Aya instalaba la última cámara en el recibidor de la tienda, cuando oyó el grito de Yoji.
-Demonios....
El pelirrojo corrió hacia la puerta roja, y bajó las escaleras. Cuando llegó al final de ellas, divisó en la sala a D
y a Yoji quien estaba de pie, tapando lo que había en el sofá.
D miró hacia atrás, y vio a Aya. Su ojo dorado se fijó en los ojos violetas del pelirrojo. Y entonces, las puertas se
cerraron.
Aya comenzó a golpear la puerta, pero no lograba abrirla.
**
Yoji miró de nuevo hacia el sofá. Unos ojos verdes le regresaron la mirada.
La mujer de piel lechosa y cabello castaño lo miraba tiernamente, con sus ojos color jade.
El castaño no se acercó a la mujer. Le provocaba la misma sensación del día anterior. Pero ahora comprendía porqué.
-Entonces....- el castaño se acomodó las gafas, -a esto te dedicas realmente, desgraciado.-
-Que?- el Conde sonrió
como si nada pasara.
-Como te atreves a lastimar a una mujer....- la voz del castaño tembló con furia, -y con ella más
que con nadie!- Los ojos de Yoji atravesaron al Conde, quien lo miraba muy calmado.
-Pero...si es solo una gata....- D
se acercó a la mujer y le acarició los cabellos.
-Es una mujer...no una gata! No voy a permitir que la trates así...- Yoji
miró a D. -Cualquiera que lastime a una mujer...-
D no lo dejó terminar. -Pero ya le dije, no es una mujer...es solo un
animal. Esto es una tienda de mascotas, no un burdel.- el chino se notaba bastante ofendido.
Yoji volvió a mirar a la mujer.
-Como es posible que sea igual a ella?- el castaño preguntó, más para si mismo que para el Conde.
D se alejó de la mujer y caminó hacia Yoji, quien lucía confundido y muy enojado al mismo tiempo. El chino posó su blanca
y delicada mano en la mejilla de Yoji. -Ya se lo dije...aquí vendemos...sueños...- sus ojos miraron tiernamente al otro hombre.
-Y creo que sabe a que me refiero.-
El castaño miró a D con dolor. -Pero...es...es ella...ma...mamá.....!-
Yoji se dejó caer de rodillas, llorando. El Conde se arrodilló frente a él, y lo abrazó.
-No es real...ella está...muerta...no es ella...- Yoji repetía una y otra vez, hasta que el chino le puso un dedo sobre
los labios, obligándolo a callar.
-Es cierto...ella está muerta, y lo que ve aquí es solo una ilusión. Muchas personas
no son capaces de distinguir entre la realidad y los sueños, y creí que usted sería igual a ellos. Y pensé que lo haría feliz....pero
creo que me equivoqué en todo. Usted no es igual a los demás.- D lucía muy triste.
Yoji miró a D, y entonces volvió a percibir su perfume....
-Rosas rojas, jazmines y gardenias...un toque de menta...- comenzó Yoji, -y creo que el otro aroma es el de tu piel...-
D le sonrió levemente.
-Como te llamas? No creo que tu nombre sea D...- Yoji le acarició el cabello, totalmente atrapado por los hermosos ojos
del otro hombre.
-Hace tanto que me llaman así que ya olvidé mi nombre...pero eso no importa, Kudou Yoji....Balinés....-
El castaño se quedó muy sorprendido.
-Acaso crees que no sé quien eres? Si pude ver tu corazón, lo demás es fácil....- D se puso de pie, -tu alma es como
un libro abierto, en el que uno puede leer lo que sea...hay pasajes claros y otros obscuros, pero...-
-Pero...?- Yoji también
se puso de pie.
De no contestó. Solo se limitó a mirar el sofá, ahora vacío. Yoji comenzó a buscar a la mujer con la mirada.
-Donde
está ella, D?
-Cuando se acepta la realidad... el sueño desaparece....y despertamos....- la voz del Conde estaba llena
de melancolía.
Yoji sonrió, y se acomodó las gafas.
-Un amor perdido, acaso?
D contuvo la respiración.
-Tu también eres un libro abierto. Donde está el?- Yoji fue a abrir las puertas del salón, pero no lo logró.
-En Nueva
York....- D sacó la llave y abrió la puerta. Del otro lado, Aya esperaba listo para cualquier cosa.
-Hola, Aya!- Yoji le
sonrió, muy tranquilo. -Vámonos, no hay nada que nos sirva aquí.-
Aya miró incrédulo a Yoji, y luego al chino. -Yoji....que....-
-Nada. No pasa nada. Quita todas las cámaras y vámonos.-
Yoji comenzó a subir las escaleras hacia el salón principal.
-Cámaras? Yoji!!! Que te pasa!- Aya siguió a Yoji.
-Aya...entiende,
D no tiene nada que ver. La tienda no es responsable.- Yoji le sonrió de nuevo a Aya. -Nos equivocamos de pista.-
Aya se
quedó boquiabierto.
-Aya....D ya sabe quieres somos. Así que mejor nos vamos y lo dejamos en paz. El no tiene nada que ver, y esto es solo
una tienda de mascotas.- Yoji miró a D. -Como podemos disculparnos contigo?-
D soltó una risita. -Con té y pastel. Vengan cuando quieran.-
El castaño asintió, mientras el pelirrojo negaba con la cabeza. Yoji jaló a Aya y se lo llevó.
D se quedó de pie ahí. Nadie jamás había visto tan dentro de él.