entrar en tan solemne lugar.

-- ¿ Tenemos la vestimenta apropiada para entrar en tan regio Rincón, señor Haydn ?

-- Por su puesto mi querido amigo Anónimo, tan sólo tenemos que desearlo y listo.

Y en efecto, nuestros amigos hicieron un pequeño gesto y sus habituales ropajes se transformaron en túnicas de sedosas telas, trajes aterciopelados y calzado de charol.

-- ¡ Qué maravilla !

-- Sí que lo es. Ahora, señor Anónimo, mucha discreción y mucha calma, nos encontraremos con músicos metódicos, y cuyo orden no se puede alterar por nada del Mundo.

Sentado en una silla muy elegante, -de aleación de Platino dorado de la cuarta Generación- se encontraba el señor Bruckner, meditando, con ese brillo en los ojos de los que no cesan de crear y crear.

Bruckner es un Músico Filosofal, no es ni mucho menos un compositor reglamentario, dicho en otras palabras, que no hizo lo que todos; estudiar primero, luego presentarse ante la corte de no sé quién, dirigir su primer concierto... Fue otra cosa.

Vivió muchos años, y digamos que pertenece a la última generación de los que hicieron lo que se puede llamar con todo rigor y sin ningún género de dudas "Música". Esto sucedía en el siglo diecinueve. Nuestro Bruckner vivió exactamente hasta el 1896, y a partir de esa fecha la música iba a sufrir muchos cambios, ya no iba a tener la seriedad que tenía hasta aquél momento. Los reyes ya no eran lo que tenían que ser, no había zares ni condes ni príncipes que los músicos respetaran.

Bruckner todavía estaba "vigilado" por la aristocracia de la corte de Alemania, aunque evidentemente, él no necesitaba ninguna vigilancia, su vigilancia la ejercía desde dentro de su Alma.

La filosofía musical de Bruckner se basaba en la Búsqueda del Dios, ese anhelo hondo, basto, inexpresable con palabras normales de lo Transcendente de la Vida en su estado más Puro.

A sus cuarenta años de vida normal, -pues ahora ya tiene muchos más gracias a esta reunión de Músicos- empezó una sinfonía que no la acabaría nunca, pues el rumbo de la reencarnación le llamó antes de lo que él tenía previsto.

L L L L E E E E E N N N N T T T T O O O O O ....

...como esas ondas que se forman en un gran lago, que parece que nunca van a terminar de moverse. Lento pero seguro, como una Montaña, como un gran Bosque de Eucaliptos. Así es el Alma noble de Bruckner, así era su vida de Entrega a la Música, lo daba TODO.

A cambio de esa fastuosidad, recibía los malos consejos de los tontos e impertinentes que le rodeaban, siempre recomendándole que revisara bien las obras, "porque en la parte lenta del segundo movimiento hay algo que no suena bien", y entonces el incansable y paciente Bruckner, se ponía a revisar de nuevo la obra que fuese y a empezar de nuevo.

Bruckner, un niño grande, metódico, buscador de lo inexistente en lo sonoro y en lo visible, serio, con la sonrisa de un Dios que se sabe seguro de lo que hace aunque le critiquen siempre. Ingenuo como pocos, que gracias a esa puerta tan insegura de la ingenuosidad, deja pasar a los falsos y a los enredadores de mal corazón.

-- Don Anton Bruckner, muy buenas tenga usted.

Le saludó cortésmente el señor Haydn.

Bruckner no tardó más de un segundo en salir de la profundidad de su Alma y devolver el saludo cordialmente.

-- Señor Haydn, mi amigo Joseph, qué alegría verlo, siéntate aquí, se está tan a gusto.

-- Si, como no, pero permíteme presentarte a este hombre que me acompaña. Se trata del señor Anónimo.

Bruckner se levantó de la silla con gesto emocionado y le dió la mano con mucho afecto.

-- Encantadísimo, señor Anónimo, jamás imaginé que iba a conocer a tan honorable personalidad.

-- Lo mismo le digo a usted, señor Bruckner. No quiero que piense que voy a pecar de presuntuoso, pero he de decirle que le conozco desde siempre y he seguido su obra paso a paso. Tengo el sublime placer de conocer a todo aquél que hace Música.

-- Oh claro, ya imagino.

-- ¿ En qué pensabas, Anton ? si no es inmiscuírme claro.

Le preguntó amigablemente el señor Haydn.

-- No mi querido amigo. Divagaba sobre la sonoridad. Es que estuve charlando con el colega Vángelis sobre ese tema, y resulta que ahora los sonidos pueden sacarse de donde a uno le venga en gana, y eso es muy interesante.


9º Capítulo

( De la Cuarta Parte)
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Hablaba Bruckner sobre la Sonoridad y sus formas:

-- Si por ejemplo necesitas de una tormenta, ya no hace falta de una gran orquestación de metales y estruendosos timbales, con tener una grabación de uno de esos fenómenos atmosféricos y luego sintetizarlo electrónicamente, ya está todo eso adelantado.

