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(la mañana siguiente, en la Koneko)

Como siempre, en la florería pululaban decenas de chicas comprando flores.

-No entiendo porqué Aya no vino a su turno. Debe sentirse muy mal...- Omi le cobraba a una chica un ramo de astromelias.

-Debe estarse muriendo. El nunca falta. Lo peor es que yo tuve que quedarme dos turnos!- Yoji se quejó amargamente.

-Ni te quejes. Te lo mereces por faltar tanto.- Omi siguió atendiendo a las chicas.

-Yo no falto casi nunca! Omi se rió.

No, solo cuando te vas de parranda toda la noche, como unas varias veces por semana...

-Oye! No me dejes en evidencia frente a todas estas chicas!

(en el departamento de Aya)

El pelirrojo estaba acostado en su cama. La fiebre lo mantenía mareado y acalorado. La luz le lastimaba los ojos. Las nauseas lo asaltaban cada vez que se movía, y el cuerpo cortado hacía las cosas peores. En resumen, se sentía como gato atropellado.

-Maldita gripe...- Aya escuchó su propia voz, distorsionada por la congestión nasal. Inmediatamente hizo un gesto de asco ante tal sonido horrendo.

Aún cuando se sentía morir, la gripe era el menor de los males. Lo mas seguro es que haya sido producto de los antigripales, o de la fiebre, o del virus...pero lo peor había ocurrido anoche. Aya sabía muy bien que tenía cierta preferencia por los chicos castaños (dicho sea de paso, Ken era uno de sus predilectos, pero dadas sus circunstancias tan agripadas Ken no quería ni acercársele) pero lo de anoche era demasiado. Aya cerró los ojos y las imágenes de su sueño le vinieron a la mente.

Una cama con colchón de plumas...una sola vela en la mesa de noche... caricias apasionadas y besos hambrientos....un chico de pelo castaño...quien resultaba ser nadie menos que... Su cuerpo reaccionó ante esas imágenes. Pero...

No! No podía ser! Había sido esa persona quien había presionado el detonador que mató a sus padres y dejó en coma a su hermana! Por su culpa todo había comenzado! No podía estar soñando situaciones tan...eróticas...con él...

-Maldita sea... Aya se acomodó en la cama y trató de dormir, esperando no soñar de nuevo con ese chico...

**

Las campanas de la iglesia sonaban anunciando que la misa comenzaría en breve.

-Santiago...

-Dime, Gabriel?

-No te vayas...

Santiago miró al chico y le acarició el pelo castaño.

-Tengo que irme. La misa ya va a empezar...

-Quédate...

-No puedo. Pero regreso después. Te lo prometo.

Santiago se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Desde la cama, el jovencito le mandó una mirada asesina.

-Si te vas, me vas a dejar solo...ya sabes que odio quedarme solo...

-No puedo faltar a la misa...me matarían...

-De acuerdo! Entonces lárgate y déjame solo como siempre!!!

-No seas chantajista.... Santiago comenzó a acomodarse el pelo rojo frente al espejo de plata pulida. -Gabriel...

-Que? -Vete antes de que te vean. No podemos dejar que nadie sospeche...

-Ya sé. Ya me iba. No puedo arriesgar tu prestigiosa reputación...si supieran lo que me haces siempre que nos vemos...

-No te atrevas...te lo advierto.

-Advierteme lo que quieras...a mi tampoco me conviene que se sepa de todas formas...dos varones, uno mestizo y el otro peninsular+ haciendolo como conejitos....aún así sería divertido ver lo que pasaría si se enteran que tu, su adoradísimo padrecito Santiago, el sacerdote mas querido por la congregación, es nada mas y nada menos que un...

-Ya cállate. Eres un idiota.

-En serio? Repíte eso y salgo a gritar lo nuestro en el atrio de tu iglesia. Luego nos van a llevar al quemadero y ahí nos moriremos juntos....ardiendo con las llamas de nuestra pasión, primero en la hoguera y luego en el infierno....

Gabriel se echó a reír. Santiago lo miró con desprecio.

-No sé porque te soporto.

-Porque estás enamorado, imbécil. Además no niegues que te mueres por mi. Casi literalmente...

El pelirrojo no respondió nada.

**

Aya despertó al oir la puerta abrirse. Era Omi.

-Aya-kun...no quería despertarte...pero...

-Está bien...que hora es?

-Más de las tres de la tarde. Te traje un té...pensé que te ayudaría.

-Ah...gracias...supongo...

Omi entró y le dio la taza al pelirrojo. Luego se retiró. Aya miró el líquido ambarino en la taza. Con cuidado, para no quemarse, tomó un sorbo.

Gabriel? Ahora que lo pensaba, esa persona y el tal Gabriel no eran iguales. El chico de sus sueños tenía la piel más obscura, de color caramelo. Pero el pelo y los ojos eran los mismos...

-Me lleva... ahora si estoy loco....

********

+peninsular: para quienes no se acuerdan de su clase de historia, así les decían en la epoca de la Colonia a los españoles que vivían en la Nueva España, porque venían de la península...