" Y lo mismo que un fenómeno de esa naturaleza, pues cualquier otro también sirve, es fascinante.

Bruckner quedó absorto por algo.

-- ¿ Le ocurre algo, señor Bruckner ?

Preguntó el señor Anónimo.

-- ¿ Escuchan esa música ?

Sonaba el Adagio de Albinoni. Haydn y el señor Anónimo asintieron.

-- Pues esa Música no se puede, no hay manera de sintetizarla de ningún modo, ninguna electrónica, ninguna artimaña modernizada. Nada.

" Noto como la tecnología avanza, evoluciona, pero la creación no la acompaña. Hay una sequedad brutal, imagino que ustedes lo han podido comprobar.

Contestaron que sí.

En ese instante aparece en escena Orf, Carl Orf.

-- Muy buenas, caballeros.

Saludó el hombre en cuestión.

-- ¿ Un té, señor Orf ?

Le ofreció Haydn.

-- Si, con mucho gusto. No pude evitar escuchar su conversación.

" Cierto y muy cierto lo que dices, Anton. Pero también ocurre que estamos en una época "feísta", y entonces la belleza se queda embarrancada y no la dejan salir a la luz.

" En estos tiempos locos que pasan, sucede que los que mandan nos imponen escuchar y ver lo feo y lo monstruoso, y encima decir que es la evolución del arte y que hay que estar preparado, a parte de que se trata de un arte que tiene que ser muy bien explicado.

" Pero si nos quitamos esa venda de los ojos que nos quieren imponer desde fuera, podremos contemplar una belleza indescriptible. Existen Músicos y artistas en general de lo denominado como " nueva era" o "artes alternativos", que nos ofrecen una calidad muy alta en lo que se refiere a Belleza. Los músicos de ahora saben mezclar muy bien los aparatos electrónicos con instrumentos clásicos, y eso, para los clásicos clásicos, conforma una herejía irreprochable.

-- Te apoyo en eso que dices, Carl. -Decía Bruckner- Además el talento no ha terminado y jamás se extinguirá, por muchos mandadores y muchos soplagaitas que quieran imponer sus criterios. Los sometedores no tienen ningún poder verdadero.

De repente una sombra les cubre parcialmente. Era August Nielsen subido en la Alfombra Mágica de Aladino.

-- Anda, Nielsen, baja y reúnete con nosotros.

Le sugirió Orf.

-- No puedo, estoy meditando sobre lo dicho.

Mientras nuestros amigos caen en meditaciones y reflexiones varias, aprovecharé para contaros algo sobre estos nuevos músicos que han aparecido.

Carl Orf y August Nielsen, pertenecen casi a la misma época, -siglo veinte- sólo que Nielsen desaparece antes que Orf, pues éste último ha reencarnado hace apenas doce o catorce años.

Hay músicos que desaparecen más que otros, me explico. En el caso de Orf ocurre que antes de irse a habitar otro espíritu, dejó todo preparado para que su familia y amistades siguieran enseñando su obra por todo el mundo y así seguir sacando beneficios de sus obras compuestas. Así ocurre que una de sus obras más famosas, -Los Carmina Burana- cada vez que se emite por la radio, hay que pagar unos derechos de autor de tres pares de narices, no es como otra composición normal y corriente de otro autor.

Carl Orf era un místico. Se dejó atraer sobre manera por el hinduísmo, y así lo demuestran algunas de sus composiciones, con toques en extremo mágicos y exóticos.

Carl August Nielsen, que es así como se llama verdaderamente, es muy distinto de Carl Orf, gloriosamente distinto, pues a parte de no entrar mucho en el siglo veinte, era finlandés; tierras nórdicas, frías y misteriosas. Y Orf era inglés, tierras también frías, pero no tanto, es otra cosa.

La música de Nielsen es inquietante, se salva de la locura de los principios del siglo, posiblemente por estar tan alejado de la céntrica y alborotada Europa. Ni Schomberg, ni Varese, ni Stockhausen, ni ningún otro hacen estropear a Nielsen, él va de otra onda, esos retrorevolucionarios no le afectan en lo más mínimo. Pero por el contrario él si que afecta a otros músicos asustados por lo que está aconteciendo. Otros músicos necesitan de alguien que les guíe por ese laberinto delirante de sonidos alocados e incomprensibles.

Mahler fué un ejemplo muy claro de lo que digo. Mahler se hallaba entre la locura de esos músicos que he mencionado, y el permanecer en una especie de... Vaya, también aparece ahora en escena.


10º Capítulo

( De la 4ª Parte)
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Mahler se acercaba de manera decidida hacia donde se encontraban Bruckner, Orf, Nielsen por los aires, Hydn y el Señor Anónimo.

-- Hola, musiquillos de banda de barrio.

Saludó despectivamente Gustav Mahler.

-- Bueno, bueno, bueno -empezó a decir Haydn- quien se nos ha aparecido, si es nada más y nada menos que el creador de la pintura titan lux.

Una explosión de risas invadió el lugar, y Mahler enfureció hasta echar humo por las orejas.

-- ¡Basta!. Soy Mahler, el músico del siglo veinte, el músico que revolucionó el panorama musical.

--Usted lo que es, -le decía Bruckner- señor Mahler, es un fanfarrón de mucho cuidado, y además un mal imitador, y un perverso copiota.

-- ¿Y tu con Wagner qué?

Le preguntaba airado Mahler.

-- Un momento, señor Mahler, un poco de respeto. Lo que yo sentía hacia el honorable Richard Wagner, era admiración a su obra, pero jamás hice amago de plagio hacia ninguna de sus composiciones, líbrenme los Dioses de haberlo pensado si quiera.

-- Bla bla bla, señor Bruckner, usted habla muy bien pero eso sólo son palabras.

-- Emmm. -se entrometió el señor Anónimo- Señor Mahler, le invito a que abandone esta reunión de Músicos que lo único que quieren es hacer de la Música es un Bello Arte y no exasperar a nadie. Cosa que usted consiguió con algunas pocas notas. Siento ser así de duro, pero es la verdad de la Vida. Sueñe usted con lo que estos músicos humildes y Sabios al mismo tiempo han hecho, hacer que la Música sea cada vez más Altiva y más Selecta.

-- Pero ¿cómo se atreve? ¿Y usted quién narices es?

-- No le importa. Mire, he sido educado, no me haga enfurecer.

Y el Señor Anónimo le hizo un gesto con la mano invitándole a marchar. Mahler intentando contener la cólera, se fue gruñendo y mal diciendo.

-- Han de comprenderme, caballeros, -explicaba el señor Anónimo- estamos en la Casa de los Dioses y comportamientos de este tipo sólo nos llevan a la degradación y al insulto vulgar.

-- Tiene toda la razón, señor Anónimo, -le decía Carl Nielsen- la Música que ha sido creada por los Músicos ha sido hecha a través de nuestras Almas por entes más Sabias y Profundas que las nuestras. Tiene usted toda la razón.

Entre tanto se habían acercado más Músicos a la amable reunión, y fue Mendelssohn el primero en empezar a saludar y a charlar.

-- Qué tal están, señores, cuánto tiempo sin verles. -Dijo Mendelssohn tan amable como siempre-.

-- Señor Mendelssohn, -saludaba Haydn- y tánto que hace tiempo. Ha debido de estar usted muy ocupado.

-- Si, y es que ahora como están con la conmemoración de mi cientocincuenta aniversario de mi reencarnación, pues estoy que no paro.

Todos le felicitaron y le honraban con su presencia y tomaron vino y pastas de la abuela.

Y así es, mis queridos amigos, hace cientocincuenta años que Mendelsohn decidió reencarnar, feliz, como era su costumbre ante todo.

Mendelsshon nació dentro de una familia bien avenida, con buenos proyectos de futuro, buenos negocios y todo bastante estable para lo que eran esas épocas de nomadismo en el centro de Europa por la mitad del siglo diecinueve.

Nuestro Compositor hoy conmemorado, -Mendelsshon- era un hombre especial. Lo que atrae de su personalidad es esa actitud antes mencionada. Su vida a diferencia de otros muchos Músicos grandes com él, es que era una vida llena de felicidad y de tranquilidad.

Sus Bellas Artes no quedaban confinadas en sólo la Música, sino también en la Pintura, o si lo preferís, en el Dibujo, pues alomejor Pintura es exagerar, pero los Paisajes que pintaba con temas de Montañas, casas y Árboles, son una auténtica delicia.

La Música de Mendelssohn estuvo condicionada por los grandísimos Músicos que le precedieron, tal es el caso de Beethoven y Schubert, pero esto no hizo que se sintiera acobardado o desalentado, todo lo contrario. A parte de que evidentemente, no tenía por qué superar a nadie más que así mismo.

Sus cinco obras sinfónicas están todas ellas influídas por sus numerosos viajes por toda Europa. No han tenido a lo mejor el éxito que merecen, pero si escucháis la sinfonía llamada la "Escocesa" o la "Italiana", podréis observar la frescura y la falta de dramatismo en su sonoridad. Ni tan si quiera se puede notar pena o fracaso o dolor, en ninguna de sus obras de Cámara. Era un Hombre Feliz, contento por estar vivo.

Pero decidió reencarnar demasiado pronto, ( 38 años ) lo que es una pena, pues fue uno de los últimos bastiones del Clasicismo y de las más o menos buenas formas Armónicas y agradables de tan sublime Arte.

Pero ahora vuelve, pues en el Palacio de Heiligenstaat vuelven todos a estar más vivos que la mar, para deleitarnos con sus Músicas y sus historias.




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